DIARIO DE NOTICIAS ofrece el domingo a la venta con el periódico el libro Los fugados del Fuerte de Ezkaba, una cuarta edición que en realidad se ha convertido en un libro distinto, con el mismo título, pero con todas las novedades que recoge el autor tras años de una intensa y exhaustiva investigación.

Presenta una nueva edición del libro, la cuarta, ¿hay novedades sobre las anteriores?

-Respecto a la primera edición, es un texto irreconocible por los nuevos datos que se aportan, se han ido desvelando la existencia de dos fugas previas que fueron fallidas en 1936, el proceso de localización, exhumación e identificación de fugados fusilados, el conocimiento de las rutas de los fugados hacia la frontera€ Aunque la anterior edición se agotó hace más de un año, he esperado a cerrar investigaciones antes de presentar este nuevo texto, plagado de nuevos datos procedentes de archivos militares y otros, como los informes que envía la embajada británica a su ministro, en donde escriben que a los capturados se les fusilaba sin más trámite.

Cada vez que se habla de la fuga uno de los primeros comentarios obligados es expresar el silencio que ha rodeado este episodio.

-Mira, la primera exhumación de fugados, se realizó en 2015 cuando se exhumó una fosa en Elia, valle de Egüés, con tres escapados que fueron allí fusilados. ¡Setenta y siete años después de su ejecución! El silencio rodeó esta degollina, en la que 206 fugados fueron capturados, ejecutados y enterrados in situ. Entre los devueltos al fuerte, 14 fueron fusilados en la Ciudadela de Pamplona como organizadores, y otros 45, de entre los que fueron capturados, murieron en el fuerte hasta el año 1943. Son cifras escalofriantes.

Sorprende que, por su envergadura, no haya tenido un mayor eco.

-En aquel momento no fue así. Tuvo una notable repercusión mediática. El New York Times le dedicó tres reseñas en aquel mayo de 1938, más que lo que haya dedicado en otros momentos a los Sanfermines. Luego se impuso el silencio, pero no solo en la prensa, por razón de otras urgencias, sino también entre presos, escapados y sus familias. Pilar Marinero, que vino a Pamplona en 2013 para conocer el Fuerte donde había estado encerrado su padre y desde donde escapó y llegó a Francia, contaba como murió sin confesar ese episodio de su vida. Se exiló en México y nunca contó nada.

¿Y las familias de los fugados fusilados?

-Hace unos años vino desde Castilla un familiar, ya mayor, interesándose por los pormenores de la evasión. Después de la visita al Fuerte me confesaba: "no supe hasta hace poco tiempo que mi abuelo había escapado y que había muerto en la fuga". Y añadió: "estoy jubilado; me retiré como teniente coronel del ejército". Las familias nunca fueron notificadas de su muerte.

Eso ha cambiado.

-Sí, claro, en los últimos años, ha habido una auténtica eclosión, un gran interés ciudadano en conocer más sobre esta evasión, ocurrida en la puerta de nuestra casa y tan desconocida. En ese sentido, también yo me siento deudor de la obra de Félix Sierra e Iñaki Alforja, La gran fuga de las cárceles franquistas, donde entrevistaban a antiguos presos y supervivientes de la escapada.

¿Ha encontrado resistencias a la hora de aportar testimonios sobre aquel episodio, del que tanta gente mayor en esos valles fue testigo presencial?

-La sensación es que en estos años se ha roto con un silencio de muchas décadas. Por poner un ejemplo: después de la exhumación de fugados en Leranotz, en una comida familiar en Larrasoaña, Paulina Linzoain cuenta, a sus 90 años, que ella conoce otra fosa cercana al cementerio del pueblo, donde efectivamente se exhuman los restos de cuatro fusilados en 2018. Categórica, Paulina aseguraba conocer el lugar exacto, pues uno de los que abría la fosa era su padre. Esto fue una constante: siempre eran vecinos quienes enterraban a los fusilados. Esta confesión tiene un emotivo epílogo: en 2020 llega desde Valladolid Paula De la Fuente, de 93 años, hija de Emiliano, uno de los cuerpos, identificado por su ADN, que vio a su padre siendo una niña y ahora lo lleva de regreso a casa. Paula y Paulina, hasta ayer unas desconocidas, se fundieron en un abrazo y quedan hermanadas. Como en este caso, son muchos los que entonces fueron niños testigos de fusilamientos, quienes han aportado la localización de fosas. Desde 2015 se han exhumado, con el impecable trabajo de la Sociedad Aranzadi, catorce fosas con restos de 54 de estos fusilados, y de ellos, se han identificado, por su ADN, ocho de ellos. Cuatro de ellos son navarros: Vicente Mainz (Vidángoz), en la fosa de Elía, valle de Egüés; Andrés Zudaire (Azagra) en Urtasun, y Francisco Lecea (Mendavia) y Máximo Sainz (Desojo, aunque vecino de Gasteiz), ambos en la fosa de Olabe.

