La enfermería de la plaza de toros es vida y muerte, y más de lo primero, porque, a pesar de haber cumplido un siglo, es uno de los cosos de primera categoría menos trágicos de todo el Estado. “Durante esta centuria, no ha habido que lamentar la muerte de ningún torero ni subalterno en corridas, 0%, un dato por debajo de lo aportado por otras plazas punteras”.

Presentación del libro 'Un siglo en alerta roja'

Presentación del libro 'Un siglo en alerta roja'

Lo sabe bien Javier Álvarez Caperochipi, médico y escritor, que acaba de publicar Un siglo en alerta roja, un completísimo estudio sobre la enfermería de la plaza de toros de Pamplona entre 1921 y 2021, que recoge las historias y curiosidades vividas en los quirófanos, pero, aún más, los nombres propios de los diferentes equipos de sanitarios que han forjado su historia humana y han contribuido a crear la leyenda.

Porque, como recuerda el doctor Ángel Hidalgo, el cirujano responsable desde 2003 del recinto sanitario del coso, la Monumental de Pamplona tiene la peculiaridad del encierro: 500 carreras a lo largo de este siglo, en las que decenas de corredores han resultado heridos, y algunos más muertos. 16 mozos han fallecido en su historia, y de éstos, 6 han sido en el tramo del callejón y plaza, territorio de la enfermería.

Dos años ha invertido el doctor Álvarez Caperochipi en este libro. Meses buceando en los archivos de la plaza, hablando con los sanitarios, dando como resultado, según el doctor Hidalgo, “una delicia de libro, que aconsejo a médicos, no médicos y a pamploneses”. Para conocer la historia de la ciudad y especialmente de este lugar. Porque mucho ha cambiado el dispositivo sanitario de la plaza de toros: "El pasado del tratamiento de las heridas taurinas, coincide con la transición entre la plaza vieja y nueva. Cien años después, es evidente el éxito indiscutible de la ciencia y la técnica operatoria, un arte también, al que algunos, como el autor, Javier Álvarez, han dedicado toda su vida profesional". En distintos puntos, pero también en Pamplona. Hijo de Avelino Álvarez, fue médico residente del Hospital de Navarra de 1964 y 1972, y ha conocido 56 cornadas de corredores en encierros y sueltas de vacas por toda la Comunidad Foral.

La primera enfermería taurina operativa de Pamplona era el llamado Cuarto del hule, un reducto en el que apenas se realizaban curas de heridas simples, mientras que lo más serio iba directamente al Hospital Provincial, que entonces estaba en la Cuesta de Santo Domingo. En 1921, con la inauguración de la Plaza Nueva, ya contaba la enfermería con dos salas (es la época de los dos primeros muertos en el encierro y la cogida de Rafaelillo) aunque no fue hasta 1930, de la mano del “prestigioso cirujano de la ciudad Victoriano Juaristi”, cuando se montó un quirófano “moderno y operativo, con el objetivo de atender de forma precoz y definitiva al máximo de heridos”.

PALOTAZOS, PUNTAZOS Y HACHAZOS

Este quirófano salvó muchas vidas; de hecho es el doctor Juaristi quien tiene en su haber la primera clasificación conocida de las heridas por asta de toro: “palotazos, puntazos y hachazos”, que, según explicó el autor, “fue utilizada durante muchos en los tratados médicos”. Porque en Pamplona sabían mucho, y saben, de heridas de asta, tanto de mozos corredores como de toreros. El doctor Álvarez recordó ayer la de Rafael Ortega, el diestro considerado el sucesor de Manolete, a quien el jovencísimo cirujano Carlos Juaristi le operó con éxito de una grave cornada en el recto.

‘EL SORO’ Y LOS SANFERMINES DEL 78

A finales de los 80, llegó la etapa de Antonio Armendáriz al frente de la enfermería de la plaza. “No les faltaron cornadas comprometidas como la de El Soro”, aunque “lo más fuerte fueron los incidentes de 1978 en la plaza, con más de 50 heridos". Cuenta Javier Álvarez que los cirujanos del Hospital de Navarra, a las 2 de la madrugada, "tuvieron que ir a la plaza para seguir operando a heridos".

La época moderna de los quirófanos del coso pamplonés tiene dos nombres propios: Héctor Ortiz, desde 1987, y Ángel Hidalgo, quien cogió el testigo del primero en 2003. Ellos han transformado la enfermería de la plaza durante las fiestas “en una sala propia de un hospital de primera fila”. Allí salvaron la vida de Rafaelillo y de Padilla, que protagoniza la portada del libro, cuando en 2001, un año después de la cogida, salió a saludar al público. Un siglo en alerta roja Un siglo en alerta rojase vende ya en las librerías a 10 euros. “A pesar de la “dolorosa cifra” de 16 muertos en el encierro, tenemos una enfermería de Champions”, afirma el autor. Y que dure.