Hace 40 años Javier Intxauspe vendió por 30 pesetas su primer periódico a Agustín Andión, compañero de trabajo de su padre, que esperaba a que el tafallés, que por aquel entonces tenía 20 años, levantase la persiana a las 9.00 de la mañana. Era 1 de abril de 1982 y unos días antes Purificación Ocariz le pasó el relevo del establecimiento, le enseñó el oficio y le presentó al resto de clientes y comercios de la zona. Junto con sus hermanas Justa y Rosario, que dio el nombre al kiosco, las tafallesas crearon en 1947 “de la nada, un punto neurálgico” de la prensa en Tafalla, recuerda Javier.

Cuando tomó el relevo, Intxauspe todavía estudiaba una formación profesional de administrativo y había hecho unas oposiciones. “Había sacado una buena nota y estaba cubriendo bajas en la Seguridad Social en diferentes puntos de Navarra. Estaba en Virgen del Camino cuando salió a subasta el kiosco de Tafalla para personas con discapacidad

-tiene poliomielitis en la pierna derecha- y fue mi padre el que me animó a apuntarme”. Javier sacó la mejor puntuación así que el 1 de abril del 1982 empezó con el que sería su oficio durante más de cuatro décadas.

En este tiempo, el tafallés ha compartido cientos de anécdotas con los clientes y comercios de su zona, comercios que ha visto llegar e irse. “Me acuerdo especialmente de la pastelería de enfrente, Vides. Cuando llegué, dijeron: ¡Qué bien, nos han traído un joven al barrio! Entonces tenía 20 años y ahora soy el más viejo de todas las tiendas”, relata Javier.

De esta pastelería recuerda a Mando, Javiera, Mirentxu y “una jovencica Vitori, siempre con la sonrisa preparada” y añade que esta pastelería era famosa por sus helados, turrones, bollería y pastelería de elaboración artesanal, “en unos tiempos en los que el nivel de repostería en Tafalla era muy, muy elevado. No era raro que la gente preguntara por los helados de La Gloria, los milhojas de El buen gusto o las alpargatas de Xabier”.

Al lado de su kiosco recuerda a la zapatería Sacristán, dirigida por Aurori. “Todo un torbellino de simpatía y actividad a la que todavía ayudaban sus padres, siempre tan correctos y amables”. En la misma acera todavía se mantiene el Banco de Bilbao, “que entonces tenía 17 empleados, y que con el paso de los años se le han ido añadiendo letras al nombre y restando empleados”, bromea Javier.

Al final de la calle rememora a Susi, del Bazar Cortijo, que define como “un auténtico referente de la zona para la compra de todo tipo de artículos que la Susi sacaba de no sé dónde”.

Al lado, Javier recuerda a los hermanos Valencia al frente de la ferretería, “a la cual acudían gentes de los sitios más insospechados en busca de consejos y piezas diversas de maquinarias agrícolas principalmente”.

De los tafalleses y tafallesas que han marcado sus 40 años de trabajo, el tafallés tiene muy presentes a los Cereceda, familia que vivía enfrente del kiosco y de la cual ha conocido a cuatro generaciones. Tampoco puede evitar acordarse del Señor Doxandabaratz, de Ramón Calasanz y de “su inseparable” Josefina, que “eran el alma del barrio”.

A su izquierda, Javier ha estado acompañado por varios taxistas que han pasado por Tafalla. “He conocido hasta siete taxistas con los cuales pasaba largas tardes de verano sentados a la sombra escuchando mil y una anécdotas contadas por aquellos auténticos veteranos del volante”. Por último, recuerda a “personajes entrañables en el barrio”, como José Mari Martinena, Txetxu Ezcurra, Iñaki el de la lotería, “todos con su punto de simpatía y peculiaridad”.

La era de la digitalización

Regentar un kiosco en la era de la digitalización no ha sido tarea fácil para Javier ni para ningún otro dueño de estos establecimientos. “El periódico se está resistiendo, pero lo digital lo está matando. Antes abría con un cajón lleno de periódicos y poco más, ahora tengo ordenadores y hay veces que parece esto la NASA más que un kiosco”, asegura Intxauspe, que ha ido adaptando sus productos a la demanda de los clientes con chucherías, revistas especializadas y servicio de paquetería.

Si me pongo a dividir lo que saco por las horas que meto, habría cerrado hace tiempo”, asegura. A pesar de ello, el tafallés ha decidido aguantar y mantener su oficio por todo lo que le aporta. Los recuerdos, el contacto con la gente de su pueblo, dialogar con los desconocidos que paran en su negocio y su amor por la prensa en papel son las razones que mantienen vivo el Kiosco Intxauspe de la plaza Cortés de Tafalla.