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Con la música a otra parte

creo haber oído en las últimas semanas algo de una polémica surgida porque hacían trabajar a un chimpancé en un concurso. Digo creo, porque lo que se dice oír, hace días que no oigo nada más en mi cabeza que el soniquete de un centro comercial al que fui a comprar unas plantas aromáticas para el balcón. No sospeché que esta compra, pensada para darle gusto a mi olfato, pondría en serio riesgo de equilibrio mi sentido auditivo y, lo que es peor aún, mi maltrecho sentido común. Bueno, miento. Lo sospechaba, porque ya había presenciado las secuelas en carne próxima, concretamente en una amiga que esta primavera trató sin éxito de contarme su experiencia en un centro de jardinería. Empezar ya empezó, pero se le apoderaba de tal manera la cantinela comercial escuchada durante la tarde, que ninguna de las dos supimos cómo cortar aquello. A mí se me pasó por la cabeza cortarle la respiración, pero por el futuro de nuestra relación convinimos en que habría mejor ocasión para retomar el hilo.

El hilo, efectivamente. El hilo musical de las tiendas es la cuestión. Sé de sobra que este tema está muy estudiado con toda la historia de la psique y su estimulación, aunque yo debo de tener alguna desviación, porque hay músicas que me dan ganas de pedir un gin kas, y se supone que tendrían que darme ganas de comprar más camisetas. Debe de ser que no pongo interés, pero a algún estudioso de éstos también habría que dejarlo pa septiembre porque se pasan de frenada, oiga usted. Usted que puede oír, que yo ya digo que estoy en cuarentena. Supongo que los dependientes ya pasaron lo propio, que no sé si en su día requeriría de ingreso. Ignoro también si la asociación defensora del chimpancé del concurso tiene alguna sección dedicada a otras especies de homínidos, pero desde aquí les invito porque hay campo de mejora. Podría dar más detalles cuando esté en condiciones de retomar el hilo. A esto le calculo yo? algunas semanas.