¿Las condiciones de vida en el penal explican el intento desesperado de escapar?

-Allí se moría, era un lento morir. Se han descrito las condiciones extremas de vida, el hambre, las enfermedades, el frío€ Después de la fuga, un nuevo director del penal informa que han instalado más de 500 cristales en los edificios. ¡Hasta ese momento, las ventanas no contaban con la mínima protección!

Siempre se ha dicho que les dejaron salir para luego matarlos. ¿Es un bulo o hay algo de cierto?

-Ese bulo quedó grabado a fuego en aquella generación y nada cambiará su percepción, pero el plan de evasión se gestó entre un grupo de presos y sin apoyo externo. Hay sobrada documentación sobre ello. El bulo, muy arraigado, se explica por las sacas de presos para ser fusilados que se hicieron desde el Fuerte en 1936 y 1937. Con una férrea censura y sin posibilidad de conocer otra versión, se interpretó que había sido una fuga consentida para matarlos, a modo de las ejecuciones anteriores. Prueba de que no fue una fuga consentida es que el director del penal y el jefe de la guarnición fueron encarcelados, y el gobernador militar fue destituido, algo que tampoco se hizo público.

¿Silencio impuesto por la censura?

-Los mecanismos del silencio son más complejos, pero la censura fue una herramienta central. Antonio Lizarza, organizador del requeté navarro, escribió en 1953 Memorias de la Conspiración, en la que cuenta con toda impunidad los preparativos del levantamiento contra la República. Habla de las fábricas de bombas que dirigían cuatro párrocos, entre ellos Solabre, el de Berriozar, quien, a su vez, era capellán en el Fuerte. Para la segunda edición, ese comprometedor dato desapareció del texto. No podía quedar resquicio para la verdad.

Una edición revisada, se dice en portada ¿Cual consideras que es la principal aportación?

-Es difícil resumirlo en cuatro líneas, pero, por ejemplo, doy respuesta a una de las incógnitas que quedaban pendientes, el porqué de tan alta mortandad, porqué los mataron. La versión oficial fue que los fugados hicieron frente a las fuerzas de persecución, que no se sostiene. La explicación la encontré en la documentación del Estado Mayor franquista, que envió esa misma noche del 22 de mayo de 1938 a dos altos oficiales para conocer de primera mano que había sucedido y para dirigir la persecución. Por cierto, que al mando de este operativo -eso sí, en la sombra, estuvieron dos aristócratas. Enfrente, una legión de jornaleros. Un verdadero croquis de los bandos enfrentados.

El pasado mes de marzo se exhumaron en Berriozar los restos de un grupo de presos provenientes del Fuerte. ¿Eran también de fugados?

-Sí habían intentado fugarse, pero no pertenecían a la fuga de mayo de 1938. Me explico: en noviembre de 1936 fusilaron a 25 presos, la mayoría anarquistas, pertenecientes a CNT, que habían intentado evadirse; son los que ahora han sido desenterrados por la Sociedad Aranzadi.

¿Por qué es importante la Memoria Histórica?

-Una de los programas del Instituto Navarro de Memoria más dignos de aplauso es el de Escuelas con Memoria para llevar a las nuevas generaciones el conocimiento de hechos, como esta fuga, que a nuestra generación nos fue ocultado. De eso se trata.

¿Qué se puede hacer, a futuro, con el Fuerte?

-La fortaleza es una proeza de la ingeniería militar, pero lo que despierta interés es su periodo como penal. Un primer paso sería su trasferencia al poder civil, como se hizo hace décadas con la Ciudadela, pero las reticencias para este traspaso, me da la sensación, vienen más del Gobierno de Navarra que del Ejército, por el temor a los gastos que pueda conllevar su mantenimiento. Sus dimensiones impiden su rehabilitación y su distancia de la ciudad, ubicada en lo alto del monte, su reconversión. El destino natural es el de un Centro de Memoria en lo que fue el cuerpo de guardia, bastante bien conservado, y visitas guiadas por un recorrido acotado y seguro, propuestas que no tienen por qué suponer un desembolso disparatado. A cambio, la ciudad ganaría un atractivo potente.

¿Tuviste parientes presos en el Fuerte? ¿De dónde viene tu interés por este tema?

-No, en su caso, entre los perseguidores. Dos hermanos de mi abuela estaban de retén en el hospital carlista Alfonso Carlos, que estaba en el Seminario, y que participó en el operativo. El interés me viene como montañero. Me preguntaba, con otros amigos, qué caminos debían haber tomado los 795 escapados si hubieran tenido en la puerta del penal un par de mugalaris esperándolos. Con el tiempo, diseñamos lo que ahora es el GR 225, ruta de los fugados a la frontera, del que el Instituto de Memoria es titular.

