Fecha: 06/05/2022 Lugar: Sala Tótem Incidencias: Muy buena entrada. Sôber presentaba su último disco (Elegía, publicado por el sello navarro El Dromedario en 2021). Antes que ellos tocaron Contrabanda y Bon Vivant.

on el sol todavía brillando sobre Villava, a las 19:40, salieron a escena los chicos de Contrabanda. Es el suyo un pop de alto voltaje, esto es, sonido potente, imagen y actitud rockeras a más no poder, envolviendo contagiosas y brillantes melodías. Entre las canciones que tocaron, Berlín sonó bailable y El círculo se cierra bajó revoluciones con sinuosos sonidos de guitarra, aunque el grueso de su repertorio se cerró en torno a tiempos medios y acelerados.

Puntuales, muy puntuales salieron los Bon Vivant. Otro cuarteto, aunque aquí el cantante también tocaba la guitarra en ocasiones. Lucieron un sonido más oscuro y cercando al hard rock melódico, muy marcado, sobre todo, por la poderosa voz de su cantante. Estilísticamente más parecidos a Sôber, de cuyas aguas parecen haber bebido, o con quienes, al menos, comparten muchas influencias. Ofrecieron un buen concierto, breve, pues los tiempos apremiaban, pero muy intenso, en el que destacaron canciones como Supernova, Gritarle al mar o la incendiaria La guerra a oscuras, con soberbia labor del bajo. Se despidieron enseñando músculo sonoro y derrochando garra con Cuentos y retratos para dejar paso al grupo principal de la noche.

Con la sala llena, a eso de las 21.00 llegó el turno de Sôber. Cuando se abrió el telón sonaba como sintonía el Back in black de AC DC, y tuvieron el buen gusto de dejarlo sonar entero. Fue a su término cuando el cuarteto salió a escena y arrancó la velada con dos trallazos pertenecientes a su último trabajo, Mi heroína y Elegía, esta última con partes grabadas, que le dieron un aire musical de réquiem acorde con lo que transmite su letra. Sus canciones están llenas de épica y esas sonoridades les sientan bien (recordemos las dos revisiones sinfónicas, en estudio y en directo, de su mítico álbum de 2002, Paradyso). Repitieron la jugada con idéntico acierto en otros cortes como El día de la liberación u Hombre de hielo, esta última con cuerdas y pianos disparados. No obstante, la base de su sonido fue la que siempre ha sido, esa amalgama pétrea e impenetrable, perfectamente bien definida por una banda que es, desde hace lustros y por méritos propios, pieza esencial del metal nacional. En Villava volvieron a demostrarlo en cortes como La araña, Tic Tac o Verona, con los cuatro miembros entregándose a fondo.

Pasado el ecuador del concierto, Carlos Escobedo bajó a cantar entre el público los versos de Estrella polar, caminando entre la concurrencia, abrazándose a sus seguidores y haciéndose fotos con ellos. Ese fue el inicio de un emotivo set acústico en el que interpretaron Eclipse y La escalera (dedicada a un familiar que murió tras padecer Alzheimer). Después, ya encarando la recta final, regreso a la tralla de sus orígenes (Abstinencia, Caída libre, Qué hice mal...), y, por supuesto, los clásicos imperecederos del grupo (Arrepentido, Diez años). Impecable e intensísima actuación. Fueron y siguen siendo la referencia esencial de su género en nuestro país. l