La ciudad andaluza de Antequera, en Málaga, se convertirá este fin de semana en el epicentro del balonmano estatal masculino. El pabellón Fernando Argüelles acogerá desde este viernes y hasta el domingo la 47ª edición de la fase final de la Copa del Rey, un evento en el que estará presente el Helvetia Anaitasuna, que tiene en este torneo una de las mayores ilusiones de la temporada. No sólo por el hecho en sí de pelear por un título, sino por el aliciente de optar a la plaza europea en juego, un objetivo de lo más ambicioso y anhelado.

Los navarros volverán a vivir la adrenalina de una Final 8 dos años después de su última participación. La Caja Mágica de Madrid, en 2020, fue la sede de su última aventura copera, una cita que en lo deportivo no fue muy satisfactoria, pero que seguro jamás olvidarán al tratarse del último evento de balonmano antes de que la pandemia de coronavirus irrumpiese y paralizase al mundo entero.

Esta vez el Helvetia pondrá rumbo a Antequera con la ilusión intacta, pero sabedor de que deberá competir aún más si cabe y dejarse la piel en cada balón, en cada jugada y en cada acción puesto que el rival a batir de primeras en cuartos será el que nadie quería, el Barcelona. Los azulgranas son los reyes absolutos de la Copa, atesoran 25 títulos en sus vitrinas y en Málaga optarán a su noveno consecutivo. Aun así, Anaitasuna tiene claro desde que escuchó su nombre en el sorteo que saldrá a por todas y con la intención de dar la sorpresa en una competición que se presta a ello. El partido será el viernes a las 19.45 horas, después de que se hayan disputado previamente el resto de los encuentros: Bidasoa Irun-Fraikin BM Granollers (12.30 horas), Frigoríficos Morrazo-ABANCA Ademar León (15.00 h) y BM Iberoquinoa Antequera-Ángel Ximénez Puente Genil (17.15 horas).

En Antequera, el Helvetia Anaitasuna disfrutará de su sexta fase final de la Copa del Rey. Con especial recuerdo, sin duda, guarda la primera vez que estuvo presente en un evento así y no sólo por tratarse de su debut, algo ya de por sí memorable, sino por el escenario que lo acogió: Pamplona.

En 2014, cuando el equipo cumplía su tercera temporada en la máxima categoría del balonmano, recibió una de las mejores noticias no sólo para el club sino también para la ciudad. Por cuarta vez en su historia, la final de la Copa se jugaría en la capital navarra, la tercera en La Catedral. Si bien es cierto que en la primera de ellas, en 1971, el trofeo llevaba por nombre Copa del Generalísimo, un título que se disputaron en el recién construido pabellón Anaitasuna el Marcol y el Barcelona, proclamándose campeón el primero.

El 3 y 4 de mayo de 2014, la cancha pamplonesa se engalanó para acoger la primera lucha por el título del Helvetia. Por entonces el formato era distinto, no eran ocho los equipos en la pelea, sino cuatro. Además del conjunto navarro, el Barcelona, el Granollers y el Huesca se dieron cita en una final donde el club azulgrana se alzó con el título al vencer en la final a los vallesanos. El equipo catalán, comandado por Xavi Pascual y con el navarro Eduardo Gurbindo en sus filas, fue por entonces también el primer rival del Helvetia, que quedó apeado en semifinales tras caer por 28-36 ante un pabellón a rebosar, que animó a ritmo del Riau-riau. Aitor Etxaburu lideraba por aquel entonces un equipo en el que figuraban Capón, Garza, Etxeberria, Meoki, Nadoveza, Santana, Bernatonis, Cristian Martínez, Reig, Miguel Goñi, Montávez, Kisselev, Chocarro, Iker Antonio o Gastón.

Dos años después de aquel debut, Pamplona repetía como sede de la fase final copera. Igualmente con formato de Final 4, esta vez al Helvetia le acompañaron Ademar León, el por entonces Naturhouse La Rioja y el Barça. Tras zafarse de los riojanos, el conjunto navarro hacía historia: lucharía por primera vez por un título. Además, como premio adicional se clasificaba directamente para jugar -por segunda vez- la EHF. La alegría era doble.

En la final, el 8 de mayo de 2016, el Helvetia se dejó literalmente las entrañas, pero perdió ante el Barça por 30-33. Apenas tres goles de diferencia frente a un rival acostumbrado a pasar el rodillo. Los navarros se proclamaron subcampeones de la Copa del Rey, lo que les permitió además disputar la posterior Supercopa de España. Una edición que, además, supuso el debut en la competición de una de las joyas del equipo, Antonio Bazán, ahora segundo capitán.

A partir de entonces, Anaitasuna le cogió el gusto a jugar finales coperas. Un año más tarde, en 2017, repitió experiencia, pero esta vez en León. Por primera vez, los navarros se enfrentaban a un torneo con un formato donde ya entraban en liza ocho equipos. Allí estuvieron el Ademar (anfitrión), el Bidasoa Irun, el Naturhouse La Rioja, el Bada Huesca, el Granollers, el Cangas y el indiscutible Barça, que revalidó el título tras imponerse en la final a los riojanos. Estos últimos fueron previamente los verdugos de Anaitasuna en la segunda semifinal, que perdió por 33-21 tras un mal inicio de partido. Una pequeña mancha en una gran temporada, donde el equipo de Juanto Apezetxea concluyó quinto en la Liga Asobal.

Los dos últimos eventos coperos para el Helvetia tuvieron el mismo destino, Madrid, aunque no el mismo escenario. En 2018, en el Madrid Arena, Anaitasuna se citó con Logroño, Granollers, Puente Genil, Ademar, Quabit Guadalajara, Recoletas Atl. Valladolid y Barça. En un mal partido matutino, los navarros fueron apeados de nuevo por el conjunto riojano, que se vio las caras en la final con el de siempre, el Barça, que sumó un título más. Fue la última final para Apezetxea, quien dejó de ser técnico al finalizar la temporada.

Dos años después, en 2020, el Helvetia viviría su última Final 8. Esta vez, en la Caja Mágica de Madrid junto a Bidasoa, Cuenca, Benidorm, Ademar, Logroño, Granollers y Barça. El nombre del campeón no varió. Anaitasuna, con Iñaki Aniz en el banquillo, sucumbió de primeras ante Cuenca por 21-26. Fue el fin de semana del 6 al 8 de marzo. Nadie imaginaba que, poco después, un virus pondría el mundo patas arriba.