n un rincón de Navarra, a los pies de la sierra de Urbasa, hay un pequeño valle, el valle de Améscoa Baja. Son 7 pueblos pequeños, con unos 750 habitantes y en los que sobre todo, viven personas mayores, muchas de ellas solas, sin más compañía y como único canal de comunicación con el exterior, con sus familiares y amigos que su teléfono.

El invierno en estas zonas rurales es un invierno muy largo y nada fácil, mucho menos ahora que estamos sufriendo esta pandemia tan dura y tan angustiosa, llena de incertidumbres y cambios día a día, con confinamientos que les impiden poder salir y ver a sus seres queridos durante periodos largos de tiempo. Vivir esta saturación de informaciones, datos, recomendaciones y obligaciones que ven todos los días en los medios de comunicación hace aún mayor su angustia. No tienen más que la televisión y el teléfono como única unión con el exterior, con sus familiares y sobre todo, su único recurso frente a una urgencia o emergencia.

En pleno siglo XXI, la ley garantiza el servicio universal de telecomunicaciones a todos los ciudadanos con independencia de su localización geográfica, pero por lo visto en Améscoa Baja nuestras madres, padres, abuelos y abuelas no tienen este derecho. ¿Quizás será por tratarse de clientes que no generan grandes beneficios a las operadoras de telefonía? ¿Quizás será por tratarse de personas mayores que no pueden o no saben dónde reclamar? ¿Quizás será por no tratarse de una gran ciudad?

Pues bien, llevamos años sufriendo un pésimo servicio de telefonía móvil en el valle y una pésima atención al cliente. Se han hecho reclamaciones desde el ayuntamiento de Améscoa Baja, desde el mismo departamento de vigilancia tecnológica del Gobierno de Navarra y no sirve de nada.

Las políticas de funcionamiento de estas empresas telefónicas no abren las incidencias hasta que no les llaman varios clientes, por lo que si solamente llama una persona pasan días hasta que ponen en marcha el procedimiento de comprobación y reparación, con lo que esto supone una pérdida de tiempo que sufren los clientes.

Cuando se les llama para informar de un problema, los tiempos de espera hasta que te atiende un operador son largos y a veces después de esperar 20, 30, 40 minutos acaba cortándose la llamada y vuelta a empezar. Cada vez que se habla con ellos para solicitar información del estado de la incidencia ya que pasan los días, sí días y a veces semanas sin resolverse el problema de cobertura, hay que darles todos los datos una y otra vez, no hay un identificativo de incidencia para no repetir a cada operador lo mismo. Cada llamada es atendida por un operador diferente, unas veces Santander, otras veces Sevilla, otras veces Barcelona y así vas recorriendo toda la geografía española para que te digan lo mismo, que por política de empresa hasta que no pasen 72 h no nos pueden decir nada. Si en estas 72 h está el fin de semana de por medio, hasta el lunes no tienes noticias de la incidencia y se añaden otras 48 horas más a la resolución. Cuando por fin llega el lunes te envían un mensaje de que la incidencia ha sido resuelta y la mayoría de las veces no es así y tienes que volver a llamar, dar todos los datos otra vez y reabrir la incidencia, una vez reabierta vuelta a empezar y a esperar 72 h otra vez, es el día de la marmota y muy desesperante. He llegado a reabrir la misma incidencia hasta 4 o 5 veces y estar 18 días con problemas de cobertura, no hay derecho.

Esto pasa con Vodafone y nos cambiamos a Orange y es la misma película de miedo, con Movistar no he tenido estos problemas tan graves, pero si hemos estado semanas sin cobertura en pleno agosto por problemas de temperatura en la BTS. El único repetidor que da cobertura al valle de Améscoa Baja está en la sierra de Urbasa en el término de Larregoiko: vientos, nieves, cortes de energía y el servicio es pésimo. Las averías normalmente están en la BTS, pero como no desplazan a ningún técnico pasan y pasan los días, mientras nuestras madres, padres, abuelos y abuelas se quedan aislados del mundo. Por no hablar de los pequeños negocios que hay en el valle que ven como no pueden desempeñar su actividad diaria con normalidad.

La impotencia, rabia, desgaste psicológico y desazón que genera esta situación es insostenible, pero muy a mi pesar creo que no tiene solución y se haga lo que se haga no servirá de nada y el mundo rural y las personas mayores seguirán olvidadas. Pero no se pede permitir estar días y días incomunicados. Bastante duro está siendo esto ya para todos, como para encima tener el nerviosismo de no saber en qué momento van a necesitar pedir ayuda y no van a tener respuesta. Esperamos que estas letras caigan en manos de alguien que sea consciente de la problemática de este valle en cuánto a comunicación se refiere.