La región de la Ribera del Duero es escenario de la elaboración de los vinos con denominación de origen Ribera del Duero, unos de los más prestigiosos caldos que existen a nivel internacional. Su histórica experiencia bodeguera les avala. Y es que la tradición vinícola tiene como prueba el descubrimiento de residuos de vino en el yacimiento vacceo de Pintia, en el término de Padilla de Duero, pedanía de Peñafiel, que confirma que en la región ya se consumía vino hace 2.500 años. Además, durante la vendimia de 1972, en Baños de Valdearados, fue descubierto un gran mosaico romano, de 66 metros cuadrados, con dibujos de alegorías báquicas al vino, que demuestra que la elaboración de estos caldos ya existía en la región desde los tiempos de los romanos, hace miles de años.

Tal y como explican desde el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Ribera del Duero, "ya en el siglo XIII, el vino y los viñedos se convierten en parte fundamental del desarrollo cultural y económico de la Ribera. Tanto es así que se incrementa la producción, se intensifica el comercio local y comienza la exportación al resto de Castilla". Hay que esperar al siglo XV para la creación de las primeras Ordenanzas de Castilla, en las que se establecen medidas relativas al control de la producción, el comercio y la fiscalidad de estos caldos.

"La Denominación de Origen, tal como hoy la conocemos, surge tras la iniciativa de una serie de viticultores y bodegueros preocupados por impulsar los viñedos y la calidad de los vinos de la Ribera del Duero", advierten. El primer Acta que se recoge en los libros del Consejo Regulador data del 23 de julio de 1980, fecha en la que este organismo actuaba con carácter provisional. Dos años después, el 21 de julio de 1982, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación otorgó a la Ribera del Duero la Denominación de Origen y aprobó su primer Reglamento. 

Respeto hacia el 'terroir'

Desde su creación, el Consejo Regulador de Ribera del Duero ha apostado por combinar la elaboración tradicional con la puesta en marcha de "nuevas prácticas de cultivo", la "introducción de las más modernas tecnologías" y "rigurosos procesos de control". Todo para garantizar la calidad de sus famosos caldos, en los que atesoran la sabiduría heredada generación tras generación, manteniendo intacto su respeto hacia el 'terroir', que definen como "una excepcional combinación de un clima extremo y cambiante con una geología diversa y compleja", a la vez que implementan la tecnología y la innovación con el deseo de posicionarse en la vanguardia.

Calidad por encima de cantidad 

La denominación de la Ribera del Duero engloba a más de 300 bodegas con sus 2.500 marcas, aproximadamente a 8.000 viticultores y a un total de 25.035 hectáreas de viñedos, de los cuales algunos de ellos son centenarios y más del 9% tienen más de 80 años. Y aunque es una denominación bien nutrida, lo cierto es que bodegas y viticultores priman la calidad de la uva sobre la cantidad siguiendo la máxima de menos es más. Según sus datos, en la última década han producido una media de 4.380 kilos por hectárea, muy por debajo de los 7.000 kilos que admite su normativa. Siguiendo esta filosofía, el proceso de vendimia se sigue realizando de forma tradicional, ya que se lleva a cabo de forma manual en un 80%. "La recogida a mano y en caja encarece y ralentiza el proceso de recogida, pero permite una mayor selección de los racimos y asegura que estos entren en bodega en un estado óptimo, sin golpes ni roturas, y que la uva sufra lo menos posible", aseguran.

Tras este proceso, se obtienen los vinos de Ribera del Duero, donde destacan sobre todo los tintos, "desde los jóvenes con elevada carga frutal y buen paso de boca, a los elegantes vinos de guarda (Crianzas, Reservas y Grandes Reservas), que destacan por su complejidad aromática y su potencia y equilibrio en boca". También son muy apreciados sus rosados, "afrutados y refrescantes"; y sus blancos, "jóvenes, frescos, afrutados, con buena acidez, que aportan aromas más complejos al envejecer en barrica y botella". Todos ellos llevan el sello del Consejo Regulador y contraetiquetas diferenciadas mediante un código de color para destacar cada tipo de envejecimiento.

Racimo de uvas Cabernet-Sauvignon.

Racimo de uvas Cabernet-Sauvignon.

Las uvas de la Ribera del Duero

1. Tempranillo

También conocida como tinta del país o tinto fino. Es la variedad principal. Proporciona una fuerte coloración violácea. Destacan sus aromas a mora que se conjuntan con frutos negros del bosque. Tanino estructurado a dulce en sobremaduración. Acidez media.

2. Cabernet-Sauvignon

Brotación tardía. Destacan sus aromas a pimiento verde, que pasan a frutos negros en sobremaduración. Tanino acusado. Alta acidez. 

3. Merlot

Escasa producción. Maduración tardía. Vino de acidez media. Destacan sus aromas de fruta negra conjuntada con matices de frutos secos. Tanino medio.

4. Malbec

Escasa producción. Brotación tardía. Destacan sus aromas de fruta negra conjuntada con matices de balsámicos mentolados. Tanino medio. Alta acidez.

5. Garnacha tinta

Alta producción, bajo grado. Maduración muy tardía. Vinos aromáticos en los que predomina la fresa madura, de escaso color y acidez media. Tanino medio. Potencial oxidativo alto.

6. Albillo Mayor

Pronta maduración. Producción media. Grado medio. Vinos aromáticos en los que predominan las frutas de pepita y hueso, manzana y melocotón. De color muy sutil, entre el amarillo paja pálido y el pálido acerado. Acidez media.