santander - Una novela "brutal y descarnada", un elenco de actores en estado de gracia y un tándem productor-director empeñados en sacar adelante lo que para muchos era sólo "una película de catetos". Así resume Mario Camus las claves del éxito de Los santos inocentes treinta años después de su estreno.

"Cuando me planteo por qué sigue ahí, pienso en la sensación que tuve al leer la novela de Miguel Delibes, el terrible comportamiento de las personas, unas con otras, y esa especie de esclavitud consentida", señala el cántabro. Una lectura que, en su opinión, tiene plena vigencia, aunque el "señorito" de hoy "no está en el cortijo, sino en el banco". "Esa misma subordinación, humillación, sometimiento, los tenemos nosotros hoy. No hay Gobierno, sino una serie de corporaciones. Y lo que defienden es el dominio del capital frente a todo Cristo", asegura.

En aquella España rural de los años 60 que retrata la película, los sometidos eran los campesinos, el matrimonio de Paco y Régula -Alfredo Landa y Terele Pávez- y el cuñado retrasado, Azarías -Paco Rabal-. El poder residía en "el señorito" de la finca, encarnado en Juan Diego.

Los santos inocentes se estrenó un 4 abril de 1984. Ni Camus, que venía de triunfar con la adaptación de La colmena y de la serie Fortunata y Jacinta, ni el productor, Julián Mateos, daban un duro por ella. Resultó que no sólo aguantó casi un año y medio en cartel y batió récords de recaudación -casi 500 millones de pesetas de la época-, sino que también sedujo al jurado del Festival de Cannes, donde se llevó una mención especial y el premio compartido al mejor actor para Paco Rabal y Alfredo Landa.

El cineasta subraya una y otra vez que el mérito de esta película es "muy compartido", empezando por el magisterio del propio Delibes. "Es grotesco que uno presuma de hacer una película. Eres tú y otros 80. Qué hubiera sido de nosotros si no hubiera habido un tío que amaestrara los pájaros y otro que pusiera la luz". Sobre todo, a Camus le cambia la cara cuando habla de los actores: "A mí siempre me dejan alucinado. Ese vigor que tienen cuando les dan un papel bueno, como si estuviesen justificando una vida entera. Todavía hoy veo la película y digo, '¡qué barbaridad!'. Me impresionan mucho los actores, siempre me han impresionado". - Efe