Antes de hacerse con la bajera, Ceferino Cambra solía sentarse en un pequeño velador frente al nº 13 de la calle Tafalla. Allí pasaba las horas muertas observando el trajín de gente. Y se percató de que el personal siempre iba al mercado por la acera del local al que le había echado el ojo. Así que decidió alquilar y luego comprar. Un estudio de mercado a la antigua usanza que se ha demostrado certero. 70 años y tres generaciones familiares mediante, Casa Cambra sigue siendo Casa Cambra. El histórico negocio del Ensanche ha sobrevivido con buena salud a las superficies comerciales, Amazon y a una pandemia.

Casa Cambra viste los hogares navarros con juegos de cama, edredones, fundas nórdicas, mantas, toallas, batas, delantales -regalan uno a cada cliente con motivo del 70º aniversario- manteles, paños de cocina y demás enseres. Iñaki relevó a su padre Ceferino e Iñaki hijo seguirá con el negocio cuando su padre por fin se jubile. Con 67 años, ya le toca. "Yo no puedo estar aquí para toda la vida. Así que encantado", dice orgulloso de que el negocio siga adelante. "Que se jubile y me deje hacer a mí lo que quiera. Creo que tiene miedo de que hunda el garito... ¿ya me ves capaz?" pregunta con cachondeo el hijo. "Claro que te veo capaz, te conozco. Eres tú el que no me sueles ver capaz, que me llamas abuelo...", responde también con guasa el padre. Se ve que se entienden bien. "Sí, nos apañamos", dice el joven. "No nos divorciamos", confirma el padre.

Ceferino en el ultramarinos de su familia en Ochagavía.

Los orígenes: De Ochagavía a Pamplona

Ceferino Cambra trabajaba en la tienda y panadería familiar de Ochagavía. Hasta que se enamoró de Rosario Gembero, pamplonesa también vinculada a un negocio familiar con tradición: Calzados Gembero. "Mi padre vino a Pamplona y montó la tienda, primero como ultramarinos. Pero con la llegada de los supermercados, como él ya tenía experiencia del textil, porque en Ochagavía vendían de todo, cambió". Durante un tiempo vendieron además medias, camisas, corbatas y ropa interior. Y desde la década de los 80 Casa Cambra es un lugar exclusivo para la ropa de hogar. "Con todo eso andamos desde 1951", recalca.

Con la mayoría de edad a Iñaki padre le llegó la pregunta del millón. "¿Qué quieres, estudiar o trabajar? Y como era mal estudiante aquí estoy desde entonces". El otoño ya se ha anclado a las hojas del calendario y llega la ropa de abrigo. "En la temporada tenemos las nuevas colecciones, que cambian de diseño todos los años, de fundas nórdicas o edredones, edredones de pluma y los juegos de cama en franela y en coralina, que son más gruesos, de más abrigo. Y la manta, por supuesto. Las mantas de sofá son unas campeonas, todo el mundo tiene una, se hace vieja y la cambia. Eso tiene meneo", asegura. Igual que "las toallas, que llevan trote y se usan todos los días. Junto con el juego de cama, también por la tralla que lleva, es lo que más rotación tiene". Por lo demás, venden lo de todo el año.

Cuando Casa Cambra también era un ultramarinos (década de los 50)

¿Y por qué Casa Cambra ha sobrevivido tantos años? "Para empezar porque está muy bien ubicada, en un lugar formidable. Después, los 70 años han dejado un poso. La gente nos conoce. Y si no, alguna vez habrán pasado por la puerta". Por eso, Iñaki piensa que su hijo podrá jubilarse ahí, como lo va a hacer él. "Como no lo voy a ver, diré que sí. La tienda tiene vida. No sé que pasará en el futuro con esto de las compras por Internet. Los tiempos van así y hay que adaptarse. Lo bueno que tenemos es que somos más rápidos que Amazon. Está todo en la estantería". "Han arrasdo con todas las tiendas, y los pocos que sobrevivimos nos quedamos con las migajas. El grueso del pastel de los que vendíamos textil y hogar se lo han llevado las grandes superficies e Internet. Los demás podemos aguantar porque la bajera es nuestra. Si no, a ver quién paga un alquiler y saca un sueldo", reconoce Iñaki padre.

Siempre hay un perfil de cliente que va a tiro fijo y "compra los zapatos en Ayestarán, las sábanas en Casa Cambra y los calcetines en la Lanera Navarra. Apuestan por el comercio de cercanía, que al final es el único en el que el dinero vuelve, que rota dentro de nuestra sociedad". También existe un público joven "heredado de madres a hijas, sobre todo. Se saben el camino". Y, especialmente a raíz de la pandemia, Iñaki percibe que se ha despertado un mayor interés entre la gente joven. "Apuestan por el comercio local. Tienen otro tipo de conciencia ecológica y económica. Además esta es una tienda multiprecio. Si quieres un juego de sábanas por 19,90 euros lo tienes, y si quieres uno de 199,90, también". En definitiva, la clientela está "por calidad, por atención personal y porque tenemos las cosas más bonitas de Pamplona".Ceferino en el escaparate del local a finales de los 80.

Relevo generacional. De Iñaki padre a Iñaki hijo

Iñaki hijo tiene 35 años, mientras estudiaba ayudaba los veranos y desde 2012 es un fijo en el negocio familiar. Cree que la clave para que Casa Cambra siga adelante está en "cuidar a la clientela. Nos esmeramos mucho. Y aunque hay marcas con las que coincides en otras tiendas, hay otras que solo tenemos nosotros. Cosas de más morro, por decirlo así. Lo que te desmarca y te hace diferente suele gustar". Por ejemplo, "sábanas que se van un poco más para arriba de precio, de satén, con 400 hilos o de algodón egipcio. En las grandes superficies venden cosas de una calidad inferior", asegura. Por eso opina como su padre y se ve jubilándose en Casa Cambra. "Aunque el comercio pequeño vaya a menos, siempre es diferente. Por tipo y calidad de productos en muchos casos, y por el trato personalizado desde que el cliente entra en la tienda hasta que sale".