Haciendo un guiño a aquel famoso soneto que escribió Quevedo: Érase un hombre a una nariz pegado... con Iñaki Alberdi se puede transformar en Érase un hombre a un acordeón pegado, y es que desde que con 13 años empezase a estudiar este instrumento, se ha convertido en su compañero inseparable, como si fuera una extensión natural de su cuerpo, que respira y vibra con él. Le acompaña allá donde va, y a pesar de sus cerca de 16 kilos, no pone ninguna pega para llevarlo donde haga falta para la sesión de fotos. La cita con Iñaki Alberdi es en Pamplona, en Baluarte, donde ha hecho una parada en su agenda de trabajo para dar el concierto de cámara Piazzola Alberdi, acompañado de una guitarra clásica, un contrabajo y un violín, y que forma parte de una gira que comenzó el 26 de enero de 2020, pero que quedó paralizada por el covid.

Su vocación con el acordeón no fue muy temprana, empezó a estudiarlo en la adolescencia. ¿Cómo fue esta elección?

Por parte de mi madre toda la familia son navarros, de Lesaka y Bera, y hay toda una tradición acordeonística. Mi aitatxi tocaba el acordeón y tenía una sensiblidad muy bonita para tocarlo, pero a su vez era muy zakarra, y si alguna vez yo me acercaba al acordeón, porque sabía solfeo, lo hacía cuando él estaba lejos. Ese fue mi primer contacto. Poco a poco, imagino que mis padres verían que me gustaba la música y se preocuparon de que tuviera un profesor. Entonces, en mi generación, había una forma de enseñanza diferente a la actual, primero se estudiaba solfeo y después el instrumento. Así, estudié solfeo de los 7 años a los 13, y entonces elegí el acordeón. Empecé con un profesor, un poco de prueba, y como vi que me gustaba, continué.

¿Se formó usted con profesores particulares?

Así es, empecé con profesores particulares hasta que a los 18 vino invitado a vivir a Hondarribia un profesor ruso. Era la época de los años 1990-92 y muchos músicos huían de la Unión Soviética para tener condiciones de trabajo mejores; yo pude aprovechar esta circunstancia y aprender durante tres años con él. Después surgió la posiblidad de ir a Moscú, a la Academia Nacional Rusa, y de ahí a la Academia Sibelius de Helsinki.

Menudo cambio se encontraría al dejar Irun y aterrizar en Moscú...

Era el año 1995, tenía 22 años, y tenía claro que quería ir allí a preparme para un concurso. Me fui sin pensar en absoluto, en la más auténtica ignorancia, a dónde me iba. Cuando bajé del avión me vino a buscar mi profesor y la primera noche la pasé en su casa, pero al día siguiente ya me llevó a la residencia y según me estaba acercando me impactó el edificio, enorme, no en ruinas, pero sí muy dejado, y cuando entré... No hace falta contar los detalles, basta con saber que hacía solo unos años había caído Muro, fue una época muy dura, y lo que había para abastecerse era pollo, mantequilla de Bielorrusia y poco más.

¿En sus comienzos tocaba el acordeón en su versión más popular?

Sí, y lo sigo teniendo en mente. Hay muchísimas músicas que tienen un arraigo popular y puedo citar a compositores clásicos como Manuel de Falla, Piazzolla, Albéniz... La música tradicional no solo es una estética, es un sentimiento, un impulso, está muy relacionada con el baile... Conocer todo eso es muy importante para después saber traducirlo a otro lenguaje. Es vital.

El acordeón siempre se ha asociado al folclore, a la tradición, pero usted lo ha llevado a otro nivel. ¿Le ha costado romper ese concepto?

No, y no quiero romper esa idea, quiero que se siga asociando al folclore porque es parte de nuestra cultura. A mí lo que me gustaría es que la música nueva fuera también parte de nuestra cultura, quiero alimentar esa cultura a través de mi trabajo, y sobre todo que la gente disfrute escuchándolo y que se vaya a su casa sintiéndose mejor. Eso es lo grande de la música.

¿En qué momento se dio cuenta de que el acordeón tenía tantas posibilidades musicales?

A los 15 años, porque hasta entonces yo tocaba con un instrumento de teclas y me cambié a uno de botones. No es que sea mejor ni peor, simplemente tiene otro sistema, con el que se puede acceder a un repertorio diferente. Ahí descubrí que podía interpretar a Scalatti, a compositores rusos, también música actual... Descubrir que mi instrumento valía para hacer todo eso, y saber que yo podía ser un transmisor de ello fue mi motivación principal.

Una de las ventajas del acordeón es su sonoridad. ¿Es casi como una pequeña orquesta?

