Gerardo Lizarraga. Artista en el exilio. Es el título de la exposición que ha abierto sus puertas en el Museo de Navarra con la intención de difundir la vida y la obra de este artista pamplonés que, tras el golpe del 36 tuvo que exiliarse a Francia, donde permaneció dos años y medios en el campo de Argelès-sur-mer, desde donde en 1942 se trasladó a México, donde continuó desarrollando su trabajo hasta artístico hasta su muerte, en 1982.

Promovida por el Instituto Navarro de la Memoria y por el Museo de Navarra, esta muestra trata de recuperar la figura de Lizarraga, realizando, al mismo tiempo, el ejercicio de reconocer "la gran tragedia" que supuso el exilio de centenares de navarros tras la sublevación militar. "Y no solo porque se rompieron vidas, familias, relaciones, sino por la enorme pérdida que supuso para la sociedad, para el territorio", ha explicado la consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno foral, Ana Ollo, durante la presentación de este evento que se completa con unas jornadas on line que se celebrarán esta misma semana, así como con visitas guiadas y un ciclo de conferencias que darán comienzo el miércoles 17 de febrero. En la misma línea, el director general de Cultura, Iñaki Apezteguía, destacó que, al igual que sucedió en otros casos, la trayectoria de Gerardo Lizarraga, cuya versatilidad y talento puso de relevancia, "no tuvo el reconocimiento que seguramente merecía por su condición de exiliado". Y eso, "es una gran pérdida", insistió.

Gerardo Lizarraga. Artista en el exilio está comisariada por Blanca Oria, una de las personas que más y mejor ha estudiado la figura de este dibujante, pintor, retratista y escenógrafo nacido en Pamplona en 1905. Desde que, hace una década, Oria y Juan Zapater descubrieran dos pinturas de Lizarraga en el Museo de Navarra y las incluyeran en una exposición colectiva, la investigación ha sido constante. La comisaria habla más bien de un viaje con varios hitos, entre los que destacan varios hitos, como un primer periplo en México, donde conocieron a los hijos del artista, Amaya y Xabier, que les abrieron el baúl de la memoria de su padre. Porque, precisamente, en un baúl se encontraban los más de 80 dibujos que el artista realizó durante su estancia en Argelès y que, según él mismo dejó escrito antes de su muerte, constituyen "la parte más importante de mi obra". También ocupan un lugar prioritario en la muestra, donde se puede apreciar la enorme creatividad que Lizarraga desplegó en un momento y en un lugar que, a priori, no resultaba alentador. Más bien todo lo contrario. Allí, en esos dos años y medio, produjo una obra "completamente distinta a lo que había hecho antes y a lo que haría después del campo". "Personalmente, creo que es su obra más creativa, seguramente porque, aunque parezca mentira, es la más libre", apunta Oria. Y sigue: "En lugar de mirar hacia fuera, durante esa época miro hacia dentro", y acompañó estos dibujos de marcado carácter surrealista con textos profundamente poéticos. El hambre, la enfermedad, el sufrimiento, el sexo, la mujer son algunos de los temas que reflejó en estos trabajos, en torno a los cuales, en los años 70 realizó algunas anotaciones que se pueden ver también en el Museo de Navarra. "En ellas explica cómo se sentía cuando pintó aquello, y eso es impagable", igual que "es impagable que guardara toda esa obra", y también la que realizó en el barco Nyassa desde el que viajó desde el Norte de África a México, compartiendo pasaje con algunos miembros del Gobierno Vasco en el exilio.

PAMPLONA, CINE

El resto de la exposición reúne, por un lado, la gran labor como retratista que Lizarraga realizó en las siguientes décadas ya en México. "A él le gustaba pintar paisajes, pero le decían que era mejor retratista", cuenta la comisaria. Y, por otro, en una sala aparte, se han recopilado algunos de los trabajos que realizó en Pamplona antes del exilio, como el cartel para las fiestas de San Fermín de 1930, entre otras ilustraciones; pero también otra de sus facetas menos conocidas, como fue su labor como escenógrafo y pintor para el cine. "Todas las pinturas taurinas que aparecen en la película Fiesta, que Henry King hizo a partir de la novela de Hemingway, son suyas", apunta Blanca Oria, que subraya, además, que antes de exiliarse a Francia, en Barcelona participó en el musical surrealista ya perdido Do re mi fa sol o en uno de los primeros intentos de llevar a la pantalla La torre de los siete jorobados, que Edgar Neville estrenó en 1944 "sin mencionar a ninguno de los dibujantes que había participado en alguna de las fases del proyecto".

Numerosos escritos, fotografías y otros materiales ordenados en vitrinas completan este recorrido por la vida y obra de Gerardo Lizarraga, del que estas próximas semanas se proyectará el documental Estrellado, de Blanca Oria, que refleja muy bien la personalidad de un hombre polifacético cuya memoria quiere ser reivindicada ahora, en su tierra.