¿Qué siente al ver que Goizargi cumple 20 años?

-Tengo una sensación muy gratificante por dentro, de mucho orgullo. Que generes una semillita de algo y veas la evolución que ha tenido es increíble. Goizargi surgió del dolor y mi idea era: si esto puede servir para que alguien se duela de una manera diferente, será suficiente. Y luego pasan los veinte años y creo que se le ha podido aportar esa semilla a muchas personas para que se duelen de una forma distinta. La palabra es orgullo y también incredulidad y sorpresa por haber llegado hasta aquí. Y mucha gratitud por todas las personas que han ayudado para que hoy estemos donde estamos.

¿Cómo fue iniciar en 2002 este pionero proyecto?

-Era novedoso y raro. Yo era muy joven, tenía solo 21 años. Honestamente, Goizargi no fue una idea mía. Es una idea de mi madre, que un día en casa y viviendo su tránsito se le ocurrió. Ella en aquel momento no tenía la fortaleza o la capacitación y yo cogí las riendas. Son 20 años, es mucho recorrido y ha sido una pelea complicada a veces. Ha habido momentos de pensar en tirar la toalla porque los recursos económicos siempre son necesarios y hay que tocar muchas puertas y creérselo mucho para que la gente te siga ayudando.

¿En qué momento se encuentra ahora Goizargi?

-Dimos un cambio brutal hace cinco años. Modificar la sede y que el Gobierno creyera un poco más en el proyecto fue muy importante porque Goizargi durante muchos años estuvo en lugares vamos a decir curiosos. Estos años de pandemia ha habido un crecimiento muy potente. Yo creía que ya estábamos en un momento de meseta pero, viendo los datos, seguimos con un crecimiento que a veces da hasta un poco de vértigo.

¿Cómo ha afectado la pandemia al proceso de duelo?

-Durante la pandemia, me parecía que estábamos viviendo un duelo social. Eso que nos pasa a la gente que hemos vivido duelos, que de repente te llevas un impacto ante una noticia y te encuentras con una realidad y un mogollón emocional es lo que vivimos todos. La muerte pasó a tener un espacio importante tanto a nivel verbal como emocional en muchos casos. Pero, a día de hoy, la realidad es que todos nos hemos olvidado un poco de todo esto. No dudo que hemos aprendido alguna cosa, pero seguimos teniendo ese concepto de muerte un poco escéptico. Parecía que la muerte estaba muy cerquita y ahora se nos ha vuelto a olvidar un poco. Aprendemos, pero muy poco a poco y nos sigue faltando mucho.

¿Cómo ha cambiado el duelo en estos 20 años?

-Yo me caracterizo por tener una forma de verlo muy crítica, pero sí ha habido cambios. Hemos ido intentando utilizar palabras diferentes e implicar a la sociedad porque hay muchas veces que intentamos ayudar y lo hacemos regular. Tenemos muy poca educación emocional en general y todavía menos sobre la muerte. Creo que sí ha habido un cambio importante y que, por lo menos, ahora somos una sociedad que quiere mirar más estas cosas. Pero, al mismo tiempo, somos una sociedad a la que nos dan mucho susto la muerte, el dolor y las pérdidas.

¿Qué queda todavía por mejorar?

-La frase que utilizamos simbólicamente en Goizargi es dar luz al dolor, que para mí es una definición muy buena de esto. Creo que se trata de dar un espacio social, individual, familiar y en el trabajo para que tengamos la posibilidad y el permiso de mostrar el dolor y sentirlo. El duelo es un proceso. No vamos a conseguir cambiar el dolor de los demás porque el dolor es y necesita un espacio para ser. Creo que la palabra clave es espacio. Entender que necesita tener un proceso de maduración. Es como una fruta. Queremos ser muy rápidos y que el dolor desaparezca cuanto antes, pero no tenemos derecho a quitar el dolor de los demás, tan solo de acompañar.

En una sociedad cada vez más veloz, ¿falta tiempo para el duelo?

-Sí. Queremos hacer a veces duelos breves. Validamos la prisa y lo que entendemos como bienestar. Pero, ¿qué es estar bien cuando ha muerto tu hijo? Porque si estar bien cuando ha muerto tu hijo es hacer una vida normal como entendemos que hacías antes... yo no lo veo así. Nos contamos que queremos estar de la misma forma que estábamos antes que perder a alguien, pero eso no es viable. Igual nos ayuda compararlo con lo orgánico. ¿Qué es estar bien después de que te has dado un golpe con un coche? Que te duela, que tu cuerpo se amorate y que necesites un tiempo de recuperación y de sanación. Nadie viene y te dice: vamos de fiesta, que te vas a sentir mucho mejor. Dependiendo del impacto, el amoratamiento y la necesidad de la persona es diferente.

Una de las frases que yo más repito aquí es no tengo que nada. Hago lo que puedo con lo que tengo. Cada persona vive sus procesos de duelo como puede y es un proceso humano, natural y normal.

¿Cómo se acompaña desde la sociedad por amigos o familiares?

-Creo que, en general, se acompaña regular. Creo que vamos aprendiendo y que la existencia de entidades como la nuestra por lo menos hacen repensar un poco las cosas. Pero creo que seguimos tirando mucho de esa creencia errónea de frases hechas o de decir: bueno, ya verás como después vas a estar bien o venga, no tienes que estar mal o vamos por ahí, ya verás cómo vas a estar mejor y son cosas que en realidad no ayudan. Son frases hechas, creencias establecidas. Creo que es importante llevarlo a la reflexión individual. ¿Cómo te gustaría a ti que te acompañaran? Decirle a una persona que está triste que no tiene que estar triste es la peor forma de ayudar.

¿Sigue siendo la muerte un tema tabú?

-Para mí no lo es porque estoy todo el día trabajando con el dolor y con la muerte, pero creo que somos una sociedad que tiene mucho susto. Da esa sensación de que mejor no hablamos de esto. Tenemos la tendencia a la evitación. No queremos mirar y jugamos un poco como los niños cuando juegan al no estoy. A veces tenemos un pensamiento en ese sentido un poco infantilizado. Tener una madurez hacia la muerte implica mirarla y es algo que a veces no queremos hacer.