el Café Suizo era aún un negocio referencial en la vieja Iruñea. Como ya contamos hace algunas semanas, el establecimiento había sido fundado en 1845 por los suizos italohablantes Francesco Matossi y Bernardo Fanconi, pastelero el uno y cabrero el otro, que años atrás habían huido de su país para no ser reclutados por el ejército de Napoleón. Según cuenta la historia familiar, en su huida apenas llevaron algo más que una cabra, para que les alimentase con su leche durante la larga marcha. Como ya explicamos en su momento, el Café Suizo se abría hacia la plaza del Castillo, en el lugar donde había existido desde 1616 la Casa de los Toriles, pero hacia atrás, en la calle de Pozoblanco, se abría un segundo local, ocupado por la llamada Pastelería Suiza, local de ciertas pretensiones y presidido por la bandera de Suiza. En su interior se vendían, entre otras cosas, los famosos bollos suizos introducidos por Matossi y Fanconi.

nada queda de la antigua Pastelería Suiza, y la fachada que se abría hacia Pozoblanco, con su almohadillado rústico y sus columnitas de aspecto tosco, dieron paso hace mucho tiempo a unos escaparates rectilíneos, planos... y algo anodinos. El Suizo cerró en 1952, llevándose con él muchísimas historias, y su local de la plaza del Castillo, que estuvo ocupado mucho tiempo por el banco de Bilbao, alberga hoy un restaurante italiano que seguramente hubiera gustado mucho a Matossi y Fanconi. Por cierto que J.J. Arazuri nos dejó perfectamente identificados a los 4 trabajadores que posaban delante del negocio en la foto antigua. Se trata de Eusebio Borea, Mario Rodríguez, Baltasar Rodríguez y Vicente Aldave. En cuanto a la calle Pozoblanco, recordaremos que su nombre proviene del pozo tapado que aún puede verse en la confluencia con la calle Zapatería, y la primera vez que se cita es en un documento municipal del año 1700.