ola personas, un domingo más acompañándonos mutuamente para ver qué pasa en nuestra querida Pamplona.

Esta semana el ERP vuelve a ser mixto, en primer lugar os contaré un paseo delicioso que me di de buena mañana el viernes día 19, luego tendremos un toque de actividad cultural y luego seré un poco mal educado para hablar de mí mismo. Veamos.

Yo cada semana, como podéis imaginar, me planteo a dónde puñetas dirigiré mis pasos o mis pensamientos para luego poder llenar estas líneas dominicales con algo que tenga un mínimo de cozcor y que os pueda divertir mientras generosamente me dedicáis unos minutos. La cosa a veces me sale sin pensar, me la encuentro, y a veces me cuesta Dios y ayuda que se me ocurra un tema diferente a los anteriores y de fundamento. Esta semana llegó el viernes y no tenía nada de nada, había barajado varias opciones, pero las había descartado así que me veía en la necesidad de agarrarme a un hierro ardiendo y dar por buena cualquier idea. Un paseo, me dije, pero... ¿a dónde? Y, como por arte de magia, se me presentó la respuesta, una respuesta difícilmente superable: otoño en la Taconera. ¿Quién da más? Lugar pamplonés donde los haya, cargado de belleza, cargado de recuerdos, cargado de historia, cargado de naturaleza, pequeño y grande a la vez, preñado de rincones, detalles, arte, personajes homenajeados, historia amurallada y un largo catálogo que lo hizo candidato indiscutible para que yo me diese un garbeo y os lo contase.

De Sarasate, salí a Navas de Tolosa y por Ciudadela llegué al parque por excelencia de nuestra ciudad. Si la del Castillo es la Plaza, la Taconera es el Parque.

Crucé y entré en terrenos de paz, paseo, niños, jubilados, barquilleros y bicicletas, si bien, a esas horas de la mañana casi nada de eso había, solo había paz, sol y frío, un frío pelón, pero estaba todo tan rabiosamente bonito que diremos que sarna con gusto...o cómo escuché decir el otro día: si andas con gusto no pica. Pues eso.

Anduve primero por el pasillo que deja a su derecha la bajada de la estación, me acerqué a la barandilla, me asomé y largué la vista lejos. Frente a mí la tremenda pared que no deja lugar a dudas de cuál es su función: la clausura de las agustinas recoletas. Volví a la ajardinada trocha y llegué al monumento en el que Gayarre, encaramado en el pedestal que diseñó Eusa y que esculpió su paisano el roncalés Fructuoso Orduna, preside el salón central del paseo con su vestido de "Los Pescadores de perlas", la ópera de Bizet que interpretó en el Teatro Real de Madrid la noche del 8 de diciembre de 1889. Volví por el paseo central hasta el Portal de San Nicolás que es como el portón de la finca. Miré a mi izquierda y saludé a don Hilarión Eslava el célebre burladés al que tantos y tantos deben sus conocimientos musicales. Por ahí andaba antes Huarte de San Juan, pero se fue a la Media Luna. Recordé aquella desubicada pagoda en la que la familia Canarias alquilaba bicicletas y las vueltas que con ellas dábamos arriba abajo del parque mientras mi abuela Luisa nos esperaba paciente con su bolso colgando del antebrazo y vigilando que no nos partiésemos la crisma. Crucé hacia la diosa de la Beneficencia, la obra de Julián San Martín que desterraron de su pedestal en la plaza del Castillo para dejarla en un bello parterre viendo pasar los días entre niños y enamorados que por allí discurren. Atravesé el otro sendero y llegué a esa zona que tiene unas pérgolas y una fuente con caras de diablos o faunos o sátiros o vete tú a saber qué es eso. Por un momento el murmullo del agua en el silencio de la mañana me transportó a los jardines de la Alhambra. Seguí mi paseo por ese camino que va jalonado de abedules que el calendario ha teñido de amarillo. El conjunto era de un cromatismo tal que se diría que había andado por allá el bueno de Basiano con sus pinceles dando color, la luz tempranera hacía el resto. Eché en falta a aquel maestro del onanismo que fue el mono Charly. Al final del paseo llegué a los arcos góticos traídos del monasterio de Marcilla en 1935 para conmemorar el 7º centenario de la llegada de la dinastía de Champaña con su primer rey Teobaldo I. Estos arcos en un principio contaban con la presencia de dicho rey tocando un instrumento y trovando, ya que por algo le decían el rey trovador. Todo el conjunto fue cosa del Dr. Victoriano Juaristi, pero la figura, que sentado bajo los arcos se entregaba a la trova palaciega, duró poco, la incultura y la barbarie se ensañaron con ella y acabó destrozada y en el foso. Di la vuelta al revellín de San Roque y volví a tomar la entrada. Recorrí de nuevo el parque bordeando el foso de los animales, vi que la población de ciervos ha sido diezmada y, tras perder unos minutos recreándome con pavos, ocas y pintadas, volví al centro del parque, llegué al almenado Portal Nuevo, me asomé a la barandilla, saludé a mi querida Rochapea y crucé la plaza de la O para tomar las calles de lo viejo y llegar a la plaza del Consejo y calle San Antón donde tenía mi segunda cita del día, esta vez con la cultura, tal y como he anunciado.

Resulta que en la sala de la Fundación Echauri se ha inaugurado una exposición del artista Miguel Rasero, natural del pueblo cordobés de Doña Mencía (me encanta) y afincado en Barcelona. Miguel es un pintor que conocí el año 81 porque coincidimos en la mítica sala de Castillo de Maya exponiendo a la vez, uno en la sala y otro en el anexo. Amigos comunes nos hicieron coincidir de nuevo y en esta ocasión no quería dejar de saludarlo y a ello fui. Ha traído una colección de bodegones cubistas que son una maravilla, suaves de color y con gran fuerza en la imagen. La podéis ver hasta el 12 de diciembre y yo que vosotros no me la perdería.

Y por último voy a hablar de mi menda lerenda, quiero anunciar a bombo y platillo que mi segundo libro El Rincón del Paseante II estará en las librerías el día 25, dudo de que me dé tiempo de llevar a todas, pero donde seguro que estará ese día será en la caseta de la asociación de libreros en la feria que el mismo 25 se inaugura en la Plaza del Castillo y en la caseta de mi amigo Kike Abarzuza, Librería Iratxe, en la misma feria. A lo largo de los siguientes días iré sirviendo a las librerías que les interese vender mis andanzas. El libro contiene los paseos publicados en 2020 y más de 270 fotos de la Pamplona de antes, obras de Galle, Gómez, Calleja, Esparza y un servidor, todo ello puede ser vuestro por el módico precio de 22 pavos ¿Quién da más?

Reservadlo que se agota.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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