na de las peculiaridades ‘Succession’ es que todos sus personajes son tan despreciables que los acabas cogiendo cariño. En realidad, no se salva nadie. Pero como sucede en las clásicas relaciones de amor y odio, los sentimientos varían con frecuencia, en este caso de un capítulo a otro o, incluso, en cuestión de minutos tras un giro de guion o un comentario que pilla al espectador con el pie cambiado. La serie, un fenómeno televisivo de HBO que acaba de terminar la tercera temporada, disecciona a una familia neoyorquina podrida de dinero. La trama es conocida: el viejo magnate Logan Roy (interpretado con maestría por el veterano actor Brian Cox, seguramente en el papel de su vida) se hace mayor y debe buscar un sucesor entre sus cuatro hijos.

La decisión planea sobre las tres temporadas, pero al final lo de menos es quién se queda con el suculento pastel familiar. Importan los pequeños detalles. Las puyas. La chanza. Quién dice la burrada más grande. Las puñaladas traperas. Esa manía enfermiza que tienen todos de abusar de la venganza, el odio, la envidia, la traición y, en general, todo lo que se supone que corroe el alma. El periodista Tim Dowling, del diario británico The Guardian, definió la serie de la siguiente manera: “El guión es salvaje, los diálogos agudos y groseros. Aunque tiene sus puntos divertidos, también da miedo, tal como debería pasar con cualquier drama poblado de monstruos”. EJ Dickson, de la revista Elle, dio en la clave sobre la adicción que se siente al presenciar la guerra sin cuartel de una familia de ricachones en la que no se salva ni uno solo de sus protagonistas. “Odio a todo el mundo en ‘Succession’ y aun así no puedo dejar de ver la serie”.

Los personajes son el plato fuerte de la serie. El viejo Logan es antipático, déspota y manipulador pero cada vez que suelta uno de sus ya legendarios “fuck off” se te escapa una sonrisa. Su hijo Kendall (Jeremy Strong) es un narcisista insoportable, cocainómano y engreído, en teoría el alumno aventajado de la familia; lo borda en su papel de llanero solitario y, a veces, solo a veces, logra arrastrarte en su cruzada. Siobhan (Sara Snook), por su parte, es la voz supuestamente progresista entre tanto republicano recalcitrante; pero a la que, al mismo tiempo, no le importa mirar para otro lado cuando en el seno de su empresa estalla un escándalo donde se mezclan unas terribles acusaciones de abusos sexuales, ilegalidades de todo tipo y asesinatos en unos cruceros. Su marido Tom es un pagafantas de manual, mientras que los otros dos hermanos, Roman y Connor, interpretados por Kieran Culkin y Alan Ruck, viven en otra galaxia y tienen salidas tronchantes. El elenco de secundarios (el joven Greg, Gerry, Marcia, Frank...) no se queda atrás; son fantásticos y, por supuesto, los amas y los detestas al mismo tiempo.

En el clan de los Roy nadie parece disfrutar de su estatus multimillonario. Se cumple el dicho de que el dinero no da la felicidad y sí, en cambio, muchos quebraderos de cabeza. A la ficción creada por Jesse Amstrong, no le importa bajar el barro y mostrar las miserias humanas de esa familia disfuncional que dirige un conglomerado ficticio de medios multinacionales llamado Waystar Royco. A priori, los Roy lo tienen todo: el poder, una inmensa fortuna, la fama. Viajan en helicópteros y jets privados como quien coge un taxi para moverse por la ciudad. Controlan la judicatura sin miramientos. Tienen hilo directo con el presidente de los Estados Unidos. Un día aparecen en un castillo europeo por puro capricho, otro día cierran un trato millonario en una isla remota y en el 40 cumpleaños de Kendall se organiza un cumpleaños descomunal en un lujoso edificio de Nueva York. Pero la batalla descarnada instaurada en la familia no les deja disfrutar de su privilegiado estatus. Son unos infelices.

“El guión de esta serie es fantástico

y los personajes están muy bien construidos”

“Me encanta la música de ‘Succession’. Nunca le dejo a Alfonso que se salte la cabecera porque no me canso de escucharla”