Su nieta se preguntaba en este periódico si habrá algún niño, adolescente o señor de Pamplona "al que no le haya cortado el pelo mi agüelo". Los habrá, pero no muchos. En los últimos 50 años Patxi Andueza Aranguren ha realizado "tantos servicios como habitantes tiene esta ciudad". 200.000 cabezas, en muchos casos cuatro generaciones de la misma familia, han pasado por sus tijeras. Se ha ganado de sobra la jubilación.

Sin oportunidad de estudiar, con 14 años sus padres le pusieron dos ofertas laborales sobre la mesa: un primo tenía una peluquería y otro una tienda de muebles. "Y fui con el peluquero". Era 1972 y así comenzó, con Miguel Ángel Arbea en la calle Santo Domingo, "barriendo, poniendo barbas a remojo y comprando los almuerzos para los oficiales de peluquería".

Echando la vista atrás no se arrepiente de la decisión. "Para un chico de pueblo con los estudios básicos, venir a Pamplona, entrar en una de las mejores peluquerías de la ciudad y conocer a tanta gente... Eso ha sido lo más enriquecedor. Para no haber ido a la universidad, me he formado muy bien", dice. El suyo es un caso peculiar: "Soy de los últimos macas -aprendices de oficio- sin formación, y posiblemente el primer peluquero de Pamplona que doy formación de peluquería de caballeros. Sin formación acabo dándola yo".

A los 20 años Patxi ya era autónomo, de Santo Domingo pasó a la calle Estella, luego Cortes de Navarra, Baja Navarra y, por último, a la calle Castillo de Maya nº 24, donde ha ejercido los últimos 15 años "solico y tranquilo". Por el camino fue cofundador de la asociación de peluquerías de Navarra en 1984, entidad que presidió. "Cuando comencé, aparte de salir con el pelo cortado y más guapo, la peluquería era un lugar de reunión entre vecinos y personas de diferentes estamentos sociales y culturales. Así ha sido toda mi vida, un lugar donde muchos clientes se han convertido en amigos. Y desde luego de cada uno de ellos he sacado lo mejor".

Dice que ha ejercido "más de psicólogo que peluquero. Aquí es donde el cliente se siente cómodo. Es una parte muy importante, que se sienta bien, se exprese, que cuente... Y la discreción lógicamente". Porque en su oficio "a veces sientes que lo sabes casi todo de esta ciudad. En una peluquería se viven y se escuchan todas las situaciones que uno pueda imaginar. Lo mismo le cortas el pelo de un directivo que a uno que sale de la cárcel... y a veces es la misma persona", bromea.

También ha vivido la evolución de la peluquería para caballeros. "Ahora la gente joven siente la necesidad de ir mucho más que antes. En los años 70 nadie quería ir. Un cliente no fue a la boda de su hermano por no cortarse el pelo. Y ahora los padres no les dejan venir a sus hijos tantas veces como les gustaría".

Aunque ya no ejerce, la jubilación llegará oficialmente con su cumpleaños, el 15 de febrero. Le da casi tanta pena como a sus clientes. "He sentido lo que me aprecia la gente. En el día a día lo intuyes, pero cuando te vas efectivamente se complica la cosa. Tengo un cliente de 2 metros que lloraba como un magdaleno". Ahora tendrá tiempo para disfrutar de las siestas con su nieta y de su pueblo Oronz, en el Valle de Salazar. "Tengo huerta, campo, árboles... he estado encerrado 50 años y ahora necesito estar recogido en la calle. Con mi nieta ahí estaremos con los tomates, lechugas, fresas...".

De Patxi a Ainhoa

El peluquero saliente bendice a la peluquera entrante. Un relevo que le deja contento. Al quedarse no se acaba. Tiene los clientes, la continuidad... de alguna forma pienso que yo me quedo un poco, que no me jubilo del todo".

Patxi conoció a Ainhoa Frago Iribarren y en un minuto, "sin hablar de dinero dije, 'ya está, esta casa va a ser para ti'. Dejo a los clientes en unas manos inmejorables. Técnicamente ni siquiera probamos. Me gusta como persona y prao. Porque entiendes que va a haber una empatía y una parte importantísima es esa, el trato con el cliente". Patxi seguirá pasándose por la peluquería. "Es imposible no venir. Por lo maja que es Ainhoa y porque los clientes me lo piden: 'ya quedaremos para tomar un vino...'. El problema es que tenga que tomar tantos vinos como clientes tengo", confiesa.

Ainhoa, pamplonesa de 41 años, confirma el flechazo. "Desde el primer momento nos caímos bien, me gustó el sitio y siempre me había planteado tener algo así en el futuro. Estoy muy contenta con la oportunidad que me ha dado Patxi". Siempre le ha gustado la peluquería y siempre ha trabajado en caballero, formándose primero con Begoña Reta y con Maite Arbea después, "grandes profesionales que me han enseñado muchísimas cosas".

Ainhoa contará con el apoyo de Noelia Martín, y agradece a la clientela de Patxi "lo bien que se están portando conmigo. Yo tenía mis dudas... pasan de estar con un hombre con el que llevan toda la vida a estar con una chica nueva más joven". Agradece igualmente "a mi clientela, que siguen conmigo y son fantásticos". E invita a Patxi a pasarse siempre que quiera. "Sabe que esta es su casa y que la puerta va a estar siempre abierta".