Hacer la compra se está convirtiendo en un ejercicio de malabarismo para el consumidor. La subida de los precios es una realidad sostenida que va impregnando como lluvia fina a todo el mercado de bienes y servicios. Especialmente en los más básicos. Y los expertos no vislumbran un alivio en la inflación, que según la mayoría de las estimaciones estará al menos en niveles similares durante toda la primera mitad del año.

Los datos del IPC son claros. El año pasado se cerró con un incremento de la inflación del 6,5%, el dato más alto desde 1992. La inflación subyacente, que recoge el índice general sin alimentos no elaborados ni productos energéticos, también aumentó, hasta situarse en el 2,1%, un baremo que no alcanzaba desde 2013. Determinadas variedades de carne, como la de ovino, han experimentado subidas anuales de casi el 22%; los aceites, un 24,4%, las frutas, un 9%; y las legumbres y hortalizas, un 8%. La luz y los carburantes también se han disparado.

En Euskadi, el aumento de la inflación fue paralelo al del Estado (6,4%), mientras que en Navarra se situó una décima por encima (6,6%). Los mayores ascensos se han producido en Castilla-La Mancha (7,6%) y Castilla y León (7,3%). Comunidades, sobre todo las dos primeras, en las que el crecimiento de los premios, recuerda en un informe la OCU, golpea a poblaciones que llevan, en muchos casos, sufriendo los efectos del fenómeno de la España vaciada.

Además, por el lado de los ingresos, las familias tampoco han recibido buenas noticias. Las subidas salariales recogidas en convenios laborales apenas rozaron el 1,5%, y apenas el 15% de los trabajadores cuenta con pactos en sus empresas que les permitan ver mejoradas sus remuneraciones de forma acorde a la inflación.

Con la pandemia a la baja pero aún activa, y con la guerra recién comenzada por Rusia tras invadir Ucrania, la incertidumbre sigue trasladándose a los bolsillos. Las razones tienen que ver sobre todo con el encarecimiento de las materias primas y de la energía. Con el consumo estancado en la fase más aguda de la pandemia, la demanda de todo tipo de productos ha crecido a nivel mundial en los últimos meses. Sin embargo, las cadenas de suministro y distribución se han encontrado con una oferta de petróleo y combustibles muy por debajo de la necesaria. Esto repercute en todo el proceso: el productor ve más caro hacer su labor; la logística también sufre el encarecimiento, y el vendedor puede optar por trasladar la subida al cliente.

A pesar de que el contexto emocional invita a retomar el consumo previo a la crisis, la prudencia sigue guiando muchas decisiones, según reconocen desde las asociaciones de consumidores. Por otra parte, algunos hábitos de consumo que tomaron cuerpo durante la pandemia tienen visos de permanecer, como la compra online, un método que facilita la comparación de precios. Esta opción "se consolida en algunos sectores como equipamiento de la persona, moda y calzado", subraya el Observatorio del Comercio de Euskadi en su 'Barómetro del Consumo 2021'. Además, "el comercio tradicional parece consolidar su relación con el consumidor", proclama el informe.

¿Hasta cuando puede durar este período? La contienda en Ucrania va a encarecer aún más el precio del gas y petróleo, y no se espera que los precios aflojen por lo menos en la primera mitad del año. La Fundación de Cajas de Ahorro, Funcas, ha revisado al alza sus previsiones para este año -antes de conocer la invasión rusa- y estima una inflación para este mes del 7,1% y anual del 4,6%, con la energía en niveles máximos al menos hasta abril. l