- El actor Antonio de la Torre ha protagonizado en los últimos años dos películas en las que, con un contexto diferente, interpreta a dos hombres encerrados: La trinchera infinita, una historia sobre los topos de la posguerra, dirigida por el trío vasco Aitor Arregi, Jose Mari Goneaga y Jon Garaño, y La noche de 12 años, en la que el cineasta Álvaro Brechner narra el encierro por motivos ideológicos de los uruguayos Jose Mujica, Mauricio Rosencof y Eluterio Fernández Huidobro. “Esto es un juego de niños en comparación con lo que vivieron los ‘topos’”, manifiesta De la Torre en referencia a las similitudes entre el confinamiento que se vive en el estado de alarma decretado por el Gobierno a causa del coronavirus, y el encierro que sufrieron durante años los protagonistas que inspiraron La trinchera infinita: unos hombres que permanecieron ocultos en sus casas varios años desde la Guerra Civil ante el temor de ser apresados.

Para el actor, no existe comparación, puesto que algunos de estos hombres estuvieron escondidos más de tres décadas y algunos salieron “cuando ya eran ancianos”, y además, afirma que no tenían las “comunicaciones” que existen ahora durante la “cuarentena”, aunque reconoce que es “inevitable” que sus historias lleguen a la cabeza de quienes estos días no pueden salir de sus casas y pensar en “cómo la gente que vivió algo así sobrevivió”. Al igual que aquellos topos, De la Torre también destaca el “aislamiento” que sufrió el que fue presidente de Uruguay, Jose Mújica, junto a otros compañeros, aunque ellos estaban solos y en la situación de crisis por coronavirus la gente tiene a su “familia”.

Lo “fundamental” para el actor, y que coincide con “los consejos de los psicólogos” en la actualidad, es tener una “rutina”. “Mujica me decía que se levantaba, caminaba en la celda y controlaba las horas del día y la noche”, recuerda el intérprete. No obstante, y sin querer “frivolizar”, matiza que las circunstancias de la crisis actual son diferentes en parte de la población. “Salvo gente muy precaria, la clase burguesa medio alta como yo lo está viviendo casi de caramelo: tengo mi frigorífico lleno, luz, agua caliente, 100 metros cuadrados en los que vivimos los cuatro de mi familia, y me puedo permitir el lujo de tener una conversación por teléfono”, indica.