Producida por la cooperativa Arteman Komunikazioa, con guion del propio Iñaki Peña y una cuidada banda sonora de Eñaut Zubizarreta, la cinta, que concursa en la Sección Oficial del festival de cine de montaña, habla sobre la vida y la muerte, tan cerca y tan lejos. Los alpinistas Felipe Uriarte y Juanjo San Sebastián, que reconoce haber visto morir en la montaña a diez personas cercanas; familiares de Mikel Crespo, fallecido en el Pirineo; de Beñat Arrue, atrapado por una avalancha en el Himalaya; Andoni Ormazabal, hermano de Xabi Ormazabal, que perdió la vida en el Cho Oyu; el periodista Jorge Nagore, amigo de Iñaki Ochoa de Olza, fallecido en el Shisha Pangma; Izaskun Andonegi, enfermera especializada en el duelo; o el médico intensivista Félix Zubia aportan sus experiencias y conocimientos. Iñaki Peña, que trabaja como médico de la Unidad de Paliativos del Hospital de Debagoiena, en Arrasate, cierra con este proyecto la trilogía que inició con el documental Aulki hutsak y se completa con la obra escénica S(u/a)minetik bakera.

En un país como el nuestro, tan aficionado al montañismo, se asocia esta actividad al disfrute, el ocio, la libertad, los ochomiles... Pero también a la muerte.

-Es que está relacionado con la muerte, aunque la mayoría de las expediciones salen bien. La muerte es algo que ocurre tan de vez en cuando, que lo puedes asumir. Juanjo San Sebastián cuenta en su libro que con 30 años se dio cuenta de que la vida no es solo tuya, que cuando ocurre algo así, una muerte, tus padres, tu pareja o tus amigos se quedan aquí. Para mí la montaña es una válvula de escape. Dedicándome a lo que me dedico, necesito disfrutar, coger aire, ver algún animal€ Yo asocio la montaña a la vida, pero es verdad que de vez en cuando pasan cosas de estas.

Felipe Uriarte dice en el documental una frase dura: "El montañero va a la montaña a vivir, no a morir. Morirse en la montaña es un fracaso".

-Sí, es a raíz de la frase que les planteamos y que se suele decir de: "Ha muerto donde hubiera querido morir". La madre de Mikel Crespo recuerda que en las últimas fotos que tuvieron de él, las que se hizo en la cima del Balaitous antes de morir, se le veía feliz. Estaba tan feliz que había sido feliz hasta el último momento. Y la madre de Beñat Arrue también dice que es terrible que hayan muerto tan jóvenes, pero también cree que, por el hecho de haber muerto en la montaña, hay gente en Azpeitia o Aizarna que ve a los montañeros un poco como héroes. Ir a la montaña tiene una épica. Yo a veces voy solo al monte y suelo pensar: Si tiene que tocarme morir aquí, igual no es la peor manera. Comparado con lo que veo todos los días...

"Ha muerto donde hubiera querido" sirve también como frase de consuelo.

-Un consuelo que, en cierta forma, es real. No es lo mismo morir en un accidente de tráfico, un suicidio o por una enfermedad. Jorge Nagore dice que es un consuelo, pero para los que nos quedamos...Imagínate sufrir con 20-30 años una leucemia. Sufres mucho.

A lo largo del documental familias y amigos que han perdido a gente querida en la montaña van aportando sus reflexiones. ¿Se siente una necesidad de contarlo?

-Sí, porque un duelo de este tipo es más complicado que otros. Porque el fallecido es una persona muy joven y, cuando murió tu hermano o un amigo te tocó muy joven. Son muertes repentinas. Aunque sepas que puede ocurrir, no piensas que va a ocurrir. Son muertes en las que no te da tiempo a despedirte. Y en algunos casos no se llega a encontrar el cadáver. En algunas ocasiones incluso no sabes si ha sido un accidente o un suicidio. Se queda en un limbo que es complicado para hacer el duelo. Es complicado de gestionar. Si no encuentran el piolet, la mochila o un objeto personal, queda la fantasía de que igual no ha muerto. Nosotros recomendamos hablar de ello. Otra cosa que ocurre es que el mundo del montañismo es muy masculino. La mayoría de fallecidos son hombres. Y a los hombres nos cuesta más hablar de estos temas y decir que estamos fastidiados y tristes. En el documental mostramos a gente que lo cuenta, pero hay muchos hombres que no son capaces de exteriorizarlo. Nosotros intentamos decir que se van a quedar mejor.

¿No recuperar físicamente el cadáver acentúa el dolor?

-Sí, lo cambia completamente. Es una forma de cerrarlo todo. Tiene mucha importancia.

¿Hay algún otro país que tenga un monumento de recuerdo a las víctimas como el de Besaide?