Es una pequeña orquesta, exacto. El acordeón es un instrumento polifónico pero con un fuelle que lo hace muy expresivo, donde mantienes todos los sonidos, como en un órgano, pero además los puedes dinamizar constantemente. Además, tiene dos cualidades, que puede ensamblarse con cualquier instrumento, pero que además puede destacarse a través de la registración.

También se puede fusionar con la voz. No hay más que ver su colaboración con el contratenor Carlos Mena.

Sí, él hace mucha música antigua y contemporánea. Es un sonido sin vibrato, muy penetrante, similar al que se emplea en la música actual. Su manera de hacer sonido a través de la voz y mi manera de hacerlo con el acordeón casan muy bien, y juntos hicimos el disco Cueurs Desolez, del que estamos muy orgullosos.

Iñaki Alberdi, posando en la Ciudadela de Pamplona.

¿Cuando empezó, tenía algún referente?

Sí, claro, un acordeonista alemán, Stefan Hussong, que lo primero que grabó fueron las Variaciones Goldberg, de Bach, una grabación histórica en los 90. A partir de ahí se ha dedicado a grabar todo tipo de músicas.

En su tierra, Gipuzkoa, también hay acordeonistas que se están convirtiendo en importantes referentes musicales, como Gorka Hermosa.

Sí, hemos estudiado juntos, pero en el trabajo no hemos coincido todavía. Junto a él hay más figuras destacadas, como Aitor Furundarena, que es creador y un músico impresionante. Y también hay que hablar de las nuevas generaciones, que vienen fortísimas. Es una maravilla.

¿Es de agradecer tener relevo musical?

Claro, es que pasas de ser un marciano a ser simplemente uno más. A mí me ha tocado mi papel y a los demás les toca el suyo. Tenemos por ejemplo a María Zubimendi, que es una acordeonista que tiene un trío con txistu y percusión con el que ha ganado nada más y nada menos que el premio de Juventudes Musicales de España en la categoría de Música de Cámara. Hay un bonito futuro por delante.

Usted se ha centrado especialmente en la música de cámara. ¿Por qué?

Porque me parece muy humana, muy necesaria. Es que tocar solo es muy aburrido (entre risas). Tocar en solitario puede ser apasionante porque cada programa es un reto en cuanto a dificultad, aproximación al público... Pero la música de cámara tiene cien mil aspectos más con los que disfrutar. ¿Cómo no vas a querer viajar acompañado, ensayar con gente, compartir el reconomiento...? Es muy bonito.

Uno de sus trabajos más reconocidos es crear un repertorio específico para acordeón. ¿Una tarea muy laboriosa?

Sí, es pura artesanía y es muy bonito porque tienes al compositor vivo para poder llamarle o mandarle un whatsapp de audio y preguntarle si le gusta cómo suena, hacer arreglos... Siempre digo que la partitura es un código con el que todos nos entendemos, pero el compositor siempre sabe algo más. Es como la tradición oral, que no está escrita pero tiene un ritmo, una prosa...

¿Cómo es su forma de trabajar, cómo surgen los proyectos?

De mi cabeza, de dormir poco, de que me aguanten en casa... Mi cabeza no deja de pensar. Tengo un manager y un buen equipo de trabajo que hace que haya una maquinaria constante de creación de proyectos.

Antes del Covid su agenda estaba repleta de citas internacionales. ¿Han tenido que reajustar mucho su calendario?

Totalmente, con el Covid nos hemos convertido, o reconvertido en músicos nacionales. El hándicap de la música que hago es que no es para el gran público, es más bien especializado, y claro, no puedo pretender vivir tocando en mi pueblo, tengo que salir y conseguir mis pequeños públicos en muchos sitios, y para eso tengo que hacer muchísimos kilómetros. Todo eso se ha cortado, pero como también se ha cortado la llegada de artistas de fuera, se ha producido una especie de reajuste del circuito. En eso estamos ahora.

¿Se ha quedado con pena por cancelar alguna cita especial que ya tenía preparada?

Alguna sí, como el Teatro Colón de Buenos Aires. Iba con un programa precioso, en temporada y con orquesta, y que te digan que no... es frustrante. En el futuro volverá a salir, pero no deja de ser una pena. Si nos ponemos en el lado trágico, en la carrera de un músico este es un año casi perdido y eso tiene unas consecuencias respecto a que te conozca más gente, que tenga más proyección tu carrera, se vea afectado el ritmo de trabajo... Se irá viendo la repercusión conforme pase el tiempo.

¿Hasta la llegada del Covid, cuáles eran los países donde mejor acogida tenía su trabajo?

He trabajado mucho en Escandinavia, Serbia, Croacia, Polonia, Alemania, Rusia, y también Argentina, Uruguay... Es curioso que hasta ahora, como no había estado quieto en casa, no me había parado a pensar el número de días que estaba fuera en un año. Conté los de 2019 y me salieron 140 días. Me quedé asombrado.

Tiene tres hijos, ¿le resulta complicado conciliar su vida familiar con tantos días de viaje?

