ace ya muchos años que visité Grecia. Me pareció un país extraordinario en muchos sentidos y en unos días por allí te das cuenta de que en ese suelo ocurrieron muchas cosas que quizá en otros no.

Visitar aquellas ruinas a la vez que una guía llamada Arthemisa te contaba lo que allí se vivió y como se vivió fue algo increíble y difícil de olvidar. Una de las historias que se me quedó más grabada fue la del Estadio de Olimpia donde se celebraban aquellos juegos del deporte hace más de 2000 años. Las historias de Arthemisa y el encanto del lugar me pusieron todos los sentidos en órbita para poder volar en el tiempo.

Esta semana tuve una sensación un poco parecida cuando estuve un rato en el Sadar. Desde luego que no tenemos tanta historia ni tanto poder como tuvieron aquellos griegos en su época dorada pero que mis sentidos también se alteraron se lo puedo asegurar.

Aparcar el coche ya cerca del estadio como cualquier domingo ya me supuso cierta inquietud por mucho que las grúas sean a día de hoy las reinas del lugar. Se me hacía raro caminar hasta allí sin gente cerca de ti con bufanda roja y bocadillo en mano. También eché en falta a ese señor mayor que camina despacio pero que sabe que a la hora en punto estará sentado en su butaca como los últimos 30 o 40 años.

Al atravesar la puerta de entrada ya oyes en tus oídos la primera ovación a los tuyos, calentamos ya.

Accedo por la puerta de vestuarios y cuando me dirijo hacia el túnel es como si nuestro speaker al igual que Arthemisa te dijera la alineación de los nuestros a la cual la gente jadea como si fueran aquellos griegos.

Con suerte y máximo cuidado me puedo asomar por ese túnel para por fin poder ver el estadio que aunque se seguro que estaba vacío yo lo veía más lleno que nunca. Miles de almas rojillas cantaban en silencio ese vals que tanto nos pone a todos alabando a las fiestas de esta gloriosa ciudad y haciendo que los jugadores empiecen a cerrar sus puños.

Aquellos griegos no creo que vuelvan pero nosotros no me cabe ninguna duda… Por ganas no será.

El autor es técnico deportivo superior