Arte que fluye, que emerge; arte que provoca, que atrae, que inspira; arte que, en definitiva, vive. Y, como toda vida, muere. O, al menos, se derrite. Así lo está haciendo el proyecto creativo Fluids Navarra, desarrollado durante el día de ayer en el Museo Universidad de Navarra y que supone la reinvención del happening que creó el estadounidense Allan Kaprow en 1967. Parte de la reflexión de que cuando la frontera invisible que todavía existe entre el mundo artístico y la vida cotidiana se derrite -desaparece-, el conjunto se convierte en unidad, y obra y público caminan por fin de la mano, y según los participantes en este proyecto todavía hoy se podrá visitar lo que quede de esta obra, situada en la explanada del edificio, antes de que desaparezca para siempre.

El happening es una manifestación artística, generalmente efímera y multidisciplinar, caracterizada por la participación activa del público. Este término se acuña al artista Allan Kaprow, creador de la obra original de Fluids, una estructura realizada con bloques de hielo, construida de forma colectiva y situada en el espacio público, la cual se dejó deshelar de manera natural. Desde su creación, Kaprow pretendía que la obra se pudiese rehacer infinitas veces y una de ellas, la de ayer, fue capitaneada por Íñigo Manglano-Ovalle. El artista, nacido en Madrid, contó con la ayuda de los alumnos del Master in Curatorial Studies del MUN y con varios grupos de voluntarios para llevar a cabo esta práctica artística que disuelve los límites entre arte y vida.

Trabajo en conjunto

Rotura de la división entre arte y vida

Manglano-Ovalle tenía claro desde un primer momento que el planteamiento de este proyecto era “realizar un trabajo en conjunto”, donde todos fueran “comisarios, artistas y académicos”. El artista recordó que en 2011, al llegar a Navarra, conoció los Encuentros de Pamplona de 1972, algo que le pareció “un evento espectacular de dimensiones globales” y, por ello, decidió llevar a cabo una obra “con ese mismo espíritu”. En este sentido, escogió la obra del artista conceptual Kaprow, sobre la cual destacó: “Es un proyecto muy complicado en su sencillez, ya que se trata de construir con 400 bloques de hielo muros que hablan de la diferencia entre el mundo del arte y la vida cotidiana y, al derretirse, se rompe esa división entre arte y vida, entre obra y público; es realmente interesante”. Con este proyecto, explicó que el objetivo principal de Kaprow fue “crear momentos en los que no había audiencia, sino solo participación. Y eso es lo que ha pasado hoy”, dijo ayer, tras la finalización del happening.

El artista destacó que Fluids es una obra “con unas instrucciones muy sencillas”, en la que “lo escultórico no se encuentra ni en la forma ni en el diseño. En la creación artística, encontramos una materia que empezamos a cortar en unidades, y después recombinamos esas unidades; es lo que llevamos haciendo desde el principio de la civilización”, dijo, para añadir: “Las instrucciones que lleva Fluids son las instrucciones que llevamos todos intrínsecas a nosotros”. También, sostuvo, esta pieza permite a los participantes reflexionar sobre cuestiones críticas, tales como “¿dónde reside el arte?, ¿dónde está el trabajo?, ¿cómo se localiza el objeto?” o “¿hay objeto?”. “Todas estas preguntas se congregan en una obra que va a desaparecer, que es efímera y que, al fin y al cabo, no es objeto, sino una proposición y un acontecimiento más allá de un trabajo artístico”, agregó.

Aprendizaje

Una oportunidad “única” para los alumnos

María Díaz Banet, alumna del Master in Curatorial Studies y portavoz del grupo de voluntarios, valoró que el proyecto “ha supuesto una oportunidad de aprendizaje única. Hemos trabajado junto al artista Íñigo Manglano-Ovalle y al equipo del MUN desde la concepción del proyecto”, destacó, para añadir que “poder estar presente durante el proceso creativo ha sido una experiencia enriquecedora, no solo a nivel artístico, sino también respecto a todo lo que conlleva la gestión, coordinación y producción de un proyecto artístico de estas características”.

El coordinador del proyecto y alumno del máster, Pau Cassany, fue el encargado de detallar los entramados de Fluids Navarra. Según afirmo, lo primero que hicieron los alumnos participantes fue estudiar el proyecto a nivel teórico y, a partir de ahí, se organizaron en diferentes grupos de trabajo. “Hemos trabajado con Íñigo Manglano-Ovalle en Madrid y, paralelamente, con el Museo Universidad de Navarra”, dijo, para añadir: “Una vez ideada la parte teórica, creamos bloques a escala de madera para, en un taller con el artista, decidir la forma de la pieza y creímos que lo ideal fuera que el total recordase a un bloque de hielo concreto”. A partir de ahí, los alumnos decidieron la posición exacta de este proyecto creativo en la explanada del MUN. “Se barajaron varias posiciones, si quedaría mejor en paralelo, en diagonal... y finalmente apostamos por una posición que permitiera ver la pieza nada más acercarte al Museo; que fuera lo primero que viera el visitante”, añadió.

Y, desde luego, durante prácticamente todo el día de ayer este gran bloque de hielo -cada vez más pequeño- fue lo primero que se vio al pasear por los alrededores del MUN, y quien se dé prisa hoy es posible que vea lo que queda de esta pieza en la que todo lo que ha ocurrido a su alrededor se ha convertido en arte.