-No lo creo. Tenemos la suerte de tenerlo aquí, al lado de Arrasate, y es tan simbólico y bonito... No sé si en Catalunya, Madrid o Francia hay algo similar, pero no creo que exista en muchos sitios.

A las víctimas de la montaña se les rinde tributo en la propia montaña.

-Es algo muy bonito. Son ritos. Son importantes los ritos funerarios, sean budistas o cristianos, o que no tengan que ver con ninguna religión. Es importante en Besaide, que puedas plantar un árbol.€ Hace unos años el Hernio estaba plagado de cruces, era un monte funerario. La Diputación decidió quitar la mayoría de las cruces. Me dio qué pensar, porque para algunas personas es incómodo que haya tantas cruces en el monte pero yo, cuando voy al monte y veo que han plantado un árbol o han dejado una placa en recuerdo de un montañero muerto, me parece precioso. Ese árbol va a crecer y las generaciones de esa persona que murió van a ir viendo cómo crece ese árbol. Y eso es la vida al final. Alguien se está acordando de ti. Un árbol posiblemente es más bonito que una cruz porque, además, está vivo. Pero me parece precioso. Un momento sagrado. Muchas veces, si paso al lado de un recuerdo de este tipo y voy con una visera, me la quito por respeto a esa persona. Me parece algo muy bonito.

¿Cómo nos gustaría morir?

-Me quedo con una frase de Jorge Nagore: "Igual el sitio donde más he amado la vida es un sitio coherente para morir". Puede ser la montaña, el mar o tu casa. Jorge no es enfermero, ni médico, ni psicólogo, pero deja unas frases de chapó. Felipe Uriarte, sin embargo, tiene 76 años y dice que va a vivir hasta los 101 años, como su madre. Y quiere morir en su casa, en su cama, con una almohada goxua y que esté lloviendo fuera. Pues, ojalá.

¿Morimos mal?

-Muchas veces sí. Mi trabajo consiste en intentar que la gente muera bien. A la gente que quiere morir en casa, intentamos que sea lo más goxo posible, que puedan ir sus familiares a despedirse y con un ambiente lo más tranquilo posible. Son muertes buenas, con síntomas controlados y sin sufrimiento. Pero hay gente que no muere bien. No es lo mismo una muerte rápida que una muerte dulce como la de la montaña, que no es otra cosa que una congelación. Te quedas sin oxígeno. No es lo mismo eso que caerte y morir. Tendemos a mitificar las muertes en la montaña pero pueden ser muy fastidiosas, con hemorragias, varias horas con dolores€ Te paras a pensar y no tienen que ser tan buenas.

Si morimos mal, este año, aún peor.

-Con la pandemia, mucha gente se ha dado cuenta de que morir acompañado tiene mucha importancia. No nos paramos a pensar sobre ello. Están ocurriendo muchas cosas que no deberían ocurrir, sobre todo en los hospitales más grandes. Pero en los hospitales más pequeños, como el nuestro de Arrasate, tenemos la parte buena de que hemos podido ser un poco más flexibles con el protocolo y que los familiares pudieran venir a despedirse. Y eso es muy importante.

¿Habíamos borrado la muerte de nuestra cultura?

-Claro. Sobre todo en la ciudad. Por eso es lo de Hirian hil. Todavía en la cultura de los caseríos hay ese saber que, lo mismo que mueren los animales, morimos las personas. Que es algo natural. Eso no se ha perdido. Y si vas a Nepal o a África, está más presente que aquí. Aquí estamos más distraídos, como dice Izaskun Andonegi. Hasta que con la pandemia hemos visto que ha muerto gente con 40-50 años. Mucha gente se ha dado cuenta de nuestra fragilidad. Borrar la muerte no es solo borrar la muerte sino también mostrar nuestra fragilidad. Con 65-70 o 75 años seguimos diciendo que somos jóvenes. Es un error. Puedes tener 76 años como Felipe Uriarte o Carlos Soria pero los dos no dejan de ser una excepción. Como no aceptamos que nos hacemos viejos y somos frágiles, con la muerte, imagínate.

Seguimos teniendo miedo a la muerte.

-Mucho. Tenemos miedo a envejecer, a enfermar y, como último paso, a morir.

Jorge Nagore propone grabar la voz de nuestras madres para recordarlas cuando ya no estén.

-Me encantó. Somos una cultura muy visual, de fotos e imágenes, que son muy importantes, pero nos olvidamos de la voz, que es muy importante. La voz de mi ama y mi aita, que ya no están, la tengo muy presente. Otro órgano de los sentidos que tenemos atrofiado es el olor de nuestros seres queridos. Lo tenemos más olvidado.

'MENDIAN HIL, HIRIAN HIL'

Director. Iñaki Peña.

Producción. Arteman.

Duración. 57 minutos.

Edición y postproducción. Josu Txintxurreta y Eider Ballina.