Antton Zelaia Etxarri (Urdiain, 1976) y Mikel Astiz Erro (Ihabar, 1990), se han propuesto un reto deportivo y solidario. Y es que el próximo sábado 28 de mayo iniciarán en Roma un viaje de 1.700 kilómetros que les llevará por Italia, la Costa Azul francesa, la parte alta de los Pirineos, Canal Du Midi y Toulousse antes de tomar el camino de vuelta a casa. Además, pusieron en marcha una campaña de crowdfunding con el objetivo de que la ONG Bicicletas Sin Fronteras envíe 25 bicicletas a alumnado de Senegal. Lo cierto es que ha sido un éxito y ya se han recaudado cerca de los 4.500 euros inicialmente previstos. “Si conseguimos más, mucho mejor, más bicicletas que se podrá enviar a Senegal y podrán llegar a más jóvenes “, señalan, al tiempo que agradecen a todas las personas que se han unido a este reto.

Las aportaciones se deben realizar a través de la página web de la fundación Mi grado de arena. Asimismo, han contado con la colaboración de Ciclos Muruzaban en la puesta a punto de sus bicis. Son tipo gravel, diseñadas para poder circular por todo tipo de caminos.

En la cuenta atrás, ultiman estos días los preparativos para esta aventura. Sin prisas pero sin pausa, se proponen completarla en 15 días, Asi, deben llevar un equipaje muy estudiado para que no les falte nada pero tampoco les sobre en este viaje entre ropa, artículos de aseo o material para pinchazos u otros problemas que se pudieren presentar. En el caso de Antton Zelaia, son 13 kilogramos, tienda de campaña incluida, repartidos por toda la bici. “Aunque dependerá del día, en un principio pensamos realizar una media de 150 kilómetros al día, salir temprano y realizar paradas cada dos horas para comer algo”, observan. Así, por la tarde tendrán tiempo de hacer turismo, de bajar de la bici y descubrir otros lugares y otras gentes.

A estos dos sakandarras les une el amor por el deporte. Mientras que Antton Zelaia practica sobre todo el atletismo, Mikel Astiz es triatleta, es decir, combina atletismo con ciclismo y natación, con grandes resultados. “También me gusta la bici, sobre todo hacer cicloturismo, llenar las alforjas e irme unos días por ahí”, apunta el urdiandarra. En solitario, ha recorrido Portugal, Canarias, el Camino de Santiago o Francia. El de Ihabar también ha hecho alguna ruta, como la Transpirenaica. Coincidieron en Andorra hace un año, a través de un amigo común, y pronto hicieron migas. “Me gustó lo que hacía y le pedí unirme en su próximo viaje. Me comentó que tenía pensado hacer Roma y Sakana”, recuerda. Dicho y hecho.

SOLIDARIDAD

La idea de que fuese un reto solidario vino después. “Desde mi empresa, Egurdiain, quería colaborar con esta ONG porque los proyectos que impulsan me parecen increíbles”, apunta Antton Zelaia. “Me puse en contacto con sus promotores, Romà Boule e Inés Carrillo, y me preguntaron si tenía alguna afición. Les comenté que me gustaba montar en bici y que teníamos la intención de hacer Roma-Sakana. Entonces me propusieron que fuera un reto solidario”, recuerda. Así, trasladó la idea a su compañero, que le encantó.

Y es que esta ONG facilita el acceso a la educación a niños y jóvenes mediante la bicicleta. Para ello, desarrollaron un proyecto de transporte escolar y diseñaron la baobike, con el objetivo de que el alumnado de las comunidades rurales de Seegal ganen tiempo, calidad de vida e igualdad de oportunidades de cara a su futuro. No en vano, tal y como se cuenta en sus página web, centenares de niños y niñas de este país deben caminar más de 5 kilómetros para ir a clase. Se levantan antes del amanecer, apenas desayunan y empiezan a caminar. Al salir de clase, recorren el camino a la inversa para llegar a sus casas cansados y sin energía para estudiar. “El consumo energético en bicicleta es cinco veces menor que caminando, a lo que hay que unir el tiempo”, observan.

Así, el objetivo de este proyecto es reducir el absentismo escolar así como mejorar la puntualidad del alumnado y su bienestar además de aumentar su rendimiento escolar. Para ello, entregan bicicletas a los institutos de Senegal con el fin de que las distribuyan entre el alumnado que vive más lejos del centro escolar y entre los que obtienen mejores resultados en las evaluaciones.

Al mismo, tiempo, se pone en marcha un taller de bicicletas en cada instituto y se construye un aparcamiento. Las familias aportan una cuota anual para financiar los gastos del taller de reparación, el salario del mecánico y las piezas de recambio.

Desde que comenzaron en 2015, el proyecto Bicicletas para la Educación se ha extendido por el territorio rural de Senegal y ha llegado a ocho centros y ha repartido más de 1.400 bicicletas. En 2019 esta ONG dio un paso más, crear su propia bicicleta, la baobike, y montarla en Senegal, un modelo sencillo, robusto y con neumáticos a prueba de pinchazos, con unos costes de mantenimiento reducidos.

Amigos de la aventura, no descartan hacer otra ruta hasta Senegal para ver in situ este proyecto. Entonces serían 4.000 kilómetros por Marruecos, el Sáhara y Mauritana. Pero antes deberán completar el reto que se han propuesto, que se podrá seguir por Instagram.