Como cada día, Fermín González salió a la calle a pasear con sus ocho beagles. Dos camadas por las que haría cualquier cosa. Como disfrutar de la soleada jornada de este domingo.

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Resulta habitual verle paseando por las calles de Cordovilla cargado con unos cuantos kilos de más. Tirando de brazos y de 32 patas y hocicos que buscan, huelen y quieren todo, aunque sientan debilidad por las caricias... vengan de donde vengan. Eso sí, las de su dueño son las únicas que consiguen sosegarles un poco. Por sus enanos es capaz de cualquier cosa: "Lo mío fue, sin duda, amor a primera vista -reconoce-. Y haría cualquier cosa por ellos". De sus ocho beagle, las dos camadas que tiene en casa, podría estar hablando durante horas. De las virtudes y rarezas de cada uno, de lo que les diferencia y de lo que les une y de todas esas cosas pequeñas, diminutas, que para él nunca pasan desapercibidas. "Sería capaz de diferenciarlos hasta con la luz apagada", dice González.