La sensación que hay es que los fugados eran desconocedores del terreno, que estaban perdidos en su huida, ¿es así?

-Había un predominio de castellano-leoneses, un 47%, gallegos, que eran un 23%...pero también había un centenar de vascos. Bizkainos eran buena parte de los organizadores, como Pico o Alzuaz, que procedían de la Margen Izquierda bilbaína; había guipuzcoanos, como Ramón Areta, de Eibar, monolingüe en euskera, a quien tienen que poner traductor en el sumario; o alaveses, como el más joven de los evadidos, Máximo Sainz, quien cumplió los 18 años la víspera de ser fusilado en Olabe, fosa en la que ha sido identificados sus restos. Navarros escaparon 19, de los que diez fueron fusilados. Muy pocos de ellos podían tener conocimiento previo de esos montes.

¿Pudieron los fugados contar con guías para poder pasar a Francia?

-Rotundamente no. La fuga se planeó en las celdas del Fuerte y sin apoyo exterior, pero quienes escapan, andan de noche guiándose por las estrellas y se dirigen al norte, hacia Erro, Sorogain, y ahí están esos caminos que llevan a la frontera, usados cotidianamente por estos caseríos. Los que cruzaron la muga citan a estos pastores dándoles un trozo de pan e indicándoles el camino. Coinciden en el mismo espacio geográfico, poco poblado del Kinto, propicio para todos los que pretendían pasar la frontera sin ser vistos, tanto por el contrabando fronterizo como por el paso clandestino, antes y después de la evasión.

En conclusión, el apoyo que recibieron los fugados no estuvo previamente planificado.

-Así es. Hay una anécdota curiosa. Antxon Bandrés, fundador de la Federación Vasco-Navarra de Alpinismo en 1924, subió a los montes con pastores de Sara, el 26 de mayo, buscando fugados que ayudar a cruzar la muga, hecho que fue detectado por los servicios de inteligencia franquista.

Fugados, contrabandistas, paso clandestino de la frontera€ son historias que atrapan.

-Las rutas hacia la frontera es otro de los aspectos que más novedades presento en esta edición, pues en estos años he ido investigando borda a borda, y ese trabajo de campo ha dado sus frutos, constatando la presencia de estos fugados en Zilbeti, Agorreta o Erro. Jovino Fernández, el fugado que llega a Urepel, necesitó trece días; en realidad, trece noches, que era cuando avanzaba. Se guiaba hacia el norte por las estrellas y le conducen hacia la regata de Urepel, donde ahora termina el GR 225. Esa duración es prueba de que no contaba con guía alguno, pero los caminos que recorre son habituales para los pastores. Había una asentada ruta de contrabando y paso clandestino entre Agorreta y Urepel, del que documento varios casos, como el del dirigente del Frente Popular Jesús Monzón cuando escapa en el verano de 1936.

En la portada aparecen cuatro pequeñas figuritas, ¿simulan los presos que escapan y logran pasar la frontera?

-Bueno, son tres figuritas de escapados mientras corren, referencia a los tres que alcanzaron la frontera y una cuarta, más desvaída, en gris, que hace alusión a un posible cuarto fugado que llegó a la muga, pero que no quedó documentado.

¿Insistes en que hubo un cuarto fugado que quedó sin identificar y alcanzó la frontera?

-Resultaría patético defender esta hipótesis de una manera numantina. Lo que me limito es a poner sobre el papel los innegables indicios sobre su existencia, con base en documentación de la época y que sea la lectora, el lector, quien juzgue el crédito que le merece.

Se conocen los nombres de tres fugados, Jovino Fernández, José Marinero y Valentín Lorenz, que consiguieron llegar a Francia. ¿Quién fue ese cuarto fugado?

-Documento el descontrol que hubo en la contabilidad de los presos: un millar de presos, llamados gubernativos, oponentes a la sublevación de Franco, socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas€que fueron conducidos al Fuerte y que no fueron registrados. Este descontrol y su ocultación fueron letales para conocer la verdad. De hecho, al margen de ese cuarto fugado, hubo otro que escapó hasta Asturias, que fue el último ejecutado, tres meses después de escapar, sin que se haya conocido hasta que aparece en el Archivo Militar Pirenaico y es confirmado en otros dos documentos. Solo cabe documentar lo que pasó y luego cada cual saca conclusiones.

Sus frases

"Había una asentada ruta de contrabando y paso clandestino entre Agorreta y Urepel""Las Escuelas con Memoria acercan a las nuevas generaciones hechos como la fuga que a nosotros nos fue ocultado""No fue una fuga consentida, de hecho el director del penal y el jefe de la guarnición fueron encarcelados""Los que cruzaron la muga citan a pastores de Sorogain y Erro dándoles un trozo de pan e indicándoles el camino"