José Luis Erdozia Mauleon (Etxarri Aranatz, 1956), ha publicado en fechas recientes Sakanako euskal hizkerak. XXI mendeko ezkaratzean, su tercer libro a lo largo del pasado años, después de Nafarroako euskal hizkeretako lexia konposatuak, premiado por Euskarabidea) y Arakil ekialdeko etxe-izenak historian barna. Y tiene otros dos en marcha. Lo cierto es que desde su jubilación no para de trabajar, de otra manera y en lo que más le gusta, el euskera de su tierra.En este libro retoma otros estudios realizados a lo largo de su trayectoria. No en vano, su tesis doctoral fue sobre el euskera desde Etxarri Aranatz a Uharte Arakil (Sakana erdialdeko euskara, 2001). Asimismo, este miembro correspondiente de Euskaltzaindia ha publicado siete libros y una treintena de artículos en revistas especializadas, prácticamente todos ellos en torno al euskera y la toponimia de Sakana.

El objetivo de su último trabajo ha sido el de retratar la situación del euskera en Sakana a principios del siglo XXI, sin olvidar cómo se hablaba en el siglo XX. “Hay mucho material y grabaciones de buena parte de Sakana y yo he tratado de ordenarlo y analizarlo”, resume. “El euskera autóctono estaba vivo y sigue vivo en la zona oriental de Burunda, en Aranatz y en la parte occidental de Arakil. Pero en los dos extremos del valle, se había perdido en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo después de la guerra”, lamenta.

Este libro también homenajea a su padre y a su madre como representantes de todos los burundarras, aranaztarras y arakildarras, que han conservado y transmitido esta lengua, muchas veces en situaciones que no eran nada favorables.

La portada del libro es una fotografía de la presa de Oporo, un topónimo que comparten Bakaiku y Etxarri Aranatz; una metáfora plástica de la frontera léxica entre Burunda y Aranatz-Arakil. “Es el lugar donde el río Burunda pasa a llamarse Arakil, de cómo llegan las palabras y cómo se transforman”, apunta este profesor jubilado. Así, okela pasa a llamarse haragi, korrika es lasterka y domeka es igande. “Coincido con Koldo Zuazo en que el euskera de Aranatz y Arakil pertenece al subdialecto del sur-oeste navarro , hego-mendebaldeko nafarrera, y el de la Burunda es un lenguaje puente, zubi-hizkera; tiene influencias notables de todos los de alrededor”, señala.

No obstante, destaca que ambos comparten bastantes rasgos comunes tanto en lo concerniente al vocalismo y consonantismo, como a la morfología, sintaxis y léxico. Sirvan de ejemplo el cierre de la vocal inicial E. Es el caso de iruzki o uzki en eguzki así como inbiya/inbiye entre otros. También comparten la apertura del diptongo EU, que convierte a euri en auri y euli en auli, entre otros; o las palabras etzin (etzan), bulketu (bultzatu), txindil(l)a (dilista), txitxiyo (garbantzu), mustu (estreinatu), por citar algunos ejemplos “Las diferencias están sobre todo en el léxico, muy rico en ambos casos”.

Con estos mimbres, Erdozia aboga por conservar algunas de estos rasgos propios. “El batua, como no podía ser de otra manera y afortunadamente para la supervivencia de nuestra lengua milenaria, está dejando su impronta en las hablas de Sakana, pero podemos enriquecerlo aún más con las características propias de nuestra zona y de hecho ya está ocurriendo en los que podríamos denominar batukiak, hablado por jóvenes y no tan jóvenes de las localidades que han mantenido el euskera y han estudiado en modelo D”, apunta. Así, propone la idea de insertar en centros educativos del entorno en su día a día las características propias del euskera de Burunda y de Aranatz-Arakil, que están además admitidas por la Academia. “Falta oficializar ese interés en algunos centros, pero en algunos como la ikastola de Altsasu, según me dicen, ya lo están llevando a la práctica”, observa.

En relación a la situación actual de esta lengua, destaca que “hay más vascoparlantes que nunca pero otra cosa es la utilización”. Al respecto, recoge en dos tablas los resultados de las encuestas sociolingüísticas realizadas en Sakana los años 2001, 2006, 2011 y 2016. Por otro lado, Erdozia destaca la importancia del hitano, que ha recogido en el libro en sus diferentes variantes en Sakana y que todavía se mantiene vivo en personas de más de 60 años, pero prácticamente desaparecido entre los jóvenes. Por ello, anima a recuperarlo en el día a día.

El libro. Con 190 páginas y seis capítulos. El libro comienza con apuntes históricos y continúa en el ámbito de la lengua y su estudio dialectológico. Después de esbozar algunas pinceladas, el cuarto capítulo versa sobre el futuro que visualiza el autor y en el quinto se recogen en tablas las formas del hitano-alocutivo en los diferentes pueblos. Por último, a modo de ejercicio práctico, Erdozia ha escrito un texto en batua, que él mismo ha pasado al euskera de Etxarri, Mariano Galarza al de Urdiain y Gorka Ovejero al de Arruazu.