En 1886 y ante el gran número de músicos navarros que triunfaban en la época, Benito Pérez Galdós lanzó la siguiente pregunta: “¿Qué tendrá aquella tierra para ser tan preferida de la musa Euterpe, que siempre va allí para dar a luz a sus hijos?”. Y tal reflexión late en Música y músicos en un espacio urbano, el libro elaborado por Rebeca Madurga Continente que pone el foco en Pamplona y retrata su vida musical en el periodo de mediados del siglo XIX. Lo hace, además, por medio de sus protagonistas, tales como músicos, docentes y comerciantes, y contextualizando las circunstancias socioeconómicas y políticas de la época, a las que la música estaba muy ligada. Porque, concluye la autora, “Pamplona era una ciudad inminentemente musical”.

Editada por la Dirección General de Cultura - Institución Príncipe de Viana, la publicación es fruto de la tesis que Madurgo Continente presentó en 2017 y reúne información inédita, dada la escasez de investigaciones que estudien la música y los músicos de Pamplona en el siglo XIX.

Dos motivos respaldan el hecho de centrar el libro en el periodo de entreguerras, entre la primera y la última guerra carlista: por un lado, la estabilidad política del país dio lugar a una economía que impulsó la importancia de la vida musical en Pamplona; y por otro, todos los cambios en las dinámicas musicales, gracias a los consistorios liberales, que derivaron en la aparición de iniciativas musicales como la Escuela de Música Municipal -posterior Conservatorio Pablo Sarasate- o el Orfeón Pamplonés.

Un mapa sonoro de Pamplona

La obra está estructurada en seis capítulos que tienen un punto en común: el espacio urbano. “La metodología del libro ha sido integrar la música en el espacio urbano y no estudiarla de forma aislada, sino viendo cómo interactúa y depende de la economía o política de la ciudad”, explica Rebeca Madurga Continente. Los textos se completan así con datos, gráficos y tablas, junto a fotografías de archivo de la época.

La musicóloga, actualmente docente en el Conservatorio Superior de Música de Navarra, destaca que otra de las novedades de la publicación es que recoge material inédito, como partituras desconocidas a día de hoy. Son obras de compositores como Tomás Campano o Joaquín Maya, “que quizá quedaron eclipsados por grandes figuras de la época en Navarra, pero dinamizaron y eran la música que realmente se escuchaba en Pamplona en esa época”. Por ello, explica, le gustaría que “el libro cobre vida y se escuche esa música” y estas piezas se lleguen a interpretar.

La autora del libro, Rebeca Madurga, con un ejemplar.

Comienza así Música y músicos en un espacio urbano dedicando su primer capítulo precisamente al mapa sonoro de Pamplona y hace un recorrido por los lugares musicales más activos, como la Plaza del Castillo, la Catedral, las Escuelas Municipales o el Paseo de la Taconera. Se recogen también a sus principales actores, como músicos, docentes o impulsores de iniciativas musicales, recogiendo sus opciones laborales y sueldos de la época, o sus relaciones de amistad y laborales, junto a la valoración social que tenían. “Casi el 80% de estos músicos eran pluriempleados y ejercían diferentes actividades”, remarca la autora del libro, para quien ese puriempleo era también “un síntoma de que Pamplona demandaba músicos y estos eran, a su vez, muy versátiles”. Y explica cómo “tan pronto estaban tocando música religiosa como valses y jotas en una sociedad o en la calle”.

Porque los propios espacios marcan también el libro y el segundo capítulo está dedicado a la Catedral y su capilla de Música, pero abordando “no solamente la música tradicional, sino también a los propios músicos de la catedral y la interacción que había entre ellos y con el cabildo catedralicio”. Porque, recuerda, “subsistieron en un momento quizá un poco adverso para música religiosa, por el tema de la desamortización de Mendizábal”.

Otro de los lugares claves fueron las propias Academia Municipal de Música y la Escuela de Música de la Casa de la Misericordia, ambas analizadas en el tercer capítulo del libro. Se estudia así “cómo estos estudios surgieron de la necesidad de instruir a músicos para responder a la demanda de ocio cultural y musical que había en la ciudad”. Especial mención tiene además el papel de la mujer, “quien por primera vez puede acceder a estudios de música en espacios públicos y de forma gratuita”.

El teatro y las sociedades de recreo

Uno de espacios esenciales de la época tanto para la música como la cultura o el ocio fue el Teatro Principal, inaugurado en 1841 y ubicado en la Plaza del Castillo, “el corazón de la ciudad”. El cuarto capítulo del libro recoge cómo la construcción de este escenario, donde podían desarrollarse grandes espectáculos y escenografías, impulsó la afición por la zarzuela y la ópera. Fue un lugar donde también se desarrollaron buena parte de conciertos públicos, como los que ofreció el Orfeón Pamplonés -agrupación creada en 1865-.

Al margen del teatro, la Plaza del Castillo fue centro de bailes y música y a su alrededor se crearon numerosas sociedades, donde convivían personas aristócratas y burguesas, que “fueron animadores de la música de salón tan típica del siglo XIX”. A ellos se les dedica el quinto capítulo, que recoge este surgimiento de sociedades de recreo en las cuales muchos músicos encontraron oportunidad para desarrollarse profesionalmente. Por su proyección, la autora del libro destaca los papeles que jugaron el Nuevo Casino y el propio Orfeón.

Por último, cierra la publicación el apartado que radiografía la calle como testigo de la fiesta ciudadana y, por tanto, de la música, con protagonismo para gaiteros y txistularis, las numerosas bandas que se crearon en la época -con especial protagonismo para las bandas militares- o costumbres populares curiosas, de las que Madurga Continente destaca dos: “Estaban por un lado las estudiantinas, que era música de carnaval y las comparsas salían a la calle; por otro el paseo de las doce, cuando se programaban conciertos al aire libre en la calle Estafeta y era un paseo donde la gente iba a ver a y a dejarse ver”.

La publicación tiene una tirada de 400 ejemplares y se puede adquirir a un precio de 18 euros en librerías y, dado lo inédito del tema, “se plantean posibilidades de desarrollo e interrogantes para otros trabajos”, concluyó la autora. Porque Pamplona tiene mucha música que contar.