"Es un alegrón y una especie de triunfo que haya ganado un chaval que ha pasado por Lizarte: nos sentimos partícipes de este oro olímpico porque creció con nosotros", relata orgulloso Manolo Azcona, director del Lizarte, el equipo de formación de la Asociación Deportiva Galibier. Juanjo Oroz, el otro responsable del conjunto navarro, al que llegó Richard Carapaz en 2016, se deshace en elogios hacia el ecuatoriano. "Cuando tuvimos a Carapaz en Lizarte, nos dimos cuenta de que era un ciclista que pedaleaba sin fin, con unas piernas sin igual".

El ecuatoriano dio el salto al ciclismo europeo en 2016 gracias al Lizarte, desde donde fichó por Movistar para convertirse en una de las grandes estrellas del deporte mundial. Ese ciclista de piernas sin igual que brilló en Navarra ya es campeón Olímpico después de una auténtica exhibición en Tokio. Carapaz sorprendió al grupo de favoritos con un consistente ataque en la última ascensión al monte Kagosaka Pass. El ecuatoriano se marchó junto al estadounidense Brandon McNulty, al que dejó con un nuevo acelerón a falta de 6 kilómetros para la meta con el que alcanzó la gloria.

Un premio más que merecido para un ciclista ofensivo, carismático y querido por aficionados y compañeros, como rememora emocionado Manolo Azcona. "Tengo un recuerdo buenísimo. Es un hombre humilde, trabajador y una gran persona. La verdad es que se hace querer y todo el equipo le tenemos muchísimo cariño. Carapaz demostró tener educación y carisma desde el primer minuto. Le tenemos en alta estima porque demostró y demuestra día a día ser una grandísima persona y me alegro mucho por él".

El ecuatoriano dejó huella en Lizarte. Y Navarra también marcó la vida de Carapaz, un ciclista humilde nacido el 29 de mayo de 1993 en El Carmelo, una pequeña población de la provincia de Carchi, conocida como la cuna del ciclismo ecuatoriano. Descubrió su primera bicicleta entre la chatarra y no hizo caso a nadie cuando en el colegio le aconsejaban que dejara el ciclismo porque no llegaría a nada. Comenzó a competir a los 15 años de la mano de su entrenador Juan Carlos Rosero y, en 2015, se trasladó a Colombia, donde explotó como ciclista ganando la Vuelta de la Juventud.

Sus resultados no pasaron desapercibidos y el Lizarte le ofreció la oportunidad de dar el salto a Europa en 2016. La locomotora del Carchi confió en la estructura de Juanjo Oroz y Manolo Azona, llegando a rechazar ofertas de contratos profesionales. Y no se equivocó. Estaba en el lugar perfecto para seguir creciendo.

"Le seguíamos en Colombia y sabíamos el potencial que tenía. Teníamos referencias porque su tío Alfonso Roberto Rodríguez, que había corrido conmigo en 1993, nos había hablado muy bien de él. Lo trajimos para probarlo en el ciclismo europeo y, desde la primera carrera, hizo unas exhibiciones terribles".

En Lizarte, dio muestras de su enorme calidad ganando la Vuelta a Navarra -la primera victoria de un ciclista ecuatoriano en Europa-, la Subida a Urraki y la Lazkaoko Proba. Su gran rendimiento le hizo ganarse una plaza en el equipo Movistar, donde la joven promesa se convirtió en realidad. "Yo estaba seguro de que iba a ser un ciclista de los grandes a nivel mundial y no me equivocaba", confiesa Azcona.

En 2019, ganó el Giro de Italia y, este 2021, ya con el equipo INEOS, ha sido tercero en el Tour y ha puesto la guinda a una sensacional temporada con el oro en los Juegos Olímpicos de Tokio. El escalador forjado en Navarra sigue haciendo historia: es el segundo deportista ecuatoriano que gana una medalla olímpica tras Jefferson Pérez, que fue oro en 1996 y plata en 2008 en los 20 km marcha. Todo un orgullo para un ciclista humilde que hizo escala en Navarra antes de alcanzar el Olimpo.