pamplona - Más que un viaje -sin retorno-, Caída del cielo es un descenso. Es el descenso de una mujer, Rocío Molina. Un descenso, además, que le lleva a caer, literalmente. “Aprendí a hacerme amiga del suelo y a ver el nacimiento del movimiento desde ahí”, explica la bailaora. Y sobre el escenario va más allá y también celebra que su baile nace entre sus ovarios y esa tierra que patea. Celebra, dice, el ser mujer. Y es que el flamenco, asegura la malagueña, que obtuvo el Premio Nacional de Danza en 2010, “es muy de ovarios”.

Según ha relatado, el espectáculo Caída del cielo surgió a partir de ciertas imágenes de la obra El jardín de las delicias. ¿Qué fue aquello tan interesante que le sugirió la pintura de El Bosco y hacia dónde le fue transportando?

-Todas las partes de la obra me atraían, pero es verdad que veía cierto recorrido natural en mí a través de El Bosco y a través del cuadro concretamente. Está esa búsqueda de la percepción, por esa belleza, como algo más impoluto y algo más angelical... pero hasta el punto de que te pueda llegar a aburrir también. Y también había relación con todas mis búsquedas, que siempre han sido muy extremistas en cuanto al nivel físico y al estar muy cercana al dolor. Está esa parte de sufrimiento, porque el flamenco también va muy ligado al sufrimiento... Pero Caída del cielo también tiene una parte muy alegre, como si se tratase de una explosión de vida y de estar más viva, a su vez estando más cerca de la muerte también (risas).

Se trata de una obra en la que literalmente cae al suelo, estableciendo una relación especial en cuanto a baile, movimiento y superficie. ¿Cómo se enfrentó al reto de aprender a caer?

-Se trata de un proceso en el que, en un principio, no tenía técnica ninguna, ya que no hago técnica contemporánea porque no soy bailarina contemporánea. Así que simplemente me protegía las rodillas y los codos para caer como me pedía el cuerpo y éste ya no me pedía sólo rematar como se puede rematar en el suelo... Consistió en acostumbrar al cuerpo, ya que es verdad que el cuerpo del bailaor o bailaora no está preparado para caer al suelo y levantarte, sin zapateado... Era un conflicto sobre todo de concentración, desde una relación con el suelo muy percutiva y también un poco más violenta. Finalmente hice una trabajo contrario, en el que me ayudó la coreógrafa Elena Córdoba, y con el cual aprendí a hacerme amiga del suelo, a tomar también una gran flexibilidad y poder ver el nacimiento del movimiento desde ahí. Es ver el movimiento que nace desde el suelo como todo lo contrario: muy placentero y muy bello. Al fin y al cabo, el flamenco consiste en jugar con esa dualidad: entre el dolor y el placer.

En este descenso que experimentamos a lo largo de la obra, podemos hablar, como ha dicho, de una celebración: la de ser mujer. ¿Qué papel juega el lado femenino en Caída del cielo, hasta el punto que ha llegado a afirmar que nace de la relación entre sus ovarios y la tierra que patea?

-Parte de una frase que me dijo una mujer que estaba en la cárcel, y que sigue estando, porque no va a salir nunca de ella... Entonces le pregunté que de dónde sacaba la fuerza y ella se señaló sus ovarios y me dijo que partía de ahí. Me sentí muy relacionada, no sé por qué, quizá por el gesto... Pero quizá también porque realmente el flamenco es muy de ovarios y para mí el centro de la energía en el flamenco está en esa zona. Además, por entonces a partir de ahí se iba desarrollando un deseo, que era el de ser madre... Y tomaba mucha importancia todo esto, en concreto toda esa zona de los ovarios también, vista como otro lugar para dar vida.

Sobre el escenario, ¿de qué forma celebra el hecho de ser mujer y cómo es esta explosión de vida?

-Siendo libre y también defendiéndonos de todos los sudores absurdos de la sociedad. También está en poder seguir hablando con la misma libertad, o quizá hablar del placer, el quitar tabúes, poder enseñar la auténtica belleza... Por ejemplo, como una gran menstruación, que entiendo que se debería de ver como algo más bello, pero en cambio se entiende como un horror. Las mujeres estamos preparadas para dar vida y tendríamos que celebrar eso cada vez. Se trata de derribar estigmas y más que nada todas las redefiniciones que existen, sobre todo hacia la mujer y a la hora de querer expresarnos y querer ser libres.

En cuanto a libertad, uno de los sellos de su trabajo está en el ahondar en las raíces del flamenco y a su vez, enfrentarlas a otras maneras y otros lenguajes artísticos contemporáneos. ¿El flamenco no puede, pero tampoco debe ser domesticado?

-A ver, está muy bonita la tradición flamenca, pero es que antiguamente el flamenco era muy libre también... Lo que no es libre es la sociedad y actualmente tampoco, es la misma historia. Pero la verdad es que el flamenco siempre ha sido libre y es ahora -bueno, ahora y también desde un poquito antes- cuando se han puesto a decir que el cante tiene que ser de una forma, que por qué no haces el cante de tal cantaor y de tal estilo... En cambio antes se cantaba y ya, y de hecho ganaba más dinero quien inventaba algo nuevo, o quien hacia una modulación diferente. Esa es la libertad, lo que pasa que nos da miedo la evolución y también la libertad da miedo... Da miedo que cada uno tenga su criterio.

Ha mencionado la tradición flamenca y de hecho en la obra, con la mirada puesta hacia esa historia, ha recreado un cielo en el que figuran maestros como Enrique Morente, Paco de Lucía, Camarón y Carmen Amaya. ¿Son referentes que siempre están ahí?

-Sí, es cierto. En el espectáculo hemos creado nuestro propio Olimpo y ahí es donde están estos grandes dioses... Sí que ellos siempre vienen conmigo, de una manera o de otra me acompañan.

En el plano musical, Caída del cielo cuenta con el cante tradicional, milongas, bulerías y rondeñas de la mano del cantaor José Ángel Carmona y un buen elenco de músicos. ¿Cómo transforman el cante y la música tu baile?

-Primero de todo, siendo muy buenos músicos y muy buenas personas (risas). Todos confiamos mucho en el trabajo de cada uno y ellos confían mucho en mí. Caída del cielo está basado más que nada en la confianza entre nosotros, porque al final llevamos ya casi diez años trabajando juntos y claro... Saben que siempre caemos de pie. Es por eso, supone quitarte los miedos, porque se supone que si tú estás poniendo todo tu amor y todo tu alma en tu profesión, y que si el flamenco es lo más grande para ti, todo lo que hagas desde tu verdad estará bien hecho.

Hablamos de la relación músicos y bailaora, pero desde su experimentación y reinvención continua, ¿se puede bailar el silencio?

-Se puede, se puede... Aunque para mí es muy difícil y llevo muchos años intentándolo. Sí que lo he conseguido, pero ha sido después de hacer muchísimo ruido como para poder bailar luego el eco. Yo soy bailaora de música, de guitarra y de cante, y a mí me gusta eso, pero claro que se puede bailar el silencio, aunque es muy complejo.

Esta noche actuará por primera vez en el Flamenco On Fire, festival que se ha asentado ya como una de las citas flamencas del país. ¿Qué conocía de este encuentro flamenco del norte?

-Había escuchado hablar del festival, pero es verdad que es la primera vez que voy... Así que voy a llegar con muchas ganas de descubrir el Flamenco On Fire y al público de Pamplona también.