Son de Zizur Mayor y quieren estar en Zizur Mayor. Por eso Ernesto Romero -Teto desde los siete años, Tet desde que es tatuador- y Marcela Valencia abrieron el mes pasado Gogor Tattoo en la calle Zubibidea de Ardoi. El primer estudio de tatuajes de la localidad. “Lo que más nos impulsó era que aquí aún no había. Y pensamos: ‘somos de Zizur, vamos a lanzarnos de cabeza a Zizur, pero ya. Antes de que venga otro’”, explica Marcela.

Ahora hay tantos estudios que tienes que diferenciarte. Y nosotros queremos distinguirnos como un pueblo. En Pamplona en tres calles puedes preguntar tres precios. Aquí queremos que la gente se sienta valorada, apreciada, escuchada...”, confirma Tet. Con la cercanía de la vida de pueblo. “La gente te ha visto en el parque, en el supermercado... te conocen”, abunda.

Tet tatúa y Marcela se encarga de las cuentas, agenda, redes sociales, el día a día del estudio y sobre todo, la atención al público, “la puerta de entrada a si se tatúan o no se tatúan”, resume. Su apuesta tiene que ver con la fuerza. “Gogor en euskera viene de fuerte, duradero, valiente. Eso es lo que queremos de nuestros tatuajes, que sean duraderos”.

El logotipo que les representa, un yunque bien grande en fachada y mostrador, anuncia “que hay que trabajar duro para llegar a fin de mes. Queremos trabajar y hacer pueblo”, cuenta Marcela. En Instagram, además de dar consejos e informar sobre todo lo que tiene que ver con el tatuaje, publican reseñas de otros negocios de Ardoi, que va cobrando vida más allá de la Plaza de la Mujer. “Se trata de darnos visibilidad entre todos. Porque Pamplona mola, pero Zizur también”, dice la pareja. En su nuevo hogar laboral han huido del clásico estudio “oscuro, lúgubre, metalero”, y han querido darle un aire “agradable, bonito, que guste”.

Del grafiti al tatuaje

Antes de convertirse en Tet, Teto pintaba grafiti. Le gustaba ese mundillo artístico aunque su trayectoria laboral discurría por otro camino. “Siempre estaba con el runrún. Seguía pintando, haciendo mis cosas...”, recuerda. Entonces un compañero de grafitis montó en Barañáin el estudio de tatuajes Wasabi. Y Teto se fue con él. Primero atendiendo al público y, en la transición a la sala de tatuajes, practicando mucho sobre oreja de cerdo: “Me parecía lo más fiel, aunque como la piel humana no hay nada, con esa vida, esas diferencias de zona...”.

El salto a la piel humana no fue sencillo. “Tatuar es muy bonito desde fuera, pero desde dentro es una lucha de frustraciones y presión. Es una responsabilidad muy grande. Al principio sufres mucho estrés”. A día de hoy Teto ya es Tet y le ha pillado el tranquillo: “Este es un oficio a largo plazo. Nadie nace Da Vinci, y puedes alcanzar tus objetivos artísticos, siempre progresando y avanzando”, asegura. Hace de todo un poco, pero su estilo tiende al “black work. Líneas bien definidas, sombreados, puntitos, ornamental...”, resume Marcela.

Tras el Wasabi, Tet se fue a trabajar al Ink for All Tattoo de Castejón, hasta que fueron padres de una niña que ahora tiene dos años y les cambio el chip. Tanto desplazamiento en coche y tanta distancia con Zizur no podía ser. “Te pierdes muchas cosicas. Acostar a la niña, ayudar en casa... Y como tuvimos la ayuda de mis padres con el local, pues para adelante”, resume.

En su corta andadura en Ardoi su clientela es del barrio y con un perfil variado, más femenino que masculino. Ambos aseguran que esto de meterle tinta a la piel se ha democratizado en los últimos años, ayudado por personajes populares -futbolistas por ejemplo- y el impulso de las redes sociales. El tatuaje no es cosa de quinquis. “Se tatúa desde el más rico hasta el más pobre. Ves a la chica más fina y al más malo de entre los malos con un tatuaje. Ya no tiene ese estigma, y tatúas a gente mayor y a gente más joven. Creo que también a la gente le ha dado más confianza, porque ahora todo es muy higiénico”, resume Tet.

Generalmente el cliente llega con una idea de la cabeza, y ellos la desarrollan, aconsejan, etc... Y confiesan que es una gozada participar de esa decisión. “O estás celebrando la vida o el recuerdo de una persona querida, una mascota, un viaje... siempre intentas plasmar recuerdos bonitos”, destaca Marcela.

Por último, explica que “no solamente vendemos tatuajes. Buscamos acercar a las personas al mundo del tatuaje. Dudas, inquietudes... No es que vengan a pagar. Que entren, pregunten y se empapen un poco. Se trata de generalizar y normalizar el tatuaje, y queremos darles la bienvenida a todas las personas que se quieran acercar a visitarnos y conocer el estudio. Para eso estamos”.