Con todo merecimiento, Rafa Nadal preside las portadas igual a diestra que a (más o menos) siniestra. Nada que objetar. Tampoco a buena parte de las piezas de opinión justamente elogiosas. Otra cosa son las pasadas de frenada patriotera y aprovechar la gesta del de Manacor para vender la mercancía. Ahí les van algunos ejemplos.

El primero lleva la firma del presunto muñidor de la Kitchen Jorge Fernández Díaz, que remata así sus letras en La Razón: "También, por qué no decirlo, que los españoles podamos seguir emocionándonos con sus triunfos al verle firme y con lágrimas en los ojos escuchar el himno nacional por el mundo".

Por ahí va también Ignacio Camacho en ABC: "Nos enorgullece porque es el modelo al que acaso nos gustaría parecernos cuando nos miramos al espejo. Hasta presume de España y se envuelve en su bandera mientras aquí la escondemos".

"La España de Rafa Nadal" se titula el editorial de vetusto diario. Resulta gracioso la excusa no pedida del amanuense: "No es cuestión de caer en mensajes simples, pero Nadal representa una idea de España que merece la pena defender, la del esfuerzo y el aprecio por las cosas bien hechas, la del mérito y el sacrificio, la de la excelencia y la humildad". Pues no, no era cuestión de caer en mensajes simples. Pero caemos.

La teta de Rigoberta Bandini

Y como estaba cantado (nunca mejor dicho), la otra gran fuente de inspiración del columneo de orden ha sido el tema musical que finalmente no representará a España en Eurovisión. En realidad, más que la canción en sí, su iconografía y supuesto significado. Así, en ABC, Jesús Lillo nos sorprende titulando su pieza "Rigoberta nos representa". La cosa es que lo dice en serio: "Por pasiva, Bandini ha ridiculizado a un feminismo cuyas desnortadas starlettes vindican ahora las tetas a partir del canon de Pajares y Esteso y celebran la natalidad con el mismo desahogo con que proclaman el aborto como derecho humano, anexo al sola y borracha / quiero volver a casa; ha documentado la fascinación que desde los años ochenta, cuando salía de encender mecheros y ponerle velas a sus cantautores en la Fiesta del PCE, manifiesta la izquierda hacia los cantantes pijos e indies, valga la redundancia".

En El Español, Rebeca Argudo celebra la derrota del supuesto himno feminista: "Me puedo imaginar perfectamente a los de la teta de la Bandini desquiciados porque, fíjate tú, gana la de la mujer cosificada en lugar de la que la quiere descosificar. Me hubiese encantado ver la cara que se le quedaba a Jordi Évole, ese follonero devenido en periodista, que daba casi por seguro que el duelo final era Rigoberta vs Tanxugueiras. Es que es oler un leve tufillo a movimiento identitario y se ponen como motos".

También Julio Valdeón se casca unos párrafos sobre la cuestión en El Mundo. Pero no sabría apuntarles en qué sentido, porque no entiendo lo que dice. A ver si ustedes tienen más suerte o más claridad de ideas: "De la charlatana a la teta (de Rigoberta), que no alcanzó Eurovisión. Lástima. Permitía disertar sobre la heteronormatividad del seno. Sobre el uso colonial de las peras. Arteramente gozadas desde que en el tránsito del Lucy al homo rudolfensis, blanco y heterosexual, suscriptor del Economist, abrazamos el neoliberalismo. El liberalismo original, sin prefijos, nació antes. Con los pre-australopitecinos".

Antonio R, Naranjo redacta con más claridad y, como van a notar, con más caspa machistona: "Paula, bonita, en lo relativo a las tetas lo que nos atemoriza es no tener contacto con ellas con una frecuencia razonable. Y más feministas son las gallegas recordando a nuestras madres y abuelas que una Ada Colau en bragas pretendiendo convertir la innegociable apuesta por la igualdad en una guerra de géneros en la que tíos normales aparecemos caricaturizados como orcos y tías pijas como vosotras os hacéis las víctimas mientras pedís sushi para cenar", regüelda en El Debate.

Y también en El Debate, Mayte Alcaraz hace una finta para enlazar la famosa canción con las grandiosas políticas de Ayuso de fomento de la natalidad. Se lo juro: "Por segundo año consecutivo, en España mueren más personas que nacen. Ese sí que es un problema al que debería dedicarse la ministra de Igualdad. Porque a nuestras abuelas, a nuestras madres, o a nosotras mismas nos defienden más las políticas de fomento de la natalidad y de conciliación familiar, como las de Isabel Díaz Ayuso, que las soflamas feministas de Irene Montero que, en puridad, la única teta que defiende es la del Estado, de la que vive de cine".