ignos es el encuentro de dos talentos con querencia a saltarse los límites entre disciplinas y probar cosas nuevas. Los de la violista navarra Isabel Villanueva y el bailarín y coreógrafo cordobés Antonio Ruz. Ambos representarán hoy en el Museo Universidad de Navarra (19.30 horas) este peculiar espectáculo que propone un diálogo entre el sonido, el movimiento, la voz, los objetos y la luz. Aun quedan entradas.

Hace cinco años, Villanueva y Ruz no se conocían. "Coincidimos en la gala de entrega de los Premios Ojo Crítico, donde me entregaron el premio de música clásica. Antonio estaba, aunque él ganó el de danza el año anterior, y ahí nos encontramos. Él me vio tocar, enseguida nos caímos muy bien y alguien nos sugirió que teníamos que hacer algo juntos", comenta la intérprete pamplonesa, a la que la The Strad califica como "una artista que arriesga". "A mí la danza, la parte física de la escena siempre me ha atraído mucho y viendo cómo Antonio también había trabajado en varias ocasiones con músicos de diferentes géneros, un día le propuse que nos viéramos porque quería comentarle una idea que me encantaría llevar a cabo con él". En ese momento, hace aun cinco año, es cuando Villanueva compartió con el coreógrafo su interés por el compositor húngaro György Kurtág. "Le expliqué su universo creativo, que tenía un ciclo para viola solo titulado Signos, juegos y mensajes que me fascinaba, igual que su vida, porque no es solo un compositor, sino un artista completo, ya que la pintura y el movimiento forman parte de su creación". Ruz lo investigó por su cuenta, "y también le fascinó".

Ambos comenzaron "a visualizar" que se podía hacer algo con esta música, a la que la violista sumó la de Bach. "Aunque a estos creadores les separan 400 años de historia, tienen un universo creativo muy similar, son muy transparentes en su construcción sonora a nivel de espacio, sonido y silencio, y por su pureza, lo que me parecía muy interesante para hacer un proyecto de estas características", indica la intérprete. Y sigue: "Mi sueño era hacer algo donde yo pudiera involucrarme físicamente, y como Antonio me había visto tocar, también lo vio y, además, le pareció que tenía predisposición a hacer cosas locas". Y es que la audacia es una seña de la carrera de Isabel Villanueva, que siempre se lanza "a retos muy curiosos".

En aquel momento, la idea no pudo materializarse, "ya que estábamos los dos bastante ocupados y este era un proyecto de creación nueva que exigía que nos juntáramos un tiempo para ver cómo materializarlo". Hasta que en 2020 llegó la pandemia "y en marzo volvimos a hablar y decidimos que teníamos que hacerlo más que nunca". Finalmente, en verano pasaron dos semanas en Madrid, "compartiendo ideas y probando cosas", y "nos pusimos ya un plan de trabajo". Así, desde septiembre del año pasado y hasta el estreno en el Teatro Central de Sevilla el pasado 20 y 21 de febrero "hemos estado ensayando una o dos semanas cada mes".

Para Isabel Villanueva, Signos ha sido "un reto" porque le ha supuesto enfrentarse a un lenguaje totalmente nuevo "que no conocía" y que tiene que "integrar en su interpretación". "Ahora tocar se convierte en un desafío aun mayor porque debo permanecer con la misma exigencia a la vez que le incorporo una expresión física que está coreografiada; no me la invento", apunta. En ese sentido, el proceso de creación ha sido un camino de "sensaciones, aprendizajes y experiencias más complejo de lo que parece, pero muy ilusionante al mismo tiempo", agrega.

La violista y el coreógrafo coinciden en ser "muy inquietos" y en "tener las ideas muy claras", de modo que todo fluyó "de manera muy natural". Colaborar con Antonio Ruz ha sido para la navarra "un honor". "Aparte de ser un grandísimo coreógrafo y bailarín, es una persona preciosísima para trabajar. Es un gusto poder hacer proyectos que se salen de la norma, y no solo porque es algo que yo busco siempre, sino porque creo que es importante que la música clásica se acerque en diálogo con otros géneros, de modo que el público pueda vivir otras experiencias".

Sin duda, en Signos la violista nos presenta otra faceta más de su creatividad, ya que actúa "como si fuese una actriz", solo que "mis palabras son la voz de la viola". En permanente movimiento mientras interpreta la música de Kurtág y Bach, Ruz da vida a otro personaje, "del que no quiero desvelar mucho, pero que viene a aportar más datos sobre el que interpreto yo y lo complementa".

En definitiva, Signos parte de una puesta en escena y una iluminación muy cuidadas, donde la bella y compleja arquitectura sonora de las piezas y miniaturas musicales de los citados compositores interpretadas por Villanueva se fundirá con la partitura corporal propuesta por Ruz y una dramaturgia coreográfica que funde lo onírico, lo poético y lo inquietante.

Las piezas de Kurtág y Bach que interpreta Isabel Villanueva se funden con la partitura corporal compuesta por Antonio Ruz