frontamos la crisis más dura que hemos tenido que vivir desde hace décadas. Y lo hacemos con el convencimiento de que es hoy cuando tenemos que fijar las bases para un futuro mejor en lo laboral y en lo social.

El impacto emocional y económico que esta alarma sanitaria está teniendo es evidente. Un confinamiento de, al menos, seis semanas quiebra nuestra forma de vivir y nuestra forma de relacionarnos con nuestras familias. Hoy, más que nunca, somos más conscientes de que tejer unas buenas redes de solidaridad entre la gente sencilla es obligado. El afecto y el cuidado como valores incipientes nos deben marcar como época.

Y desgraciadamente la generación de nuestros mayores está siendo golpeada de forma brutal por esta enfermedad. Ver morir a aquella gente que vivió una guerra civil y una dictadura, a veces en la soledad de una residencia, nos conmueve. Por eso, antes de cualquier valoración sindical, creemos que la bandera del apoyo mutuo, de la solidaridad es ahora algo que debemos reivindicar. Somos sociedad porque nos reconocemos en las necesidades mutuas, somos sociedad porque sostenemos a la gente más vulnerable.

Y tenemos en mente también a toda esa gente que vive hacinada en una habitación y que, en realidad, el confinamiento es su propia vida cotidiana. Por eso defendemos las medidas sociales que tratan de dignificar la vida de las personas más vulnerables.

UGT y CCOO afrontamos este 1 de Mayo sin poder llenar las calles de gente trabajadora, que con sus reivindicaciones y banderas conmemoraba esa fecha crucial en la historia del movimiento obrero internacional. Sin embargo, las reivindicaciones sindicales que solemos repetir año tras año adquieren ahora un espacio relevante.

La importancia del diálogo social, el relato insolidario del liberalismo, la fortaleza del Estado del Bienestar, los sindicatos como freno ante los abusos empresariales, las medidas de redistribución de la riqueza, entre otros, han copado la agenda de instituciones y medios de comunicación.

Desde el primer momento, CCOO y UGT hemos presentado propuestas para evitar que la crisis destruya empleo y deje en la pobreza más absoluta a amplias capas de nuestra ciudadanía: la promoción y primacía de los mecanismos de ajuste temporal, las suspensiones y reducciones de jornada -a través del mecanismo de los ERTE-; las prestaciones por desempleo a contador cero para todas las personas afectadas, tuvieran o no adquirido el derecho a las mismas; las ayudas y subsidios extraordinarios, etc. son, en gran parte, el resultado de la exigencia sindical en el marco del diálogo social. Son instrumentos aún insuficientes, pero que han situado la respuesta a la crisis en una vía diferente, centrada en la atención a los problemas de las personas y en una nueva forma de percibir las necesidades de este país.

Y todo ello, porque ya sabemos que una nueva salida de la crisis, sobre la mal llamada austeridad y con recortes laborales, salariales, sociales y de servicios públicos, como la que se nos impuso en 2011, sería un error mayúsculo. Tenemos que salir con más protección y más derechos.

Ahora, es necesario prorrogar los mecanismos de ajuste temporal del empleo, diseñados para el estado de alarma, el tiempo que sea preciso para sostener nuestro tejido productivo y la supervivencia digna de las personas trabajadoras. Es imprescindible cubrir las necesidades de aquellas que carecen de cualquier tipo de prestación. Con esta finalidad, el movimiento sindical exige la regulación urgente de un ingreso mínimo vital, como ya hicimos en la legislatura anterior promoviendo una Iniciativa Legislativa Popular. Y debe garantizarse que la recuperación de la actividad económica se lleva a cabo sin poner en riesgo la salud de los y las trabajadoras.

Pero hay que ir más allá y determinar las líneas de un nuevo modelo productivo y social que siempre hemos reivindicado y que la crisis del coronavirus demuestra que es inaplazable. Más y mejores servicios públicos: sanidad, atención a las personas mayores y a las dependientes, educación, etc. Intervención pública en los sectores estratégicos (energía, suministros, servicios financieros, industria) que garantice, al mismo tiempo, la respuesta ante situaciones críticas y una mayor eficiencia y menor dependencia de un mercado que se articula bajo el principio del máximo beneficio y que carece de sensibilidad ante los problemas de las personas. Inversión en ciencia, tecnología e innovación, que oriente la recuperación hacia un modelo de desarrollo económico justo y medioambientalmente sostenible.

Para todo ello, es necesario un gran pacto. Un pacto al que las organizaciones sindicales estamos sin duda dispuestas, pero que para que tenga éxito debe contar con el compromiso del conjunto de fuerzas políticas. Estamos en un momento trascendental en la historia de nuestro país. Todas las fuerzas políticas, la patronal y los sindicatos debemos actuar unidos para estar a la altura de las circunstancias.

También todos los países a nivel europeo tenemos que estar unidos. En nuestro caso por ejemplo, si no hay un acuerdo para mutualizar la deuda, pagaríamos de intereses tanto como el total de lo que se presupuesta en sanidad. Las instituciones europeas deben aceptar que las políticas de austeridad que han impuesto en la pasada crisis han debilitado los mecanismos de protección social y laboral en los que se está cebando la pandemia y renunciar a ellas definitivamente para enfrentar la crisis de forma verdaderamente solidaria.

