Apenas 72 barquillas con verduras de temporada, como brócoli, coliflor o romanescu, se almacenan en una de las dos neveras industriales, con capacidad para más de 700, que tiene la Sociedad Agraria de Transformación (SAT) Buñuel. Es una cooperativa que reúne a una veintena de agricultores locales. "Tendríamos que estar a tope, tanto para vender a las fábricas como para distribuir en Merca Madrid", explica la gerente, Ana Ciriza. Es mediodía y la baja actividad se palpa.

Nadie esperaba la riada del Ebro este último 12 de diciembre, ni la réplica del 12 de enero, pues el río volvió a inundarlo todo porque no se había intervenido en los diques. Aunque tristemente los agricultores del pueblo ribero conviven con esta realidad desde hace una década, esta última riada les ha golpeado de lleno. A casi todos, unos 40. "El primer cálculo tras conocer la superficie afectada de nuestros socios es que se reducirá aproximadamente un 25% de nuestra facturación", estima Ciriza.

Alberto Vela con uno de los tractores que lleva verdura de los campos que se han salvado de la riada.

La limpieza

Uno de ellos es Arturo Lavilla. Casi toda su explotación de ocho hectáreas ha sido anegada. Había plantado diez variedades de coliflor para recolectar de manera escalonada desde octubre hasta marzo. "Estoy parado, mano sobre mano, impotente, ni siquiera se puede entrar a limpiar", lamenta junto a uno de sus campos declarado con el cien por cien de daño, "pero mis 350 euros de la cuota de autónomos, los gastos que me genera el trabajador que tengo, aunque no podamos trabajar, y los pagos de casa hay que asumirlos igual". Como muestra toma un cuchillo, trocea una coliflor y constata que, por dentro, está podrida. "Esto no vale ni para el ganado", se apena.

Arturo Lavilla y Javier Marín señalan en la pared la altura del Ebro en sus terrenos.

Esta riada ha sido la más demoledora. Se han inundado campos y sectores que los más ancianos solo habían visto sumergirse en la Nochevieja de 1961. Ese año el Ebro trajo un caudal de 4.700 metros cúbicos, casi el doble que ahora. Desde entonces hasta el 2003, cuando ocurrió la primera de las cinco últimas grandes riadas, en la última década cada dos o tres años, el Ebro no había causado daños y la Ribera, como siempre, convivía con el río en armonía.

¿Qué está pasando? En opinión de los agricultores el Ebro está sucio y, aunque trae menos caudal, la suciedad del fondo y las orillas hace que, a la mínima, rebalse y rompa diques. ¿La solución? La misma palabra, en boca de todos: limpiar. En Buñuel nadie comparte las teorías de los ecologistas ni los discursos de los políticos. "Ahora hablan de correr las motas , ¿correrlas hasta dónde? Entonces nuestros nietos o biznietos tendrán que volver a correrlas y nada, sumergimos Buñuel, que desaparezca todo el pueblo, ¿no?", ironiza Javier Marín, socio y representante de la cooperativa Agroalimentaria Navarra (AN) de Buñuel.

"No hay más que mirar los datos", aseguran. Ernesto Bordonaba, uno de los más antiguos en el oficio y con una de las mayores explotaciones en el pueblo, lo explica tras perder unas 23 hectáreas de verdura y unas seis de cereal, estas últimas con diferente nivel de daño porque "el trigo es más fuerte". Cuenta que en 2003 por Castejón pasaron 3.320 m3/segundo y el Ebro marcó una altura de 7,54 metros y, en la última crecida, se han registrado 2.400 m3/ segundo y 7,95 metros de altura. "Con una cantidad de 900 m3 menos ha marcado más altura, eso demuestra que el río está más cargado cada año y son las gravas las que elevan el nivel", concluye, "con estos datos a la Confederación Hidrográfica del Ebro se le caen sus teorías de que las riadas no se producen por no limpiar como antiguamente el río está completamente ciego".

