La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra ha condenado a 16 años y 8 meses de prisión a un vecino de Pamplona de 32 años, de origen colombiano,por haber raptado, violado e intentado asfixiar a su expareja sentimental en noviembre de 2019, la retuviera durante dos días en su vehículo y fuera liberada una vez que la Policía Nacional le interceptó en Castellón, en la carretera entre Vinarós y Benicarló y la víctima pudo pedir auxilio.

El acusado tendrá que indemnizar con 18.000 euros a la víctima por los daños morales causados y tendrá que cumplir una orden de alejamiento respecto a la mujer durante 20 años. Le condenan a 5 años por detención ilegal, a 9 años por agresión sexual, a 11 meses por maltrato ocasional y a un año y nueve meses por amenazas. La sentencia es recurrible ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Navarra (TSJN).

El acusado, que ya tenía una condena firme por un delito de violencia machista en 2012, comenzó una relación desde junio de 2019 con la víctima, de 44 años y que tiene dos hijas de un primer matrimonio. La mujer convivía en ocasiones con el procesado en el piso de este y ya a los dos meses de haberse iniciado la relación habían tenido algún incidente de relevancia, si bien ella no lo denunció porque "decidió perdonarle y tenía miedo".

El 8 de noviembre de 2019 la mujer estuvo con sus dos hijas durante la tarde y con el procesado y regresó con las menores a la vivienda familiar a las 22:00 horas. Retornaron en el coche de ella y él las dejó en el portal porque estaba lloviendo y le manifestó que le dejaba las llaves en el buzón. Al entrar la mujer en el domicilio se percató de que su exmarido, con el que seguía viviendo en el domicilio familiar, no se encontraba en el inmueble y se lo comunicó al acusado, que era entonces su actual pareja.

Este manifestó su disgusto por dicha situación y a partir de ahí se inició una discusión telefónica en la que la denunciante le manifestó al acusado que daba por rota la relación,

Aun así, al día siguiente, sábado 9 de noviembre, la víctima tenía que acudir a su trabajo a las 7:00 horas y se encontró nada más salir del inmueble con el procesado, que le esperaba en el coche de ella estacionado en doble fila. Él le dijo que le acercaría al trabajo y que de paso hablarían. Sin embargo, el encausado puso el vehículo en marcha y no siguió la ruta adecuada, por lo que la mujer se lo recriminó. A partir de ahí él empezó a amenazarla de muerte y le empezó a decir que "le trataba como un perro, que la noche anterior no se había querido ir a dormir con él y que no iban a ir al trabajo porque ahora te voy a matar", consta en la sentencia.

La víctima comenzó a suplicarle que parase el vehículo, que la iban a despedir y que podrían hablar más tarde. Pero el procesado no hizo caso de dichos ruegos y, de manera despectiva, le dijo: "pues te jodes, yo ya he perdido bastante con esta relación". De esta forma prosiguió en el coche, en contra de la voluntad de la mujer, hasta un paraje aislado en Quinto Real, donde finalmente detuvo el vehículo.

Allí obligó con violencia a la víctima a pasar a la parte trasera del vehículo y a pesar de las súplicas y los lloros de la mujer, la sujetó fuertemente, la agarró del pelo de modo violento y la terminó violando. A continuación, y lejos de calmarse, el acusado le manifestó a la víctima: "me ha hecho mucho daño la propuesta de la noche anterior, esto no va a quedar así y te voy a asfixiar". Fue entonces cuando empezó a estrangularla contra el cristal del coche hasta que la mujer perdió el conocimiento. Después de un tiempo, la víctima recuperó la consciencia pero siguió su calvario. El procesado le volvió a decir "te voy a matar" e intentó asfixiarla de nuevo hasta que la mujer perdió el conocimiento de nuevo.

A última hora de la tarde del sábado, la víctima se despertó y se encontró en el vehículo tumbada en el reposapiés trasero y con las manos atadas a la espalda. El acusado le había retirado el teléfono y la tarjeta de crédito. Luego se dirigió a una gasolinera y pidió que le llenaran de combustible una botella de agua y luego finalmente acercó el vehículo hasta la estación de servicio, ocultando a la mujer para que no fuera vista. Ambos pasaron la noche en el interior del turismo.

Al despertar a la mañana siguiente, sobre las 6:30, la mujer trató de convencer al acusado para que regresaran a casa pero este se negó de manera contundente y siguió conduciendo en dirección a Tarragona haciéndolo siempre por carreteras nacionales o secundarias. Ella siguió atada en muchas partes del trayecto y su teléfono ofreció su último posicionamiento en la provincia de Huesca.

Durante todo el tiempo que estuvo retenida, la sentencia expone que ella se sintió atemorizada por las constantes expresiones que le dirigía el acusado, tales como "te voy a matar", viéndose impedida para pedir auxilio. Aunque descendiera del vehículo en dos ocasiones, la víctima estaba convencida de que si decía lo que estaba pasando, el acusado la mataría a ella y a la persona que intentara ayudarla. A lo largo de ese domingo, segundo día de rapto y fuga, la víctima recibió varias llamadas en su móvil por parte de la Policía Nacional y de la madre del acusado y también efectuó otra a su exmarido. En dichas conversaciones, la mujer trató de responder con aparente normalidad "ante el termor extremo que estaba experimentando y la situación de peligro en la que se encontraba".

Fue a las 21:20 horas del domingo cuando el vehícuo que conducía el acusado y en el que raptaba a la víctima fue interceptado por dos agentes de la Guardia Civil. La detención del vehículo se produjo después de que la sala 091 de la Policía Nacional de Pamplona recibiese una denuncia por la desaparición de la mujer. El acusado preguntó por qué le habían parado y los guardias le manifestaron que tenía una luz de freno averiada. A uno de los agentes "no le gustó la cara que tenía la mujer, apreciando como si le hubiera pasado algo", y ella le dijo en tono bajo "me han secuestrado" a lo que el guardia le respondió "tranquila, ya lo sabemos".

Poco después, dos inspectores de la Policía Nacional se personaron en el lugar y se hicieron cargo de la situación y le indicaron al acusado que abriera el maletero. En esta situación, la mujer comenzó a llorar y manifestó al policía de manera espontánea que "se encontraba retenida contra su voluntad por el hombre que es su expareja, que la ha agredido y la ha atado". En aquel momento, los agentes apreciaron en la mujer "derrames en ambos ojos, rozaduras y rasguños en el cuello y la muñeca". La mujer agradeció a los policías su intervención en varias ocasiones y les dijo que "me habéis salvado la vida, pensaba que de este día no pasaba". Posteriormente fue atendida en el hospital donde el médico forense constató que las lesiones que presentaba en el cuello, la muñeca y en la cavidad bucal eran compatible con que se hubiera ejercido una presión violenta sobre esas zonas.

La resolución, que da plena credibilidad al relato de la denunciante avalado por múltiples pruebas y testigos en contra del testimonio de él, que vino a manifestar en el juicio que se había tratado de una huida voluntaria, finalmente concluye que la víctima presenta una situación de estrés postraumático, de carácter latente.