Camino Nekotxea Glaría, de casa Kapel en Urzainqui, tenía diez años cuando se fue a estudiar a Pamplona y ya no regresó a vivir a su pueblo del valle de Roncal. Con el tiempo se casó con Patxi Garro Benito y tuvieron cuatro hijas: Iratxe, Gema, Elena y Cristina, las tres mayores nacieron en Bilbao, a donde les llevó la vida. Finalmente, la familia se estableció en Pamplona.

Nunca dejó de ir al pueblo con sus hijas, “incluso desde Bilbao veníamos todos los fines de semana”, recalca. No perdió el vínculo con Urzainqui y fueron los abuelos transmisores de valores y sentimientos que calaron en ellas. Hoy tres de las cuatro viven y trabajan en el valle. Iratxe fue la primera en volver al lugar de sus raíces. Le siguieron Gema y Elena, Cristina reside en Burlada. “A ella no le damos envidia”, dice la primera entre risas. Su apuesta rural caló en sus padres. Contagiados de sus proyectos ilusionantes, se instalaron en el pueblo donde hoy reside Camino y gestiona su casa rural. Tiene 72 años y es el germen de una fotografía llena de vida, la vida que fluye a los dos lados del río Esca que separa las casas de las dos generaciones. “Volví hace 15 años y nunca pensé que lo haría. Tenía verdadera curiosidad por pasar otra vez un invierno en Urzainqui”, recuerda. La decisión de su hija fue un estímulo importante. Hace ocho años enviudó, pero decidió quedarse. Ya se había aventurado en la reforma de su casa.

“Les he traído a todos”, reflexiona Iratxe satisfecha. Relata que al terminar sus estudios de Turismo, trabajar y vivir en el Pirineo ya estaba en su mente. “Siempre me ha gustado trabajar en libertad y aquí no me ha faltado el trabajo”. Tiene 46 años y hace 23 que cotiza como autónoma. Gestiona el albergue turístico (30 plazas) ocupación que compagina con la de monitora de esquí. Hace cuatro años constituyó con su hermana Gema la pequeña empresa Aiñari Lojan, juntas administran la única cafetería del pueblo y dos apartamentos turísticos.

Gema se estableció en Urzainqui en el año 2000, con el grado de Físico Deportivas. Ese mismo año comenzó a trabajar como monitora en la Campaña Escolar de Esquí y completó el año con la hostelería . Son dos fuentes de ingreso estacionales de los valles.

“Diversificarse es necesario. En estos pueblos no es fácil vivir solo de una cosa”, argumentan. Su agenda laboral es de lo más variada. Engaña la aparente monotonía del lugar. Entre Iratxe y Gema está Elena, maestra en el colegio de Roncal que también siguió la estela rural de su hermana mayor y aporta dos hijos al árbol familiar, Izei y Beñat. “Nos sentimos de Urzainqui y enlazadas con sus montes en contacto con la naturaleza, el silencio y la paz”, apunta Iratxe.

Servicios

Siete de los ocho nietos de Camino crecen en el valle. Son las voces infatiles del pueblo. “Es la única abuela que disfruta a diario de sus nietos en invierno”, alegan sus hijas. Lakora es la mayor, tiene 15 años. Su nacimiento en 2006 fue el primero en 13 años y pasaron otros tres hasta que nació su hermana Lorea. Estudia en Roncal y el año que viene cambiará las aulas rurales por las de la capital para estudiar Bachillerato. Asegura que les gustaría poder seguir estudiando en el valle. Hoy por hoy, es imposible. En educación se sienten cubiertos con colegio nuevo y comedor, sin embargo, echan de menos el servicio de pediatría. Manifiestan que tampoco abunda la ayuda institucional a la hora de emprender. “Cuando abrimos la cafetería no contamos con subvención alguna”, afirman.

Aún con todo, se muestran convencidas de haber acertado. “ Vivir aquí es bonito, aunque el invierno es largo y duro. Se echa en falta la luz, el sol, la comunicación con la gente y los amigos y amigas de la ciudad. Aquí no ves a nadie y cada vez somos menos”, lamentan en su cafetería, “Las golondrinas”, en recuerdo del movimiento migratorio de mujeres pirenaicas del siglo XX. Vuelos del pasado, del presente, vuelos con futuro.