Bordonaba, al igual que Marín, Lavilla y muchos otros, reclama una limpieza a fondo (que no dragado) como se hacía hasta principios de los 90. "Antes el Gobierno de Navarra tenía una partida para esto y con los pueblos que lo solicitaban se analizaba qué zonas estaban más cargadas, se elaboraba una memoria y el ayuntamiento ponía el 50% del costo y el Gobierno de Navarra la otra mitad", recuerda. Se extraían gravas y se llevaban a Mallén, pueblo vecino de Aragón, se permitía a las familias recoger leña, se lotizaban las riberas y entraba a pastar el ganado y no pasaba como ahora, atestiguan los veteranos.

Ernesto Bordonaba muestra cómo han quedado las verduras de sus campos.

Pérdidas económicas

Hay que mirar más allá de los campos para dimensionar el impacto económico en las familias del pueblo. Al venir la riada "tan pronto", más del 80% de las verduras invernales estaban sin recolectar. "Si esto viene en febrero o marzo ya solo hubiera quedado el 20% y, aunque duele, el daño es menor", explica Marín. A menor superficie por recolectar, menos mano de obra. Un ejemplo: Bordonaba solía tener en esta época ocho operarios y ahora solo puede contratar a cuatro y, además, solo trabajan tres días.

Desde la SAT, Ciriza brinda otro: "Con el brócoli y la coliflor solemos contratar a mujeres del pueblo para trocear las verduras y venderlas ya elaboradas, eso da más ganancia. Ahora, con tan poca entrada ni nos lo planteamos". También están los ganaderos, como la familia Otal, que tuvo que evacuar 700 de sus 4.500 cabezas de ganado. Algunos eran "recién paridos y ese ajetreo le causa un estrés horrible al animal", explica Javier Otal. Uno de sus corrales se inundó metro y medio: "Perdimos la comida del invierno, gastamos en transporte para salvarlos y ahora para alimentarlos cada ganadero está viendo alternativas, nosotros hemos llevado un grupo a pastar a Ribaforada", dice. ¿Y las pequeñas parcelas familiares? "Hay un montón de abuelicos que ya no pueden ir ni a recoger una lechuga a su huerta, que era su entretenimiento del día", recuerdan Lavilla y Marín, sobre el impacto social que esto genera en la tercera edad.

El futuro ahora está lleno de incertidumbre. "Negro, muy negro", cabecea Lavilla. No saben cuándo podrán empezar a labrar la tierra y los ojos siguen en el río. Con el deshielo quizás arrase de nuevo. Aunque la CHE recomponga las motas, la tierra está muy húmeda y creen que el posiblemente el dique se volverá a quebrar. Además, empezar a plantar implica invertir en un contexto donde los precios de los productos están disparados, algunos hasta un 300%. Al hacer números, las cuentas no salen porque, coinciden, lo que reciben de los seguros (con la obligatoriedad de un 20% de franquicia y ciertos límites y condiciones) solo alcanza para cubrir gastos, pero el beneficio de la campaña es prácticamente nulo. Tanto así que, con la visita de los peritos, hay quienes no han firmado o lo han hecho a regañadientes para tener cómo echar de nuevo a andar.

Varias aristas de un problema, voces desde Buñuel que solo ven una salida: unirse y, con apoyo o sin él, limpiar como se hacía antiguamente. De lo contrario prevén que, en uno, dos o tres años, estaremos escribiendo la misma historia. "Yo se lo dije a María Chivite: aquí lo único que nos queda es la desobediencia. La unión de todos los agricultores y ayuntamientos y la fuerza, la presión, y a limpiar", dice Lavilla, idea mencionada y compartida por muchos más.

El sentir general es que los pueblos riberos son "el desagüe" de Zaragoza y que para que la capital maña "viva de cara al Ebro", el mundo rural de aguas arriba "se tiene que ir a la ruina". Expropiación encubierta, lo resumen. Y alguno incluso pone la guinda: "Expropiación encubierta y consentida. Consentida por nuestras autoridades, las de antes y las de ahora".