Hay en Liédena un jardín a las puertas de la casa número 44 de la calle San Martín, que no es un jardín cualquiera. En él se unen desde el verano arte y fútbol en un homenaje al local CD Aurrera. Antes, fue el Bosque de la ilusión y escenario navideño. Todo a raíz de las ideas y el trabajo de sus habitantes, Beatriz Olleta Sánchez y Norberto Plano Sabalza, en su afán "de dar vida al pueblo y de recordar lo que de verdad importa", declaran.

Todo empezó como un entretenimiento, una necesidad de sacar la creatividad a la calle con montajes de Belenes hace 25 años. Navidad, Nacimiento, Olentzero y Papa Noel, "para recoger todas las culturas", apostilla Norberto. Pero en los meses de la pandemia, quisieron ir más allá para alegrar las calles del pueblo. "Sobre todo por los niños", apunta Beatriz, al tiempo que se intensifica el azul de sus ojos.

Con este objetivo, a finales de enero crearon El Bosque de la ilusión. Convirtieron el jardín en un lugar de fantasía y diversión con la representación de un poblado de druidas y cisnes, con grandes setas en cuya elaboración participaron niños y niñas del pueblo. "Fue una ilusión compartida", expresan.

Además de la alegría de aquellos días, el resultado dio juego como atractivo turístico y escenario abierto a quien estaba de paso, bien para llevarse una fotografía de recuerdo, bien para entablar una conversación. Nadie que pregunta se va sin ser atendido en esta casa.

La pandemia impidió también la celebración del centenario del CD Aurrera. El Ayuntamiento y el propio club tuvieron que suspender los actos preparados para el evento en 2020. A principios del verano, decidió el matrimonio dedicar su tiempo y su espacio a algo tan importante para la localidad. "¿Qué les podría representar mejor a todos?", pensaron. "El fútbol une a todo el pueblo. Es lo mejor que tenemos los domingos por la tarde. El ambiente es muy bueno y no hay nada más aquí", manifiestan a coro.

Harían un montaje sobre el Aurrera. Durante siete meses dieron forma al club de ayer y de hoy. Desde el verano su jardín está habitado por 25 figuras que representan cien años de fútbol local. El equipo fundador de 1920 con su primera indumentaria de color blanco. "Es también un homenaje a mi padre, Eustasio Olleta, que jugó desde el principio", dice Beatriz.

La figura del portero destaca en el centro, vestido de negro como antes lo hacían, y engarza con el equipo actual, con traje azul y con tres más, de rayas, que representan a tres vecinas que jugaron en el CD Cantolagua (Sangüesa). La muestra se completa con el himno del Aurrera, "si el viento lo permite", comentan risueños.

Formadas por un mínimo de 13 macetas cada una, pintadas y sujetas centro y cabeza con alambre, el jardín ha concitado la adhesión de todo el pueblo y llama la atención de viandantes, hasta el punto de que ha habido personas interesadas en el futuro de las figuras, dispuestas a adquirirlas para sus jardines, en recuerdo por su vínculo con el Aurrera y con Liédena, o por puro capricho. Aquí es donde el club ha tomado parte y le ha puesto un precio a cada una, 50 euros. Y ya se han vendido varias.

"Todo lo que salga de la venta es para el equipo. Nosotros ya estamos pensando en el siguiente montaje" , adelantan. La cabeza de Mari Domingi espera las manos artesanas de Beatriz en la sala. Próximamente saldrá al jardín repleto de luz, color y canciones navideñas.

"Hay que darle la vuelta al vacío de estos pueblos pequeños ", defienden Norberto y Beatriz. Un ejemplo de jubilación activa, de terapia en libertad, pero, sobre todo, de contribución a la vida y a la alegría de un pueblo de 318 almas empadronadas con una treintena de niños y niñas.