Por méritos propios -y a saber si también clases particulares del Actors Studio-, Neymar se ha convertido en el prototipo de futbolista simulador de faltas y agresiones y, aún peor, en el de jugador burlón y faltón con los rivales, con lo poco aceptado que está no saber ganar en un deporte en el que a lo sumo se entiende que no se sepa perder. El caso es que con esa manera de ir por la vida, el astro brasileño va de charco en charco, y lo mismo causa hilaridad universal por su teatralidad en el Mundial como se convierte en el objetivo del más bruto de cada equipo de la Liga francesa. Hasta que lo han cazado, con tres coces alevosas del mismo jugador del Estrasburgo en apenas cinco segundos. Dicen que el fútbol debe proteger a estrellas como Neymar, y es cierto, pero quizás la primera medida debería ser que dejara de ir por ahí tocando las narices a gente a cuyo alcance se pone luego. Si no lo hace por deportividad, que lo haga por prudencia.