De cada uno de los pueblos de la Ribera se puede decir algo positivo. Cada uno tiene su encanto, su buena gente, sus costumbres y sus particularidades. En unos hay más patrimonio cultural y artístico, otros tienen más y mejores fiestas, pero en prácticamente todos hay Paloteado. Y es que la tradición es típica de la Ribera, remontándose según algunas fuentes al siglo XVII. Sin embargo, esta se perdió y en la mayoría de los pueblos se ha ido recuperando a lo largo de los últimos 50 años de democracia. De este modo, algunos, como el Paloteado de Cortes, tienen más historia; mientras que otros, como el de Cabanillas, son mucho más recientes. Lo que resulta difícil es encontrar un pueblo que no lo tenga. Monteagudo, Fustiñana, Ablitas, Cascante, Buñuel, Ribaforada, Tudela… y así una interminable lista en la que siempre destaca Murchante.

Al ritmo de Gracias por venir ha comenzado el evento, cita ineludible para los murchantinos durante sus fiestas de San Roque. Como ya es costumbre, Jesús Simón (Ángel), Aroa Berrozpe (Diabla), Aimee Fernández (Mayoral) y Héctor Chueca (Rabadán) han vuelto a meterse en los cuatros papeles protagonistas. Decir que la plaza estaba llena resulta redundante cuando se trata de un pueblo como Murchante; pero, si cabía, todavía ha habido más gente que en años anteriores. “¡Qué ganas tenía de fiesta! ¡Qué ganas de normalidad!”, han dejado claro desde el escenario.

Los versos del Paloteado han servido así para sacar las vergüenzas a más de uno. Aunque, claro está, con notables diferencias. Pues una cosa es la anécdota, el cotilleo, la gracia, esa que se airea entre las carcajadas y las mejillas coloradas de quien las vivió y las conoce; y otra muy distinta la que se dirige contra los poderosos. Los que están arriba, y que en el ámbito popular no son sino los miembros del Ayuntamiento, se enfrentan en el Paloteado a las quejas más imperiosas de sus vecinos. “Seguro que ahora se enfadan con nosotros los que mandan”, ha dicho el Rabadán, a lo que la Mayoral le ha respondido: “Pues no entendería por qué. Esto es real, no inventada”.

Entre baile y baile, que ha servido, más que para los actores tomaran agua, para que los damnificados recuperaran el aliento, la Mayoral y el Rabadán han hecho un riguroso repaso al año murchantino. Primero, para contar las mejores vivencias de los vecinos: descuidos con las llaves, incidentes en las vacaciones, discusiones con las autoridades y una larga lista en la que los protagonistas, de los que no se ha dudado en dar los nombres y los apellidos, poco han podido hacer salvo rezar para no volver a salir entre los versos del guion. Luego, le ha llegado el turno al Ayuntamiento. O más en concreto, al secretario, del que se han nombrado algunos de los múltiples quebraderos de cabeza que ha provocado a sus vecinos. No ha sido el único, ha habido también espacio para criticar los tornos de las piscinas, la falta de locales para las asociaciones, las malas condiciones del centro de día y el exceso de rotondas. 

Para los que no soportan las críticas, los personajes han dedicado una nueva versión de Ay Mamá. La canción de Rigoberta Bandini ha servido para protestar: “No sé por qué dan tanto miedo nuestras quejas”. Ante lo que los danzantes han aprovechado para sacar una oleada de carteles con diversas reivindicaciones, desde reclamar alquileres bajos hasta cubatas a 5 euros. Con una extensa cantera de danzantes que asegura su continuidad, se ha producido también una emocionante despedida a cuatro bailadoras de toda la vida: Elena Oliver, Ana González, Alicia Jarauta y Lorena Huguet.

Más de una hora han estado la Mayoral y el Rabadán dale que te pego antes de que la Diabla apareciera en la plaza al ritmo de SloMo. “Y no se confundan dantzaris y actores. Yo siempre estoy ready pa’ hacer la cotilla y dar caña al pueblo”, ha cantado la Diabla desde el fondo de la plaza mientras emulaba la coreografía de la representante de Eurovisión. Paradójicamente, el Ángel ha entrado para hacer de abogado del diablo y defender lo que sí estaba bien en el pueblo, mientras que la Diabla no dudaba en resaltar lo malo. En especial, ha habido críticas para los exámenes perdidos durante una oposición del Ayuntamiento. “Quería daros publicidad y que todos os conocieran. Y anda que no lo he conseguido. Lo comentó toda la Ribera”, ha reconocido la Diabla. 

Al final, como en todos los finales felices, el bien ha vencido al mal y el Ángel ha acabado con la Diabla. Aunque, en este caso, solo será temporalmente, pues el año que viene el Paloteado regresará con decenas de anécdotas que cotillear y muchos más problemas que criticar. “Lo que no se ha dicho aquí, se dirá el año que viene”, han avisado.