La poeta nacida en Abaurrea Alta Antonia Lázcoz presenta hoy a las 19:00 horas de la tarde en la biblioteca de Aurizberri-Espinal su tercer libro “Paisajes que son vida”, un trabajo que ya finalizó antes de la pandemia, pero que ha decidido publicar este año. De hecho, en mayo ya presentó esta obra en el Nuevo Casino de Pamplona, pero ahora es el momento de darla a conocer en la escuela de Espinal, un lugar para ella especial, ya que en ella estudió hasta los 12 años de edad y le marcó profundamente su manera de ser y, por ende, de escribir. A sus 70 años y marcada por una vida difícil, con este tercer poemario la escritora Antonia Lázcoz pretende ofrecer un viaje por los paisajes externos que en su transformación provocan sentimientos, emociones y percepciones; a través de las nubes y sus paisajes, la lluvia, el viento o la nieve aflora el mundo interno.

¿Qué nos vamos a encontrar en este poemario ‘Paisajes que son vida’?

–Siempre he tenido una relación muy profunda con la naturaleza y este libro es un libro de paisajes. Paisajes externos y, sobre todo, paisajes internos. Hay paisajes de lo humano, dedicado a familiares, a amigos, a mi hija discapacitada a la que en todos mis libros le dedico un poema... También de pequeñas vivencias y paisajes mínimos, de lo pequeño, por ejemplo, haikus a una libélula, unas setas, unas piedras o una florecilla.

Los paisajes dan vida, pero en el título afirmas que son vida.

–Sí, son vida, lo que intento comunicar es que hay una vibración, una conexión. En ese paisaje expreso muchas cosas, como en el poema dedicado a una rosa, que, aunque acabó muriendo, con mi poesía la estoy eternizando. Y también expreso ese mundo interno: la melancolía, la insatisfacción... reflejadas a través de los elementos de la naturaleza.

Un aspecto importante presente en tus tres libros es esa mirada meditativa.

–Yo practico meditación desde hace años y, de hecho, es el eje vertebrador de mi vida. Es mirarlo todo desde esa mirada contemplativa, más pura, más limpia, no contaminada con el ruido mental. La meditación te ayuda a blanquear la mente y miras con distancia lo positivo y negativo y con menos dolor. Y eso está presente en este libro, una mirada más luminosa.

La presencia de la mujer es reiterativa en tus poemas, de hecho, en éste hay un apartado que llamas “paisajes violetas”.

–Hay poemas dedicados a la mujer, a su temática, sentimientos, demandas y realidades… Por ejemplo, hay un poema muy largo dedicado a Emily Dickinson, que tiene algo en mí de introvertida e interiorización. También hay un poema dedicado a la maestra Rosario que tuve en Espinal. De niña estuve con la mente en blanco hasta que salí del pueblo. Esa maestra, a pesar de que se despacienciaba, fue muy buena conmigo. Y en el libro cuento una anécdota que me salvó la vida. Mi padre fue a visitar a mi maestra, preocupado, y ella le dijo “No te preocupes, que tu hija tiene mucho mundo interior”. Y eso me caló, ahí me di cuenta de que tenía algo bueno dentro.

¿Qué sentimientos esperas aflorar en el lector con este libro?

–Mi poesía está llena de metáforas pero es sencilla en su forma, por lo que pretendo deleitar con las palabras y hacer vibrar a los lectores con las emociones. No quiero perder la comunicabilidad con la gente. Espero que los lectores empaticen conmigo y sueño con ayudarles a autoconocerse y despertar en ellos alguna ventana o sueño que no sabían que estaba ahí.