En verano de 2001, una villavesa de la línea 11 cambió Pamplona y el recorrido Ezkaba-Edificio El Sario por La Habana y las calles del barrio 10 de octubre. El autobús urbano, predestinado a convertirse en chatarra en el desguace, ejerció de salvavidas para los más desfavorecidos de Cuba, que gracias a este medio de transporte acudían a la parroquia de la Medalla Milagrosa, dirigida por el navarro Jesús María Lusarreta, donde recibían ayuda humanitaria y compañía.

El padre Lusarreta abraza a una señora mayor que acude a La Casa de Abuelos en La Habana. Foto: cedida

El 13 de diciembre de 1993, el padre Lusarreta, sacerdote Paúl de Lumbier, aterrizó en la parroquia de la Medalla Milagrosa, situada en la calle Santos Suárez, una de las zonas más marginales de La Habana. El misionero, que destacó por su gran vocación solidaria, dedicó sus últimos 25 años de vida a ayudar a los más desamparados, y enseguida creó servicios para abuelos pobres que vivían en soledad, personas sin techo o jóvenes con síndrome de Down.

El número de cubanos que se acercaba a la parroquia subió como la espuma y se requirió de un vehículo de grandes dimensiones para atender todas las demandas. "Primero lo intentamos a través de Andalucía, pero no pudo ser. El año pasado, volví a Navarra y gracias a un conocido de Lumbier, que había trabajado como conductor de villavesas, me puse en contacto con los responsables de la empresa", señalaba el sacerdote hace 20 años en una entrevista.

La Mancomunidad de la Comarca de Pamplona le comentó que recientemente habían retirado tres autobuses del servicio y que iban a terminar en el desguace. Jesús vio la oportunidad y, tras registrar una petición oficial de donación, el jefe de garaje eligió las dos villavesas en mejor estado. "Jesús era cabezón y consiguió todo lo que quiso y más", bromea el religioso navarro Santos Villanueva, que viajó a Cuba varias veces a echar una mano a la congregación de los Paúles.

La villavesa que cedió la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona en 2001 antes de embarcar y poner rumbo a Cuba. Foto: cedida

¿Dos? Sí. La primera villavesa fue para la parroquia y la segunda para el Gobierno de Cuba, que la empleó para trasladar ancianos a un centro de día público.

Las dos villavesas cruzaron el Océano Atlántico en un buque de carga especial y desembarcaron en La Habana, a 7.550 kilómetros de Pamplona. Amparo Lusarreta, hermana de Jesús, estaba casada con un empresario navarro y a través de su fundación se realizaron los trámites de exportación y la gestión del transporte marítimo. Tras entregar el pago al régimen castrista, la villavesa pasó el férreo control aduanero y puso rumbo a la parroquia, donde aguardaba el garaje que habían construido junto a la iglesia.

'La casa de abuelos'

Desde entonces, el autobús urbano recoge "casa por casa" a unas 200 personas mayores en situación de pobreza que acuden al centro de día La Casa de Abuelos La Milagrosa. "Con mucha paciencia, les coge y les deja en sus casas. Es como un reparto a domicilio. Esta villavesa ha realizado una labor social y humanitaria impresionante. Un orgullo", halaga Santos, que se ha montado en ese autobús. La Casa de Abuelos acoge a estas personas mayores de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, les dan de comer y les preparan la cena, que toman en sus casas. En el mismo edificio, el comedor social La Sopa de San Vicente alimenta a entre 30 y 50 personas sin techo.

La villavesa también es el medio de transporte de una treintena de jóvenes con síndrome de Down que diariamente acude al Taller Padre Lusarreta, que organiza clases de matemáticas, lengua, conocimiento del medio, danza, manualidades, teatro, creación de decorados y atrezzo... Además, la villavesa les llevaba de excursión a la playa o a unos huertos donde cada alumno disponía de una pequeña parcela. La villavesa, según Santos, dejó de funcionar hace unos cinco años por problemas electrónicos. "El cubano está inventado para reinventar lo imposible. Le ponían una pieza de aquí, de allá... pero le fallaron las piezas que abrían las puertas", señala.

Contenedores solidarios

El centro parroquial dispone de una carpintería, una biblioteca, una peluquería, enseña informática con ordenadores de segunda mano y hasta realiza consultas dentales con equipos suministrado desde Pamplona. La parroquia es capaz de ofertar estos servicios gracias a los contenedores cargados de ayuda humanitaria que cruzaron el charco por primera vez en 1994. El primer envío consistió en pares de calzado nuevo, pero de anteriores temporadas que donó un comercio local. En Navarra, no se iba a vender y Jesús los recibió con los brazos abiertos.

Cajas repletas de ayuda humanitaria en la entrada de la parroquia de La Habana. Foto: cedida

A este envío inicial, le sucedieron decenas de contenedores y toneladas de solidaridad procedentes de donaciones de ciudadanos navarros, empresas y entidades sociales y religiosas: ropa, calzado, comida, utensilios de cocina, material escolar y sanitario, medicamentos, sillas de ruedas, grifos, colchones, artículos de higiene... y hasta una ambulancia donada por la Asociación de Ayuda en Carretera de Navarra (DYA). "Muchísimos niños han desayunado gracias a las galletas que comían como único alimento matinal, familias enteras se han vestido con la ropa reciclada y seminueva, cientos de abuelos hundidos en la miseria se han beneficiado de los necesarios medicamentos o los populares 'dodotis', que eran recibidos como regalo del cielo", recuerda Santos.

También hubo quien llegó a llevar en persona los artículos de primera necesidad. Blas Valles regenta un bar en Donosti y durante estas dos últimas décadas ha sorteado anualmente unos jamones Cinco Jotas y el dinero recaudado, unos 600 euros, lo llevaba a La Habana. También iban con cajas de cartón repletas de medicinas o sillas de ruedas. "Mi hermano y yo solíamos viajar a Cuba y nos enteramos de que había un sacerdote navarro en La Habana. Le conocimos allí y mantuvimos la relación. Era un tío encantador con una mirada limpia. Un figura", confiesa Blas. El padre Jesús Lusarreta falleció el 14 de julio de 2017 en la capital cubana y a su funeral acudieron importantes figuras religiosas.