Los peluqueros se enfrentan mañana lunes a greñas, trasquilones y tintes caseros tras cincuenta días cerrados, unos profesionales que están "muy animados" con los clientes ávidos haciendo cola.

La presidente de BIPE, la Asociación de Empresas de Estética y Peluquería de Bizkaia, la esteticista Cristina Oñate, y el peluquero Raúl De Andreas, ganador y finalista de premios como AIPP, Despuntan y The World Style Contest, han comentado a EFE sus impresiones antes de que mañana lunes las peluquerías puedan abrir con cita previa.

Las dudas han consumido esta semana al colectivo, porque solo iban a poder abrir con un único trabajador en el local, con un cliente. Con esas condiciones, muchos no iban a levantar la persiana, pero este domingo, solo un día antes, un nuevo decreto les permitirá atender a varios.

"Un alivio. Para las grandes, si tienen diez empleados puedes atender a diez clientes. Con las condiciones de antes iba a ser una ruina", describe Oñate.

Otra problema arreglado hace solo unos días ha sido gracias a la nueva norma que permite dar de alta a los empleados progresivamente. "Si tienes siete personas como yo, ¿para qué querías salir del ERTE si no podías trabajar?", explica Raúl. Ahora podrán volver de manera escalonada.

Con tantas dudas, Oñate explica que los más pequeños abrirán mañana, pero los más grandes van a dedicar la primera semana a preparar el establecimiento para implantar todos los sistemas de protección.

"Tenemos que llevar mascarilla y careta fijo, porque nos tenemos que proteger nosotras. Hay miedo en el sector. La peluquera al menos trabaja por detrás, pero la esteticista está a veinte centímetros. Si estoy haciendo la depilación eléctrica en una barbilla, me separa una lupa", detalla Oñate.

"Ante todo, cuidar nuestra salud. Tenemos contacto, no se puede cortar el pelo sin tocar el pelo, es evidente. A ver si nos llega todo el material de los equipos de protección (EPIs). Tenemos batas desechables, guantes para empezar, pero termómetros de toma de temperatura, o alfombras para eliminar el virus de la suela...ese material no ha llegado", se suma Raúl.

Oñate critica que cuando cerraron, el 13 de marzo, "donamos todo a Osakidetza y ahora, al comprarlo, nos están cobrando más. Nos quieren cobrar 20 euros por una careta. Nos dicen que si te cobran una mascarilla más del 0,95 euros lo denunciemos, pues igual hay que denunciar".

Una vez abiertos, habrá cambios: se acabaron las esperas dentro de la peluquería leyendo una revista, y habrá que desinfectar y dejar un margen de diez minutos entre clienta y clienta.

"Antes dabas un tinte y mientras la clienta esperaba media hora metías otra persona; ahora no, se van a dilatar mucho los tiempos de atención", alerta Raúl.

Cristina Oñate avisa de que todo esto supone un gasto que va a repercutir en el precio: "no puede ser que la clienta pague lo mismo cuando yo estoy pagando el material un 700 por ciento más".

"Hay que cubrir los gastos y sacar un sueldo, y tenemos que seguir haciéndolo porque esto no va a durar un mes, sino dos años. Si bajas los precios, te arruinas. Hablamos de un euro más. Si pagabas treinta y pagas 31, sale lo mismo porque sin bares no vas a tomar el café que te tomabas cuando venías a la peluquería".

Y habrá que tener un poco más de paciencia para ir a la pelu. Raúl tiene unas 200 personas en lista de espera, y Cristina está "con la oreja rayada de atender el teléfono".