Uff... La familia es algo que hay que mimar muchísimo. Yo lo intento, pero tengo que reconocer que no soy capaz. A veces las intenciones también cuentan, pero es complicado. Creo que la familia tiene que estar presente en tus proyectos, en tus satisfacciones, tus éxitos... pero cuando llego a casa, por muchas cosas que haya conseguido fuera, el contador se pone a cero, porque ahí sigue existiendo vida, y va a mucha más intensidad que la mía. Con tres hijos te puede imaginar, con toda la logística de cada uno, con sus clases, amigos, problemas, actividades, etc.

¿En alguna ocasión le acompañan en sus viajes?

Poco, porque yo antes de un concierto soy insoportable, lo admito. Eso sí, después de un concierto, si al día siguiente no tengo más, es el mejor momento para estar con la familia, por eso me vuelvo cuanto antes a casa, me cojo el día libre, y lo disfruto.

Tiene mucha práctica para moverse de aquí para allá, pero ¿cómo se organiza para llevar consigo el acordeón?

Me gusta mucho viajar en coche porque tengo libertad total para llevar lo que quiera, pero cuando cojo aviones siempre viajo con extra seat, es decir, que el acordeón paga un asiento y viaja a mi lado. Cuando era joven y no tenía el reconomiento que tengo ahora no me podía pagar dos asientos y tenía que estar haciendo triquiñuelas, incluso hablar con el comandante de vuelo si era necesario, para explicarle que era un instrumento muy frágil y no podía ir en la bodega.

En su trayectoria combina la labor musical con la docencia.

A los 29 años empecé con la docencia cuando surgió la posiblidad de hacer unas pruebas y trabajar en la Esmuc, la Escuela Superior de Música de Cataluña. Allí estuve trabajando 13 años y después, paralelamente, surgió la posibilidad de dar clases en Musikene, el Centro Superior de Música del País Vasco. Al principio compaginé los dos, pero finalmente tuve que elegir y me quedé aquí. Después, de forma puntual, he estado tres años en Basilea, también he dado cursos en Zaragoza, Helsinki, Burdeos... Pero son colaboraciones que no requerían que viviese allí. Iba, daba las clases, y me volvía a mi casa.

Respecto a la enseñanza, uno de sus últimos proyectos es un Aula Virtual, ¿en qué consiste?

Ha nacido con el planteamiento de dar recursos sobre técnica a niños entre 12 y 18 años. Son pautas para que cada alumno trabaje desde su casa, un complemento para sus clases de acordeón. Sin embargo, no sé qué hemos hecho mal (entre risas) que de las 30 personas que se han apuntado, ninguna está en el rango que pedimos. Hay gente de Shangai, Pekin, Alemania, Zaragoza, Navarra... pero todos tienen más de 18 años. Tendremos que replantearlo.

¿Como se plantea su futuro más próximo?

Estoy preparando varios conciertos y recitales en varias ciudades, y si las cosas van bien esperamos que para final de año podamos retomar las citas en el extranjero. Pero de momento hay que esperar.

PERSONAL

Lugar de nacimiento: Irun, 1973. En la actualidad vive en Hendaia.

Formación: Tras estudiar solfeo empezó a tocar el acordeón con 13 años, instrumento que ya manejaba su aitatxi. Pronto destacó y siguió con su formación en Moscú y Helsinki. Ha actuado dentro y fuera de nuestras fronteras, tanto como solista, invitado por las orquestas de diferentes ciudades, como acompañado en repertorios de música de cámara. Colabora estrechamente con diversos compositores de la actualidad, y es destacada su labor de creación de un repertorio para acordeón. En la actualidad está de gira por el Estado español con el concierto de música de cámara Piazzola Alberdi.

Docencia: Es profesor del Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene) e imparte clases como profesor invitado por ciudades de todo el mundo. Además, hace solo unos meses que ha desarrollado un Aula Virtual y entre sus próximos proyectos está crear una red social para personas interesadas en el mundo del acordeón.

Reconocimientos: Es el único acordeonista occidental en haber logrado el primer premio del Certamen Internacional de Acordeonistas y Bayanistas (Moscú, 1995). En 2012 fue nominado al Gramophon Editor's Choice Award por su disco monográfico sobre Sofia Gubaidulina junto a la Orquesta Sinfónica de Euskadi y Asier Polo; en 2015 obtuvo el Disco Excepcional Scherzo por su cd Conciertos para acordeón y orquesta; y en 2017 le otorgaron el Melómano de Oro por el CD Sensations.

Discografía: Ha publicado los siguientes álbumes: Sensations, Conciertos para Acordeón y Orquesta, Sofia Gubaidulina Kadenza, Jesús Torres, Gabriel Erkoreka y Música de cámara actual.

Web: www.ialberdi.com