Diego Reyero, director del CEIMD y antiguo jefe del Servicio de Emergencias del Servicio Navarro de Salud, ha ofrecido este lunes en Larrabide un taller sobre el modo en el que se debe actuar ante una parada cardíaca y ha remarcado la importancia de que toda la población tenga estos conocimientos por la trascendencia de la actuación en los primeros minutos.

Se calcula que hay que intervenir entre los tres y los cinco primeros minutos después de una parada para que no se produzca daño neurológico. A partir de ese tiempo, cada 60 segundos se reduce un 10% la posibilidad de supervivencia. Como explicó Reyero, es “altamente improbable que la ambulancia llegue antes de ese tiempo, ya que la mejor media dentro de Pamplona es de 9 minutos”.

Por ello, es muy importante que actúen las personas que presencien la parada. Ocho de cada diez paradas ocurren con testigos y el 60% suceden dentro del propio domicilio. Muchas veces, son los propios familiares o personas cercanas las que deben dar esa primera asistencia.

Los cuatro eslabones para actuar ante una parada cardorrespiratoria son: detección y llamada al 112, reanimación cardiopulmonar precoz, uso del desfibrilador y llegada de la ambulancia y la asistencia especializada.

¿Qué hay que hacer cuándo alguien se desploma? Lo primero es ver si reacciona o no con estímulos verbales y táctiles. Si responde, se debe preguntar qué le ocurre y obtener información que, en caso necesario, habría que ofrecer al 112.

Si no responde, se debe abrir la vía aérea con la maniobra frente-mentón y utilizar la fórmula ver, oír y sentir para ver si respira. Si respira, se debe colocar en posición de seguridad con la boca hacia abajo por si vomita y para que no se trague la lengua. Si no respira, nos encontramos ante una parada. En este primer análisis, hay que tener cuidado y no confundir algunas bocanadas de aire con una respiración normal. En el 40% de las paradas cardíacas se produce una especie de respiración agónica o gasping que puede durar unos 2 o 3 minutos, pero no es una respiración normal y, por lo tanto, debe iniciarse la reanimación después de haber avisado al 112.

El masaje cardíaco debe realizarse en la parte baja del esternón, a unas 100 pulsaciones por minuto (al ritmo del Ah, ha, ha, ha, stayin’ alive, stayin’ alive) y con una profundidad de cinco a seis centímetros.

Debido al importante esfuerzo físico que supone, lo ideal es que varios reanimadores se turnen de manera coordinada cada minuto. El boca a boca no es tan importante al considerarse que el oxígeno presente en el cuerpo es suficiente durante los diez primeros minutos. La ventilación tan solo habría que hacerla si estamos seguros de que la estamos realizando bien o si se han superado los 10 primeros minutos. Si no sabemos realizarla, es preferible no parar cada 30 compresiones para realizar dos insuflaciones, ya que se produce un momento de pausa y es muy difícil recuperar el ritmo. Se estima que hace falta entre 11 y 14 compresiones bien hechas para que empiece a moverse la sangre. “Es preferible que cada maniobra que hagamos sea efectiva”, aseguró Reyero.

Después, habría que continuar realizando la reanimación y esperar la llegada de un desfibrilador (cuyo uso es muy intuitivo) y de la ayuda especializada. Podemos plantearnos ir a por un desfibrilador antes de iniciar la reanimación si sabemos dónde se encuentra y podemos realizar el trayecto de ida y vuelta en menos de cinco minutos. En este sentido, el Servicio Navarro de Salud y la organización El ABC que salva vidas han desarrollado la aplicación Rápida, que muestra en un mapa los desfibriladores más cercanos.