Son txalapartaris, les gusta viajar y se mueven en bicicleta. Tenía sentido cerrar el círculo aunque la combinación duela al subir las cuestas. “El carro pesa lo suyo. Lógicamente es una txalaparta pequeña, pero muy digna. Pesará unos 20-25 kilos, más los 10 de alforjas, más la bici...”, desgrana Mikel Urrutia. La carga extra en los puertos es “como cuando estás de fiesta y el amigo que no quiere que te vayas a casa se te cuelga de la cintura”, añade Anai Gambra. Mikel y Anai forman desde 2011 Hutsun Txalaparta, y son responsables igualmente de la Ttakun Bira que nació un par de años después. Un curioso viaje musical en cinco etapas de verano. Txalaparta, carretera y manta.

“Habíamos estado juntos en viajes sin txalaparta, con bici... nos faltaba viajar con la bici y la txalaparta. Ahí empezó todo”, concreta Anai. “La intención original era tocar por todos los pueblos por donde pasásemos. Ya vimos que era irreal, pero la idea básica es esa; cada vez que nos paramos a echar un trago de agua o comer un pintxo, sacar la txalaparta y tocar. Utilizarla a modo de unión entre los pueblos a los que vamos”, cuenta Mikel. Casi nunca pedalean solos. “Nosotros somos los apedreados que imaginamos el viaje, y cada año nos acompaña otra gente. Generalmente amigos del ambiente txalapartari, del ambiente ciclista o simplemente amigos”, dice Anai.

La primera edición de la Ttakun Bira les llevó desde Iruña a Bera pasando por Iparralde. Después la costa vasca, Bera-Sopelana. Un año más tarde fue Sopelana-Gazteiz, “la Bizkaia profunda por decirlo así”, apunta Mikel. La 4ª edición, Iruña-Araia, “fue potente porque teníamos tres conciertos programados de Hutsun Txalaparta. Como estaban cerca, hicimos una Ttakun Bira que pasase por los 3 pueblos y por el camino conseguimos otros dos conciertos. Fueron cinco en cinco días”.

El año pasado llevaron la txalaparta desde Gasteiz hasta Lizarra. “Doscientos y pico kilómetros de viñedos, de cuestas, de problemas mecánicos, de tocatas de txalaparta, de ola de calor... ¡una maravilla! Pero sobre todo, lo que más y mejor recordamos son las bicis, la txalaparta y a nuestr@s amig@s!”, decían en su página de Facebook.

“Este año tan malo pasaron cosas muy bonitas, cosas que no podemos olvidar”, añadían. Visto que en 2020 pasaron cosas muy bonitas, “pedaleamos entre el virus y lo esquivamos, este año también. Y viendo el mapa, nos falta mucha Navarra. Huele a que pedalearemos junto al río Ebro”, anticipa Anai. “Eso es, la Ribera de Navarra a tope”, confirma su compañero Mikel para esta 6ª edición.

Anai es de la opinión de que “lo que sientes al entrar en un pueblo en coche, en bici o caminando te conecta a cosas del pueblo diferentes. Nos acerca a la plaza del pueblo y viceversa”. Y ambos reconocen que la gente se sorprende cuando les ve llegan y desplegar la txalaparta. “Todavía sin montarla, hay quien mira y habla. A veces no saben qué es, otras lo saben enseguida. Y luego te pones a tocar y flipan”, comenta Mikel.

Puestos a destacar, a Anai le gustan “los encuentros con ese txalapartari que tocó hace 20 años y vive en Amurrio, que de repente nos ha visto y se pone a tocar con nosotros. Es un viaje bonito que, siempre a esta pequeña escala que es el mundo txalapartari, levanta sonrisas”. En el otro lado de la balanza -sabe de lo que habla porque ha sufrido un atropello en sus propias carnes- cita el peligro en la carretera como lo peor del viaje. Y reclama “respeto para los ciclistas. Eso lo puedes poner de titular bien grande”.

“Juego” en evolución

De vuelta a la txalaparta, tiene mucho de “juego” para Mikel porque así empezó a enredar con ella, “con la gente de mi cuadrilla”. Y aunque lleven diez años dedicados de manera profesional al instrumento, dice que “sigue teniendo esa parte de juego”. Un juego para el que es imprescindible la compañía. “Eso es lo más maravilloso de la txalaparta y a la vez tiene su parte mala. Es maravilloso porque si no fuera por el grupo yo no hubiera aprendido, pero a la vez necesitas que la gente que está alrededor tenga tus mismas inquietudes, quiera ensayar los mismos días...”, reflexiona Mikel.

Hutsun ejemplifica la riqueza que acompaña a la txalaparta y su impulso las últimas décadas: colaboran en géneros tan diversos como el circo, el jazz, el hip-hop y el canto lírico. Una evolución “interesante, bonita y necesaria. Para que en 2050 haya txalaparta tiene que satisfacer necesidades de gente a la que le gusta la música electrónica, hacer bandas sonoras... tiene que ser versátil. Porque si no nos funciona y no nos divierte la vamos a abandonar. Esa expansión y diversificación de estilos, esa riqueza, es clave”, concluye Anai. Una expansión que enriquecerá próximamente la Ribera de Navarra, en bicicleta junto al río Ebro.