Dánosle hoy. La manzana ha sido siempre, y lo sigue siendo, una de las frutas más estimadas y de mayor consumo en el mundo, en el nuestro también, donde existen más de 1.800 variedades con sus nombres todas que las diferencian por tamaños, formas, aspecto, color y sabor. Hasta hace medio siglo, eran parte sustancial de la alimentación rural, y no había caserío sin manzanos que era un árbol doméstico y familiar.

La recolección de este año ha sido espléndida a orillas del Bidasoa, para satisfacción y premio de agricultores y de sidreros, que quizás no tendrán que acudir a mercados foráneos. Antaño, el manzano abundaba por fundamental en la comarca como alimento y sidrero, se veían uno tras otro en los bordes de la carretera, decayó al variar uso y costumbres pero vuelve de nuevo y con mucha fuerza.

Tanto Jesús Ángel García, de Larraldea de Lekaroz, sidrería muy popular que trabaja con fruto ecológico, como Lander Sagaseta, de Guretxe de Donamaría, agricultor de empresa familiar, coinciden en afirmar la bondad de la campaña. Ambos han recogido y recuperado variedades de manzanos autóctonos, trabajo merecedor de reconocimiento.

Los dos, buenos observadores, se sirvieron de uno de los últimos árboles que poblaban la ruta desde Elizondo a Bera, a la derecha de Narbarte (Bertizarana) en la salida a Doneztebe, junto al lavadero, donde tomaron injertos para usar en sus manzanales. Jesús Ángel comenta que, al consultar y no obtener resultado, decidió llamar Narbarteko sagarra al fruto, y así sigue.

Más y menos

La producción del manzano está sujeta al fenómeno natural que se llama vecería o añerismo, de tal forma que un año da mucho y al siguiente menos. Este año ha sido de anotar, y Lander Sagaseta calcula haber obtenido “unos 200.000 kilos” que sirve a dos sidrerías guipuzcoanas con las que trabaja, y Jesús Ángel García alrededor de 40.000 kilos para su propia elaboración de sidra.

Aunque no se crea que lo suyo es un banco porque esta manzana únicamente sirve para elaborar sidra y no hace el precio de la de mesa ni de lejos, pero los dos agricultores están contentos. Además, en la recogida han empleado a gente de la comarca, lo que está pero que muy bien.

El origen

El manzano, que se conoce en botánica por Malus Communis se extiende por un área muy extendida, se cree que es indígena de la región meridional de las montañas del Cáucaso llegó a Europa Central donde se le conoce desde la Edad de Piedra y a América fue llevado por los conquistadores europeos.

En este sentido, cabe recordar la opinión del historiador navarro Arturo Campión, tan lamentablemente olvidado, cuando en su Gramática de los dialectos de la lengua euskara (1881) señalaba que el nombre vasco sagarrondo (manzano) presupone su existencia en Europa antes de la invasión de los arios. “El manzano salvaje y cultivado”, dice Campión, “es prehistórico en Europa”.

Usos y costumbres

Los manzanos tenían una muy notable importancia en la economía rural y doméstica, y no faltaban en las casas donde, la etxekoandre (señora de la casa) las elaboraba asadas o en ricas compotas, y para aromatizar la ropa en kutxak (arcones) y armarios. En casos de que fueran muy ácidas o de escasa calidad para el consumo les añadía alguna cantidad de azúcar, o de miel si no lo había lo que en una economía de subsistencia solía ser lo habitual.

El aita Joxemiel de Barandiaran en su Bosquejo etnográfico de Sara que trabajó en su exilio en la preciosa villa laburdina recogió la antigua y bonita tradición del “apedreo del manzano” o sagardi harrikatze, por la cual, si un árbol de esta especie no producía fruto, se procedía a su fecundación bien acumulando piedras en torno a su tronco o bien cargando su copa o colgando pedruscos de las ramas (cosa que hemos llegado a ver) traídos de otro pueblo cercano.

Y por fin, la sidra

Las manzanas del Bidasoa mayormente se usan para elaborar sidra (aunque surgen prometedoras iniciativas para la fruta de mesa) que se disfrutará (D.m.) hacia San Antón, confirma Jesús Ángel, acompañando el menú clásico por ejemplo en su sidrería Larraldea. Se dice que la sidra no emborracha o poco (según) y lo que te hace es andar dos pasos adelante y uno atrás, lo que ocasiona llegar más tarde a casa.