ay una España vaciada que clama, con razón, contra la soledad de su mucho territorio y su poca gente. Y hay una tele vaciada por otra cada vez más llena. El mundo audiovisual son dos ciudades superpobladas en las que habita el 55%. Están las urbes medianas, de titularidad pública, que no llegan al 20%. El resto son aldeas diminutas de aventureros, tribus religiosas, alguna secta y comerciantes. ¿Y quién manda ahí? La misma ideología liberal que gobierna la UE y que sirve sin pudor a los intereses de las corporaciones a través de la Directiva europea de servicios de comunicación audiovisual, a la que se pliega la Ley Audiovisual estatal, cuya renovación está en fase de anteproyecto con sus terribles mermas para el pluralismo y la democracia. El profesor Ramón Zallo ha expuesto los pormenores en la revista Viento Sur.

El insaciable lobby de los entes privados, UTECA, sostiene que la futura ley "condena a las televisiones en abierto a competir en inferioridad de condiciones con gigantes digitales de dimensión internacional". Hay que ser embusteros. Fíjense que Mediaset y Atresmedia son de propiedad italiana, una del monstruoso Silvio Berlusconi y la otra del conglomerado De Agostini. La vicepresidenta Nadia Calviño, hija de José María Calviño, aquel guerrista que gobernó RTVE como un cortijo en los ochenta, les va a otorgar una desregulación publicitaria que saturará de anuncios las horas de mayor audiencia. Es una agresión.

Lo de los socialistas con la tele pública es de traca. Si la vice de Zapatero, Teresa Fernández de la Vega, la hundió amputándole la publicidad y obsequiando así a los canales comerciales casi 5.000 millones de euros en lo que va década, la vice de Sánchez va camino de llevar el duopolio Telecinco-Antena 3 a su máximo histórico de dominio. Visto así, todas las televisiones son del Gobierno.