El Museo Reina Sofía (MNCARS) suma una veintena de salas a su recorrido: dos mil metros cuadrados que se dedicarán a alojar la parte más actual de la nueva colección permanente y que llega con un año de retraso por la pandemia y numerosos inconvenientes.

"Es una vuelta a los orígenes del museo", explicó ayer Manuel Borja-Villel en la presentación de las nuevas estancias, todavía vacías. Y es que el nuevo espacio está ubicado en el ala sur del edificio Sabatini, donde se hicieron las primeras exposiciones del centro de arte en los ochenta.

Donde antes había una serie de almacenes con poco uso, ahora hay una veintena de espaciosas nuevas salas que, además de más espacio expositivo, consigue mejorar la conexión entre el edificio Sabatini y el Jean Nouvell, ahora conectados a pie de calle y con un acceso cercano a las taquillas. Las obras llegan con un año de retraso y con un proyecto menos ambicioso que en origen. En el camino se ha cruzado numerosos obstáculos: la pandemia obligó a retrasar el inicio de las obras varios meses, luego llegó la nevada Filomena y, ahora, la crisis de semiconductores. Aunque más complicada ha sido la propia obra en sí. "Lo más complejo ha sido hacer la obra con el museo abierto", explicó ayer el arquitecto del MNCARS, Rafael Hernández.

Mientras los obreros demolían la base de 25 muros de carga que sostienen un ala sur del edificio y se usaban más de 150 toneladas de hormigón, unos metros más arriba, se encontraba el Guernica. La obras -con un coste de 1,9 millones de euros-, han primado la eficiencia energética para que el coste mantenimiento del nuevo espacio sea el mínimo posible: "Los museos de arte moderno están condenados a ser museos de arte modestos", dijo su director. Las nuevas salas son "las más elegantes y bonitas del museo", añadió, y serán el nuevo hogar de unas doscientas obras que integrarán la parte más nueva de la colección permanente, que se descubrirá al completo en noviembre.