Difícilmente olvidará la fecha del 18 de junio de 2020. El inspector David González, jefe de sección de la Brigada Provincial de Policía Judicial de la Jefatura Superior de Policía de Navarra, se encontraba en su domicilio cuando sobre la medianoche recibió una llamada del trabajo. "Me dijeron que un varón se había subido a una grúa en la calle Padre Moret, que tenía problemas psquiátricos y que podía suicidarse".

El agente, encargado de los casos críticos en los que se requiere la actuación de un negociador, se movilizó rápidamente mientras recopilaba la información personal del joven, sin imaginar que tardaría más de 22 horas en resolverse la situación. "Sentí euforia cuando bajó de la grúa y lo redujimos. Hubo momentos de máximo peligro, no de que se tirase, porque después de tantas horas parecía claro que no quería quitarse la vida, pero sí podría haberse resbalado y el final habría sido seguramente su muerte".

Natural de Lerín y psicólogo licenciado, González contactó inmediatamente con el joven, de origen marroquí y nacido en Barcelona. "Previamente había revisado su perfil y sabía que tenía una hija de 13 años en Barcelona. Podía ser un buen gancho. También me informé de si tenía padres, trabajo... Supe que vivía en Burdeos, donde llevaba dos años trabajando y que había tenido un brote psicótico estando allí porque llevaba tiempo sin tomarse la medicación".

MIEDOS IRRACIONALES

Los miedos irracionales del joven "a que lo matase la Policía y a que lo extraditaran", como consecuencia de su estado mental, fueron los dos obstáculos que debió enfrentar en todo momento el equipo de negociadores liderado por David González, e integrado por otros dos especialistas llegados desde Logroño y Madrid. "Yo fui la cara visible de la negociación, pero junto a mí estaban mis compañeros, el psicólogo del Gobierno de Navarra, bomberos o los agentes de la Policía Municipal que se encargaron de cortar la calle".

Durante las primeras horas de la negociación, las que transcurrieron desde la 0.30 horas hasta el amanecer del viernes, David González intentó establecer una conexión con el joven, que se desplazaba de la zona del mástil de la grúa, a menos altura, hasta el contrapeso de hormigón, situado a unos 40 metros. "Yo tenía que ir del andamio que había en un edificio, en la zona en la que podía hablar más cerca con él, hasta la azotea del inmueble adyacente. Ahí era más difícil hablar con él, tenía que comunicarme a gritos".

"ESTOY AQUÍ PARA AYUDARTE"

El mensaje insistente durante esta fase fue que "estoy aquí para ayudarte, dime qué necesitas. Y él se fue abriendo, me habló de su hija. Vi que la quería y ese fue un gancho para usarlo a favor de que no se tirase. La hice preguntas abiertas para que él hablase y hablase, y de ese modo apartaba de su mente las ideas autolíticas y también creaba empatía con él, una sensación de amistad, para pasar a la segunda fase, la de la influencia".

El negociador estuvo "unas tres horas escuchándole de forma activa, hasta que conseguí que bajase de la zona alta de la grúa hasta el mástil, donde la comunicación era más fácil". Sin embargo, a pesar de repetirle "unas 40 veces de que nadie quería matarlo ni extraditarlo, a la media hora me decía que yo le quería matar y volvía a subirse a la parte más alta de la estructura", por lo que el negociador debió en todas esas ocasiones cambiar de edificio para restablecer el diálogo.

BEBIDA, COMIDA Y UN CIGARRO

Para estrechar el vínculo, el especialista de la Policía Nacional le ofreció agua, comida e, incluso, tabaco. "Es una forma de aumentar la compenetración. En ese momento empecé a negociar ofreciéndole un bocadillo y él me propuso tomarnos un café en una cafetería. Ahí creí que ya estaba la situación controlada, pero nuevamente reaccionó negativamente: "¿Pero tú no querrás matarme?".

Los negociadores intentaron tentarle ofreciéndole comida que colocaron en la parte baja de la grúa. "Aunque hizo varios amagos de bajar, al final desconfiaba y volvía a subir a la parte más alta de la grúa. Entonces me di cuenta de que iba a ir para largo y pedí apoyo de mis compañeros negociadores".

RACIONAMIENTO DE LA BEBIDA

Tras descansar brevemente, David González volvió a la grúa sobre las 10.00 horas. Al ver que el joven reaccionaba positivamente a los ofrecimientos de bebida, los negociadores decidieron racionársela "para no saciarle. De esa forma también le obligábamos a bajar más veces". Aunque se barajó un acción táctica, se descartó. "Era peligrosa y su reacción podría haber sido saltar".

El momento más crítico ocurrió pasadas las 20.30 horas, cuando el varón se situó en el extremo de la grúa. "Se puso a rapear usando las palabras que le decíamos, como un bertsolari. Vimos que en ese momento nos usaba como espectadores y nos retirarnos". Minutos después de las 22.00 horas, cuando empezaba a llover y "fruto del cansancio y la incomodidad" descendió hasta una terraza y fue reducido, antes de ser trasladado al hospital. "Sentí euforia cuando bajó. Ha sido la actuación más difícil a la que me he enfrentado como negociador y creo que entre todos le salvamos la vida".