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El renacer del Casco Viejo

El renacer del Casco Viejo

la peatonalización del Casco Viejo es solo un primer paso, una pieza en el enorme puzzle que tenemos que construir en Tudela para mejorar la ciudad, pero es un paso importante. Su relevancia no radica en que dejen de pasar coches que te aplasten contra las fachadas de la calle Rúa, ni siquiera en el novedoso sistema de que un mini robot te lea la matrícula para que reconozca que eres Pepito Pérez que vives en Verjas 4 y que luego se esconda bajo el asfalto. La relevancia de que el peatón sea el dueño de la parte vieja radica en todo lo que esa pequeña y barata actuación (20.000 euros) ha de llevar consigo. No dentro de unos años, sino casi al mismo tiempo en que los tudelanos se empoderen (odio esta palabra, de verdad, que se ha puesto tan de moda) del centro de la calzada. Porque la peatonalización no se puede quedar en quitar unos pivotes y poner unas macetas, ha de implicar convertir en pequeños jardines urbanos los solares abandonados y proseguir con las ayudas para que los que rondan los 30 ó 40 años se trasladen a esta zona de Tudela y recuperen los grandes y bellos edificios con los que contamos (cómo están de bonitas la calle Rúa y Mercadal, irreconocibles con respecto a hace 20 años). Pero tan importante como todo esto es hacer atractivo, para quienes tienen iniciativas empresariales, el corazón de Tudela para que vuelvan los comercios a estas calles, única manera de que recuperen su vitalidad y su esplendor. Ideas como las que ya han nacido en estos últimos años de liberías-cafeterías, pequeños hoteles con encanto, casas rurales, tiendas de anticuarios, de alimentación o artesanos convertirían la zona en un imán para el tudelano y el visitante. Hay que esperar a ver si la nueva ordenanza (que premia a quienes se instalan aquí) tiene respuesta. No quiero cerrar esta ventana desde la que se ve la hermosa catedral sin destacar dos de los esfuerzos claves que ha de acometer el Ayuntamiento: primero recuperar, como sea y para el uso que sea, joyas a punto de hundirse, venidas a menos, como Labastida y conseguir del inmovilista arzobispado que las iglesias permanezcan abiertas para que los turistas puedan ver nuestras joyas, como sucede en ciudades tan cercanas como Soria, un lujo para visitar a pie y espejo en el que, en muchos aspectos, se podría mirar Tudela. El siguiente paso será ganar el río y unirlo, por fin, a la ciudad.