ran pocos, una minoría representada por medio centenar de aficionados, pero la hinchada del Aspil-Jumpers se llevó el derbi de la grada. Los aficionados del conjunto naranja no dejaron de animar a los suyos en todo momento, incluso cuando el partido se les puso cuesta arriba, pero la pequeña caldera montada en el Pabellón Anaitasuna levantó a los tudelanos en busca del empate.

Conforme los de Pato saltaron a calentar, las vuvuzelas comenzaron a retumbar por el pabellón Anaitasuna y las gargantas entonaron un sinfín de cánticos. Quisieron hacerse notar y lo consiguieron.

De los 1.770 espectadores que llenaron el pabellón, los aficionados locales aplaudían las buenas acciones de los suyos, mientras que los de Tudela silbaban intentando ser el jugador número seis del Aspil-Jumpers.

Los aciertos en las acciones en defensa eran celebradas como si fueran medio gol por parte de unos y de otros, que también se repartieron a la hora de protestar las decisiones arbitrales, un clásico en los derbis. El gol de Juninho despertó a la parroquia local, que igualó los decibelios de la visitante, que alentaba a los suyos al filo del descanso.

En el intermedio llegó la tregua. Momento para, por primera vez desde la pandemia, acudir a comer y beber al bar del pabellón. La mascarilla seguía siendo obligatoria. Mientras tanto, el freestyler David Crespo volvió a impresionar a los allí presentes con una lección de malabares con el balón.

Pero sonó el pitido de la reanudación y los focos se trasladaron a la grada. La misma tónica de la primera parte continuó hasta los minutos finales. Con 2-1 en el luminoso, a falta de escasos minutos, la tensión se apoderó de los allí presentes, mientras en los jugadores la deportividad seguía intacta. Choque entre dos rivales, un jugador caía al suelo y el otro le tendía la mano para ayudar a levantarse, en lo que los aficionados protestaban.

El 2-2 enmudeció Anaitasuna y fue celebrado como una victoria por parte de los de Tudela, que conforme se señaló el final profirieron un último cántico hacia su entrenador: “Pato, ¡quédate!”, en referencia a las informaciones que le sitúan en el banquillo del Movistar Inter para la próxima campaña y que él mismo desmintió en la rueda de prensa posterior al encuentro.

Y quién mejor que el capitán, David García, para, una vez haberse sacado la tradicional foto de plantilla con la afición desplazada, deshacerse en elogios hacia ella.

“Creo que es una afición de 10. Somos pocos y al final se nota en la grada. Hay que agradecerles porque vienen en un día de trabajo aquí a animar a su equipo. Nosotros estamos súper agradecidos con los naranjas y esperemos que sea así por muchos años”, señaló el capitán, esbozando una sonrisa mientras les miraba fijamente.