Dos proyectos, podría decirse casi que dos sueños, están a punto de fundirse en una botella de vino y salir al mercado. Las uvas de Gonzalo Ibarrola Intxusta, de Lerga y el mimo que Xabi Sanz, aplica a su trabajo en la bodega Viña Zorzal se han unido en el último año en una iniciativa singular. Elaborar en Corella un tinto procedente de las viejas cepas de Lerga, un pueblo de la baja montaña navarra que reúne condiciones idóneas para la vid y donde apenas quedan hoy 12 hectáreas de viñedo.

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Lerga, donde el paisaje se hace vino

El altímetro del iPhone -hoy los teléfonos sirven para todo-, marca 591 metros de altura sobre el nivel del mar en Alicante. A esa altitud han madurado en la finca de Santo Tomas la garnacha que la familia Ibarrola lleva cuidando desde hace décadas a solo unos metros del casco urbano de Lerga. Más arriba, dicen, ya no se dan las condiciones para cultivarlas. Una helada tardía de abril o incluso mayo puede herir de muerte la cosecha del año. Es un paisaje de transición, entre los valles del Aragón y el Pirineo, que a finales de septiembre parece seco y exhausto después de un verano sin apenas lluvias, pero que cuenta con todo lo necesario.

-Yo a esta parcela ya venía de niño, con mi padre, que falleció este mismo año, y a mí me enseñó a podar mi tío Vicente- dice Gonzalo Ibarrola, tímido y orgulloso a un tiempo.

-Tiene que hacer entonces una ilusión especial.

-Pues sí, son muchas horas, muchos fines de semana, al margen del trabajo, también con mis hermanas... La gente se va al gimnasio, a jugar a golf, pues yo me vengo aquí. Me hace mucha ilusión, va a ser un vino 100% de la familia. Ya tengo ganas de verlo en la botella.

Las uvas recogidas el año pasado, que han reposado este tiempo en sus barricas, llegarán en los próximos meses a las vinotecas. Y Xabi Sanz, que junto a sus dos hermanos dirige Viña Zorzal en Corella, no quiere dejar ningún detalle al azar.

-El equipo que va a diseñar las etiquetas vendrá aquí, para ver Lerga, las parcelas, empaparse del entorno. Con el vino queremos pintar un paisaje, este, el de Lerga, que es especial, que no tiene nada que ver con otros. Queremos transmitirlo.

La búsqueda de emplazamientos frescos es una tendencia dentro del sector, alimentada también por un calentamiento global que se deja sentir en veranos más largos e intensos, inviernos menos fríos. Y también en fenómenos climatológicos extremos.

-Hay quien está probando a poner vid cerca del Pirineo. Nosotros tenemos en Navarra esta zona del Val de Aibar, que es maravillosa para buscar unos vinos frescos, muy bebibles, con la acidez necesaria. Conjuga altitud, latitud y el alto de Lerga marca una pequeña frontera. Muchas veces llego desde San Martín de Unx y al pasar a este lado ya me encuentro niebla- dice Xabi Sanz y mira de nuevo el paisaje.

Mira también a Gonzalo, que vive en Tafalla -en Lerga apenas quedan 60 personas durante todo el año- y que señala con el dedo unas cumbres suaves y modestas que lo han acompañado desde que nació.

-Ahí está el monte Txutxu, que tiene casi 1.000 metros de altura. Aquí hay pinos y chopos, claro, pero también robles. Esta es una zona de robles, ahí se ven. Y solo unos kilómetros al norte, en Getadar, tenemos ya un hayedo.

Todo ello se percibe en las viñas, cultivadas en forma de vaso, que conservan todavía un verde intenso, que no cuentan con riego supletorio y que fueron podadas en invierno del mismo modo que hace décadas, tal y como Gonzalo aprendió de su tío.

-Lo hemos querido mantener de este modo. Si podaban de una determinada manera era por algo, tenía su explicación -dice Gonzalo.

-El regadío lo que hace es igualar los años, el húmedo y el seco. Y ahí quizá se gana en productividad pero se pierde en diferenciación- dice Xabi, que ha subido esta mañana a Lerga desde Fitero, donde Viña Zorzal cuenta con algunos de los viñedos principales.