Por otro lado, pocas veces ha quedado tan patente la importancia del sindicalismo y del mundo del trabajo. Porque está siendo la base, el sostén, ante esta alerta sanitaria. Frente al relato liberal, que nos vendía las bondades de la desregulación y la libertad de mercado, lo público y la mayoría social trabajadora han sido el verdadero dique de contención del virus. El andamiaje del estado del bienestar asegura la cohesión y es quien responde ante las dificultades, tengámoslo claro hoy y en el futuro; lo público es el refugio de las mayorías sociales cuando hay dificultades. Valorar, por eso, a quienes trabajan en las administraciones públicas y a quienes lo han hecho en sectores esenciales del sector privado, muchas veces en condiciones de seguridad precarias e insuficientes, es una de las principales lecciones de este momento.

El impacto de las crisis suele ser desigual, por eso lo público tiene que servir de efecto equilibrador de esas desigualdades, que se evidencian sobre todo en momentos de dificultades.

Y para eso hace falta una fiscalidad progresista y progresiva. Los impuestos sirven para rescatar a la gente, impulsar la actividad económica, sostener a las empresas y redistribuir la riqueza. Los efectos redistributivos de las prestaciones sociales y los impuestos jugarán un papel decisivo tras la alerta sanitaria.

Por otra parte, el coronavirus ha visibilizado muchas ocupaciones infravaloradas que han resultado ser básicas para el sostenimiento de nuestra sociedad. Habitualmente son trabajos feminizados y precarios y que la subida del SMI, impulsada por los sindicatos, ha ayudado a dignificar. Las cuidadoras de las residencias de ancianos y de los centros de discapacidad, quienes limpian hospitales y centros de salud, o quienes trabajan en la caja de un supermercado han estado también en primera línea de riesgo, muchas veces sin el reconocimiento social y salarial merecido.

Esta crisis social nos llega con un mercado laboral endeble y precario. La anterior crisis no se aprovechó para mejorar las condiciones del empleo, al contrario, los beneficios empresariales aumentaron y la temporalidad fue a más.

En Navarra el mercado laboral también es precario y temporal. A pesar de ser la comunidad con menos paro, tenemos unas tasas de parcialidad altas y un 40% de los contratos que se firman son para siete días o menos. Sin duda, al daño al empleo que generará esta crisis le tenemos que sumar una precariedad crónica que hace más difícil la situación, porque en muchos casos las cotizaciones son bajas.

A estos efectos negativos, las mujeres y las personas jóvenes suman su situación particular de desventaja laboral. Las mujeres venían ya sufriendo hasta seis tipos de brechas de género. El 25% de las mujeres trabajan a jornada parcial, de ellas el 45% viviendo una parcialidad no deseada, por lo tanto también en esta situación las mujeres trabajadoras parten en desventaja. En Navarra 5.700 personas trabajaban a través de una ETT, la mayoría gente joven y precisamente esos trabajadores han sido los primeros en ser despedidos.

Además de lo expuesto, la salud en el trabajo se ha convertido en algo vital. UGT y CCOO desde el inicio de la pandemia, hemos tratado de que todas las personas que estaban trabajando dispusieran de elementos de prevención suficientes.

Pero además de ello, hay que tener en cuenta que, en cuanto a la siniestralidad laboral, Navarra se comporta mucho peor que el resto de comunidades autónomas. Mostramos nuestra preocupación porque en las actuales circunstancias, y ante una paulatina vuelta al trabajo, se sumarán los anteriores riesgos a los actuales derivados del COVID-19. Por ello, exigimos a empresas e instituciones que redoblen los esfuerzos para garantizar la prevención y la seguridad en el trabajo.

No podemos aceptar con normalidad que seamos la comunidad con menos paro, y a la vez el territorio que peor se comporta respecto a los índices de incidencia en accidentes laborales. Por eso, consensuar medidas para la prevención, entre ellas recuperar la figura del delegado territorial de prevención, y reforzar la cultura preventiva en las empresas es crucial para corregir esta tendencia.

Estas semanas UGT y CCOO hemos recibido miles de llamadas de gente con dudas y problemas. Hemos sido un colchón para la gente trabajadora. Más allá de discursos grandilocuentes y de la retórica radical de algunos, miles de personas han visto en nosotros un lugar de apoyo y seguridad. Esa asistencia la hemos compaginado con las propuestas que hemos hecho en los diferentes ámbitos existentes, y los recursos presentados ante algunos abusos empresariales.

Ese papel tiene que ver con una concepción clara sobre el sindicalismo de clase, que debe ser capaz también de responder a una ola de dudas y consultas como las que se han producido en esta situación. Y no solo supone tener una capacidad técnica y organizativa eficaz, sino que también supone estar preparados para una crisis como ésta, que no entiende de banderas ni naciones, sino de conciencia social.

Sabemos que vendrán momentos difíciles para la gente trabajadora. Y que esos duelos no cerrados, esas despedidas que se han quedado en el aire, ante la muerte de docenas de navarros y navarras, nos seguirán doliendo durante años. Pero es ahora cuando los gobiernos, los sindicatos y la patronal, en el marco del Diálogo Social, tenemos que fijar las bases para una nueva realidad, más solidaria y más cohesionada y capaz de distribuir la riqueza para que ni un solo trabajador viva por debajo del umbral de la pobreza. CCOO y UGT, por eso, hemos elegido como lema para este 1 de Mayo Trabajo y servicios públicos; otro modelo social y económico es necesario. En esas estaremos. Suerte y ánimo.Los autores son el secretario general de UGT Navarra y el secretario general de CCOO Navarra

Tengamos claro hoy y en el futuro, que lo público es el refugio de las mayorías sociales cuando hay dificultades