Como otras bodegas, Viña Zorzal busca diferenciarse. Y por eso hará vino empleando de forma exclusiva la garnacha que cultiva Gonzalo. "Si mezclas uvas, ¿de qué sirve, qué historia cuentan?", dice. Y aspira incluso a hacer vinos de parcela, que muestren las peculiaridades de un terreno concreto. El suelo, la orientación, las horas de sol. Todo aquello que, junto a la intervención humana, define la uva. De las tierras de Gonzalo salieron el año pasado 30.000 kilos de uva. Este año quizá sean algunos menos, debido a un clima algo más seco de lo habitual, si bien las lluvias de las últimas semanas han dado el empujón definitivo al fruto.

2021

En toda Navarra

Vendimia generalizada y de alta calidad

Navarra afronta de hecho el último tramo de su vendimia 2021 y en la DO Navarra están satisfechos. "Tras las lluvias del principio de la vendimia, el clima se ha estabilizado, y se ha sumado la llegada tan positiva del viento norte. La amplia oscilación térmica entre el día y la noche y el cierzo han propiciado un desarrollo muy bueno de las bayas y un final de maduración excelente", explican.

Es cierto. El fresco de la mañana se siente en Lerga, hasta donde ha llegado desde Falces la cuadrilla de temporeros que encabezan Ahmed Hamdat y Said Hassani, que ayudan a recoger desde hace años las uvas de las parcelas de Gonzalo Ibarrola.

-Siempre venimos cuando nos llama Gonzalo, es amigo, -dice Ahmed-. A Santo Tomás y a las otras parcelas. No son muchos días. Antes trabajé en la construcción, pero prefiero el campo. Es duro, pero me gusta más.

-¿Y cuanto acabe la vendimia?

-Pues empezaremos con el cardo y después con los ajos. Si quieres tengo para vender- anuncia Said.

-¿Y después el espárrago?

-No, el espárrago no. Hay que recogerlo de noche y eso no me gusta.

Por la pista de tierra que conduce hasta la parcela de Santo Tomás desciende a última hora de la mañana Mertxe Intxusta, la madre de Gonzalo. Tiene 74 años y camina con cuidado, esquivando los baches de un camino por el que ha entrado también el camión frigorífico donde las uvas serán mantenidas a la temperatura idónea hasta ser descargadas en la bodega.

-Me hace mucha ilusión que venga mi madre a las viñas, no suele bajar apenas- dice Gonzalo.

Mertxe carga una cesta de mimbre y con las pequeñas tijeras que le ha prestado Gonzalo comienza desprender los racimos de una garnacha ya madurada, ideal para el postre. Las viñas le han acompañado desde hace más de medio siglo y conoce el esfuerzo que reclaman.

-Es bonito, pero también da mucho trabajo. Él es un enamorado de esto -dice mirando a su hijo- pero tiene una compañera que tiene que aguantar... Pero bueno, como me tocó a mí antes. Aquí hemos vivido de todo.

Las viñas son también la historia de una familia y de un pueblo que durante el siglo XX se fue despoblando de forma imparable. Desde 1900, ha perdido el 90% de su población y del centenar de hectáreas de viñedo apenas ha quedado un 10%. En los 80 y 90, las ayudas europeas para arrancar las vides arrasaron con décadas de historia. Quedaron filas de cepas antiguas, anudadas y retorcidas, plantadas entre los años 40 y 60 del pasado siglo y que recogen el trabajo y la sabiduría de generaciones enteras. Entre algunos olivares y campos de cereal, rodeadas por viejos bancales ya erosionados donde poco a poco vuelve a crecer la vegetación original, su belleza es serena, natural, casi histórica.

-Yo a Gonzalo lo conocía de la DO Navarra y cuando vi lo que tenía, estas viñas magníficas que había cuidado y conservado tantos años, pues directamente le di las gracias por haberlo hecho -dice entonces Xabi Sanz.

Y ambos se emocionan un poco.